Luisa María Arias: "Lo que te enseña el ballet lo llevas contigo para siempre"

La bailarina madrileña, solista de la Compañía Nacional de Danza y la Netherlands Dance Company de Holanda, trabaja esta semana en Zaragoza.

Luisa María Arias, en primer plano, con los bailarines de La Mov en el museo Pablo Serrano.
Luisa María Arias: "Lo que te enseña el ballet lo llevas contigo para siempre"
Raquel Labodía

Luisa María Arias, una de las mejores artistas que ha dado el ballet español en las últimas décadas, comparte sus conocimientos esta semana con los bailarines de la compañía aragonesa La Mov.

Al acabar la clase, los bailarines, todos ellos profesionales, le han dado una gran ovación.

En la danza, más en las escuelas que en las compañías, al final de clase se suele aplaudir al profesor en señal de respeto y reconocimiento a su trabajo.

Igual habría que llevar esa costumbre a Primaria y Secundaria.

Quizá... Como cualquier arte exige mucha disciplina, se suele tener un gran respeto a la figura del profesor. La danza es un aprendizaje vital, te da un control sobre tí mismo que luego, en la vida real, necesitas a diario. Lo que te enseña el ballet lo llevas contigo para siempre.

¿Los bailarines de La Mov...?

Estupendos. Con muchas ganas, pese a las agujetas. Es muy gratificante trabajar con profesionales tan concentrados.

La compañía ha cumplido nueve años.

Es un gran proyecto y Víctor Jiménez, su director, trabaja duro para que crezca aún más. Pero no está en sus manos. Es una lástima que en España no se dé un mayor apoyo a la danza.

¿Habrá ballet en el siglo XXII?

Estoy segura de que sí. Quien viene a ver una función se enamora de la danza porque descubre que vuelve a casa con dos horas de belleza en las pupilas. No desaparecerá nunca, pero es muy importante que se difunda en las escuelas. Y que se haga bien.

¿No es elitista el ballet?

En absoluto. No hay ningún bailarín que sea rico. Pero hay que ser realista: llevar a una niña o un niño a una academia a aprender danza cuesta un dinero y, tal y como está el país, no todas las familias se lo pueden permitir.

España no tiene una afición muy grande, pero produce muchas figuras.

Porque somos muy pasionales. Puede parecer tópico, pero es verdad: cuando nos gusta algo, nos entregamos en cuerpo y alma y lo hacemos bien. Por eso somos buenos también en el deporte. Son cosas que se llevan en la sangre. El problema es que muchos nos tenemos que ir fuera.

La aureola de enorme sacrificio que rodea al ballet, ¿es cierta?

Es muy sacrificado, sí: exige dedicación total, separarte de la familia muy joven...

Y no comer prácticamente nada.

¡Qué va!

¿Qué ha desayunado hoy?

Varias piezas de fruta y tostadas, un trozo de pan con chocolate y un café.

No parece poca cosa.

Es que sobre esto hay una confusión enorme. No se trata de que el bailarín no coma, sino de que coma bien. Lo que ingerimos es lo que fortalece nuestros huesos y músculos, así que hay que comer bien, y sano. Y si un día apetece una hamburguesa, pues adelante. Yo lo hago.

¿Qué es un buen bailarín?

Aquel que tiene una buena conexión entre cuerpo y mente, que es constante y que no se lo tiene creído. Y que tenga ‘algo’ diferente, esa magia que no todos poseemos, algo que le haga diferente a los demás. Duende, que dicen los flamencos.

De tanto trabajar frente al espejo, ¿se vuelven vanidosos los bailarines?

Quizá, aunque también ocurre en otros trabajos. Pero yo siempre he pensado que un bailarín alcanza la madurez cuando deja de juzgar a sus compañeros. Engreídos los hay en todos los sitios. Y quizá sean necesarios, porque así uno se da cuenta de dónde está.

Y usted, ¿por qué baila?

Porque la danza me ‘tocó’. A los cinco años sabía que mi vida y mi sensibilidad eran para bailar.

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