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Carmen Grande: "El baloncesto, como la religión, sirve para unir a las personas"

La jugadora madrileña (Tres Cantos, 1997) muestra su lado más personal pocos días después de anunciar su salida del Casademont Zaragoza. "Este equipazo es irrepetible", recuerda.

Carmen Grande posa ayer en Tres Cantos (Madrid).
Carmen Grande posa ayer en Tres Cantos (Madrid).
Enrique Cidoncha

Hace pocos días que abandonó Zaragoza y puso fin a su etapa en el Casademont. ¿Esperaba recibir tantísimo cariño?

Lo cierto es que no. Todas las muestras de cariño me han dejado un poco abrumada. Me ha llamado gente cercana, pero también me han escrito personas que no conozco. Estoy muy agradecida a todo el mundo, aunque también tengo ganas de desconectar un poco y alejarme del teléfono móvil, ahora quiero descansar.

¿En qué pensaba mientras viajaba en coche hacia Madrid?

El momento de marcharme lo viví con pena. Como deportistas, estamos un poco acostumbradas a irnos de los sitios. Esta vez lo he ido alargando cada día un poco más, solo hacía planes guays con gente con la que he hecho muy buenas migas.

¿Qué ha significado esta única y exitosa temporada en Zaragoza?

Muchísimas cosas. Es una temporada con altibajos, con un montón de experiencias. A mí me gusta decir que lo bueno siempre gana a lo malo. La sensación que me llevo es muy positiva. Lo ideal es fichar por un equipo de Euroliga, que tengas muchos minutos, la ciudad esté cerca del mar... pero eso no existe. Yo venía expectante, pero al final, una vez más, lo bueno ha ganado a lo malo.

Fuera de la pista, ¿con qué se queda?

Soy muy pesada, pero el taller de cerámica al que iba me ha aportado muchísimo. Se llama La Benditera y el ambiente que se crea es magnífico. Ahí no era competitiva, no tenía prisa, si tenía que rehacer la pieza, lo hacía. Aunque debería, en el baloncesto no me permito esa paciencia, soy más exigente. Ese rato me ayudaba a desconectar, en vez de pensar en fallos del último partido, decidía cómo pintar un jarrón.

¿Por qué siempre juega con zapatillas rojas?

¡Para que me distinga mi abuela!

¿Perdón?

El año pasado me compré unas de color lila y no me veía bien por la televisión. Me dijo: yo te las pago, pero cómprate unas rojas. Este año salieron unas al mercado y no tuve otra opción. Mientras pueda, usaré siempre zapatillas rojas para que me vea mi abuela.

Carmen Grande sujeta un balón de baloncesto con el brazo derecho.
Carmen Grande sujeta un balón de baloncesto con el brazo derecho.
Enrique Cidoncha

Y sus inconfundibles trenzas, ¿quién se las hará la próxima temporada?

Tendré que llamar a Gracia (Alonso de Armiño) para que venga todos los partidos... Si no, cambiaré de peinado (sonríe). Yo me las sé hacer, pero no tan bien como ella.

¿Cuánto de superstición había en ese peinado?

Me las hacía en el Estudiantes alguna vez. Este año hubo un par de partidos que perdimos y no me las había hecho… Le llamó su madre y le dijo que cuando no llevaba las trenzas perdíamos. Gracia vino un día superconmovida: «tía, eran las trenzas, pero de verdad». A veces Gracia tiene cosas que te sorprende, lo creía de verdad. A ella era algo que le servía para relajarse.

Al margen de la peluquería y el calzado, ¿por qué ha funcionado tan bien este Casademont?

Porque se ha dado todo cuando se tenía que dar. Ganar tres partidos seguidos en la Copa, en ese momento de la temporada, ante tres equipazos, no estaba al alcance de cualquiera. Muchos equipos son irrepetibles, pero es que este era un equipazo.

Ya forma parte de la historia del deporte en Aragón.

Ha sido una temporada muy bonita, para el recuerdo. ¿Quién me iba a decir a mí que, después de descender con Ferrol, iba a vivir algo así? Sin una pieza, este equipo ya no es el mismo. Me llevo muchísimos aprendizajes en la mochila, haber compartido vestuario con gente veterana me ha ayudado mucho, simplemente con observarlas y ver cómo hacen muchas cosas.

¿Por qué cree que la gente ha conectado tanto y tan bien con usted?

Todo el equipo era gente cercana y muy natural. Yo me quedaba la última firmando autógrafos, pero igual simplemente porque no tenía prisa. He sido todo lo cercana que soy, no ha sido ningún esfuerzo. En la pista, mi papel era salir y revolucionar, ser intensa, no tener miedo al fallo. La parte más calmada era de Mariona. Yo salía y decía: a morir matando.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho en los últimos días?

Mucha gente me ha mandado una foto con sus hijos. A mí no me gusta idolatrar a la gente, creo que no es sano. No quiero ser ídolo de nadie. Los niños a los que les gusta cómo juego, espero que también se fijen en los movimientos de Gracia, los tiros de Vega, cómo finaliza Leo… Ellos no distinguen si está en pista Lara (González) o Sant-Roos. Van al pabellón a divertirse. El deporte es un sitio de comunión, como la iglesia. El baloncesto, como la religión, une a las personas, es un vínculo entre la gente.

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