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Media Maratón Zaragoza: "Es un orgullo cruzar la meta y romper a llorar"

Atletas de 21 nacionalidades y 17 comunidades autónomas distintas llenaron de nervios y emoción los 21 kilómetros. El buen tiempo favoreció una mañana inolvidable.

Media Maratón llegada
Media Maratón llegada
Francisco Jiménez

Antes de tomar la salida, los nervios eran la nota predominante en muchos de los participantes de la Media Maratón de Zaragoza. Alguna atleta, incluso, parecía arrepentirse de haber formalizado la inscripción. Pero las primeras zancadas fueron suficientes para borrar de un plumazo cualquier pensamiento negativo y focalizar todos los esfuerzos en un único objetivo: disfrutar al máximo de los 21 kilómetros que aguardaban por delante.

Entre los corredores, miles de rostros anónimos. Personas con nombres y apellidos totalmente desconocidos para el gran público que, sin embargo, comparten su afición por algo tan simple como calzarse unas zapatillas y echar a correr.

Porque carreras como la de este domingo elevan a la enésima potencia el triunfo incontestable del atletismo más popular, aficionados al deporte cuya mayor victoria es batir sus propios objetivos. Daba igual ser novato en la media maratón que acumular cientos de kilómetros en las piernas. La ilusión que se respiraba en el ambiente era muy similar en los más de 3.400 corredores. En total, 21 nacionalidades y 17 comunidades autónomas estuvieron representadas en las calles de Zaragoza, poniendo de manifiesto que la cita de la capital no es una cuestión menor.

«Yo venía de turismo y de paso para entrenar una tirada larga para la Maratón de Madrid. Al final, uno se calienta y disfruta mucho del recorrido. Con la animación de tu familia... pasa lo que pasa», manifestaba Alberto Blázquez, que cruzó la línea de meta con un extraordinario tiempo de 1h36:15.

En el extremo opuesto, los numerosos atletas que debutaban en esta distancia. A todos ellos los representaban las lágrimas de la aragonesa Cristina Cavero, que no pudo contener la emoción nada más concluir la prueba. «Llegar a la meta sonriente y romper a llorar de felicidad ha sido un orgullo. ¡Correr en casa mola!», reconocía. Motivos para la alegría tenía, desde luego, después de detener el cronómetro en 1h54.58.

La llegada, instalada en la plaza del Pilar, volvió a regalar varias imágenes plagadas de sentimiento. Abrazos entre amigos repletos de cariño, besos de parejas embriagadas de amor, padres celebrando su gran día con sus pequeños héroes de la mano... Un sinfín de secuencias para recordar que en el deporte, como en la vida, el mayor triunfo es superarse a uno mismo.

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