Carapaz, Hindley y Landa se juegan este sábado el Giro de Italia en la Marmolada

Los tres mejores sellan otro combate nulo en la subida a Castelmonte, donde Bouwman gana tras cerrar en la curva final a Schmid.

Los ciclistas Richard Carapaz, Jai Hindley y Mikel Landa.
Los ciclistas Richard Carapaz, Jai Hindley y Mikel Landa.
MAURIZIO BRAMBATTI

La sombra intimidatoria de la Marmolada, final de la etapa de este sábado, oscureció este viernes la penúltima jornada de montaña. Richard Carapaz, Jai Hindley y Mikel Landa se repartieron pellizcos en la subida al Santuario de Castelmonte. Siguieron juntos. Enlazados. Así llevan todo este Giro al que solo le queda un gran escenario. A la Marmolada la llaman el 'cementerio de los campeones'. Los tres mejores lo apuestan todo a ese último juicio cuesta arriba. Carapaz y Hindley, separados por solo 3 segundos, buscarán renta para no perderlo todo en la contrarreloj del domingo. Landa, a un minuto de la maglia rosa, tendrá un paisaje a su medida, con San Pellegrino, el Pordoi y la Marmolada. Los Dolomitas. Paraíso para escaladores. El alavés está a un minuto de un sueño rosa que casi se le había olvidado soñar. Si hay un día, es este sábado.

Los tres del podido amagaron y se taparon bajo la sombra de la Marmolada que viene. Esa montaña, esa recta final que nunca acaba entre paredes que te ahogan, establecerá el orden del Giro. A Landa le queda una jugada, el órdago. "Mañana será otra historia", avisó Carapaz. Eso esperan también sus dos rivales.

La pelea fue mucho más encarnizada entre los cinco fugados que llegaron al último kilómetro. El suizo Mauro Schmid, que vale para el mountain bike, el velódromo, el ciclocross, la ruta y para ser mecánico en el concesionario de coches familiar, se ciñó al interior de la última curva. La mejor posición. El neerlandés Koen Bouwman inició la remontada por fuera y le cerró. Schmid tuvo que estrujar el freno. Su bicicleta, toro mecánico, tiró recta en pleno giro y arrastró a Vendrame contra las vallas. Los otros dos, Tonelli y Valter, perdieron ritmo en ese tumulto. Bouwman levantó los brazos para recoger su segundo triunfo. Schmid los abrió en protesta por esa maniobra. Los jueces no vieron nada irregular y dictaron sentencia a favor del neerlandés. Queda el otro veredicto, el que elige entre los tres más fuertes del Giro. Será en la Marmolada.

Los retos tienen distancia. Entre Marano Lagunare y el Santuario de Castelmonte había 178 kilómetros y una tapia, el Kolovrat, un puerto esloveno con ganas de ingresar en la memoria del centenario Giro. En esa Italia fronteriza se iba a dirimir la penúltima oportunidad para que Hindley y Landa asaltaran la maglia rosa de Carapaz. Otro color, el amarillo del calor, dio la salida. Ni el Bora de Hindley ni el Bahrain de Landa lanzaron de avanzadilla a ninguno de sus gregarios. Dejaron la fuga a otros como Bouwman, Valter, Vendrame, Schmid, Cort... El Ineos de Carapaz podía rodar tranquilo. Aunque ni así pudo evitar la pérdida de uno de sus pilares, Porte, hueco por una gastroenteritis. El líder recibió ese golpe bajo mientras Hindley ordenaba acelerar al Bora. Sonó el chasquido. El pelotón dejó de respirar y se puso a jadear.

Pero eso duró hasta que la carretera ingresó en el bosque del Kolovrat. En la primera rampa a muchos les caducó el pasaporte psicológico. Ufff. Se desentendieron. El Bora seguía al mando, aunque sin fuelle para soltar a ningún ilustre. De hecho, fue el equipo alemán el que comenzó a perder, pétalo a pétalo, a sus gregarios. Como si no pudieron cargar con la misión. Apenas le recortaron un minuto a los cuatro mejores escapados, Schmid, Tonelli, Valter y Bouwman, rey de la montaña. Más que atacar, el Bora controlaba. Le hacía gratis el trabajo al Ineos de Carapaz.

Ante la afición eslovena

La afición eslovena, que ha crecido exponencialmente abonada por los éxitos de Roglic y Pogacar, se apretaba en las cunetas de esta montaña. Ponían la emoción que le faltaba a la etapa. Ni Hindley ni Landa probaron ahí la resistencia de Carapaz, maestro en fingir agonía justo antes de rematar a sus rivales. El líder domina el juego de las máscaras. Nadie se la quitó en el Kolovrat. Tras un largo descenso, el campo de batalla se extendía sobre los 7 kilómetros finales que suben al Santuario de Castelmonte, que en un milenio ha soportado guerras y terremotos. No fue para tanto.

Delante, Bouwman sacó el triunfo de la última curva. Detrás, Carapaz quiso romper amarras con sus dos sombras. Imposible. Hindley le replicó. Tampoco. Y fue Landa, que sobrepujó, el que sí se distanció unos metros. En ese instante el Giro se paralizó. ¿Dejará Carapaz que se desgaste Hindley en la persecución del alavés? No. El líder respondió en primera persona. De nuevo eran un trío. El Santuario los vio llegar de la mano. Lo que allí no se aclaró tendrá que resolverse en la Marmolada. Carapaz, según su fiel Castroviejo, quiere alejar a Hindley unos segundos. El tiempo que compra la tranquilidad para la contrarreloj final. Hindley parece estar cómodo a 3 segundos del ecuatoriano. Y el tercer hombre de este Giro, Landa, es el que dispone de equipo, incluido Pello Bilbao (quinto en la general), para darle sentido al otro nombre de la Marmolada, 'cementerio de campeones'. Matar o morir. Si hay un día, es este sábado.

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