baloncesto

Un Casademont cambiado

Los fichajes le han dado otro aire a un equipo que se marca la Champions como objetivo prioritario.

Casademont Zaragoza - Brose Bamberg
Casademont Zaragoza - Brose Bamberg
Guillermo Mestre

El Casademont Zaragoza es otro. El nuevo año le ha sentado muy. El afianzamiento de los conceptos de Sergio Hernández, acompañado del acierto en los fichajes invernales, ha propiciado la reacción de un equipo que hace solo dos meses aparecía hundido en la tabla clasificatoria de la Liga Endesa.

El inicio de campaña -con Diego Ocampo al frente- fue verdaderamente convulso e hicieron falta cambios drásticos, que empezaron por el relevo en el banquillo y prosiguieron por un continuado movimiento de fichas que ha mejorado el rendimiento del equipo.

De entrada, la plantilla del Casademont Zaragoza era prometedora, pero sufrió importantes bajas prolongadas (Krejci y Sulaimon) y tuvo dificultades para adaptarse a un estilo de juego que, en su esencia, no terminaba de ajustarse a las condiciones de los jugadores.

El ideario de Ocampo era más metódico y sistemático. Con Hernández, sin dejar a un lado el aspecto táctico, llegó un baloncesto más directo y desacomplejado; un baloncesto de ‘run and gun’ que ha propiciado la mejor versión de los jugadores.

El Casademont se siente cómodo corriendo, sin agotar las posesiones. Todo lo contrario a lo que el Brose Bamberg alemán le permitió hacer el pasado miércoles, en la victoria práctica que los de Sergio Hernández sellaron para dejar encarrilado el pase a la Final a Ocho de la Champions League, el torneo que puede salvar la temporada.

Ese triunfo sin brillo sirvió para encumbrar otro de los valores de este equipo: la capacidad para desplejar un juego coral que, poco a poco, va prescindiendo del talento individual del anárquico Dylan Ennis o los intermitentes Robin Benzing y Nicolás Brussino.

Todos los jugadores del Casademont habían anotado antes del descanso de ese encuentro, y hasta cuatro hombres concluyeron el choque con 10 o más puntos, con mención especial para un Elias Harris que es el paradigma de rendimiento inmediato, el mejor ejemplo del acierto con que se ha movido el área deportiva para corregir los defectos de serie del plantel.

El ala-pívot alemán reforzó el juego interior en el arranque de 2021 y su llegada coincidió con un resurgimiento que se mantiene a día de hoy. Nadie se acuerda de Konate o Thompson. Harris supera con creces sus predecesores en el puesto, y en los últimos encuentros, con el aterrizaje de Jacob Wiley, ha encontrado un complemento fiable en la pintura.

Wiley ofrece infinidad de registros ofensivos. Ante el Betis y el Dinamo Sassari, cuando se vio la mejor versión del equipo en lo que va de temporada, el ala-pívot de nacionalidad macedonia exhibió poder anotador. El pasado fin de semana, contra el Joventut, y el miércoles, en ese duelo trabado contra el Bamberg, Wiley se puso el traje de faena en la defensa y el rebote.

Harris y Wiley le han dado otro aire a un equipo que, aun estando en el buen camino, debe seguir trabajando en busca de la regularidad. En la misma semana, en solo siete días, el Casademont fue capaz de exhibirse en Sassari; de desinflarse ante el Joventut; y de sacar un partido atascado contra el Bomberg a través de un baloncesto tan práctico como poco vistoso.

Tres versiones alejadas entre sí, que en parte vienen propiciadas por el calendario trepidante, sin respiro, que rige el baloncesto actual. Los equipos deben establecer prioridades y la del Casademont, a día de hoy, parece clara. Los de Sergio Hernández son un bloque transformado que mira hacia la Final a Ocho.

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