El Real Zaragoza afronta, desde mañana, quizás el peor tramo competitivo de lo que resta de la liga en Segunda. En las próximas cinco jornadas, el equipo de Lluís Carreras jugará con cuatro equipos instalados en los cinco primeros puestos de la clasificación, los que dan el ascenso directo y los de promoción: Leganés (2º), Córdoba (3º), Osasuna (5º) y Alavés (1º). Todo un maratón de dificultad máxima, que tendrá un punto de descanso, si por ello se entiende enfrentarse al Lugo, décimo clasificado con dos puntos más que el Real Zaragoza.

La máxima exigencia de estas citas no se circunscribe solo a los rivales, que ya complican las expectativas de un equipo que ha sufrido un desvanecimiento peligroso en las últimas semanas y que le ha llevado a alejarse de los primeros puestos destinados a los favoritos. Hay que añadir también que han llegado seis jugadores nuevos en el mercado invernal, que deben acoplarse cuanto antes a las ideas y planteamientos del entrenador, nuevo también –lleva cinco partidos al frente de la plantilla zaragocista–, para regenerar sin mayor dilación el juego del conjunto blanquillo.

En la primera vuelta, este paquete de encuentros propició situaciones muy distintas en el Real Zaragoza. En la jornada tres, el equipo llegaba a Butarque con una igualada en Miranda (1-1) y una victoria en La Romareda frente al Almería (3-2). Otro empate ante el Leganés (1-1), tras un mal partido, mantenía al equipo invicto y a la expectativa. La temporada acababa de empezar y quedaba mucho terreno por recorrer.

Sin embargo, las dos siguientes jornadas abrieron la primera brecha en torno, especialmente, al entrenador. Córdoba primero y Osasuna después, con el mismo resultado (0-1), se llevaron seis puntos de La Romareda y señalaron de forma directa al entrenador, Ranko Popovic. Se escucharon por primera vez los gritos de "Ranko vete ya", y su situación quedó muy comprometida. Y solo se habían jugado cinco partidos de liga.

En el primero de estos dos choques, el Córdoba fue muy superior a un equipo sin ideas ni argumentos, impotente para hacer frente a un bloque consistente y que ha evolucionado hasta presentar una seria candidatura al ascenso. Aquel tropiezo, sin embargo, fue el primer paso de una crisis que quedó, de momento, encerrada en el ánimo y la ilusión de la afición.

Sin embargo, una semana más tarde, se abrió con toda su crudeza. Osasuna se adjudicó la victoria de La Romareda, y la grada estalló en una protesta generalizada que dibujaba ya el divorcio de la afición con el equipo, que nada transmitía a sus seguidores.

Ranko Popovic quedó tocado, demasiado para aguantar toda la temporada, aunque los dos partidos siguientes lograron tranquilizar los ánimos y devolver la ilusión. El Zaragoza empató en Lugo (0-0), en un choque que debió ganar, se impuso después en La Romareda al Alavés (1-0), actual líder, y cerró de momento la grieta abierta. No pudo, sin embargo, aguantar el técnico y su sustituto, Lluís Carreras, tuvo que lidiar en los cinco partidos que ha dirigido con una plantilla trufada de bajas por lesión y claras deficiencias en sus líneas, que se han intentado corregir con las seis nuevas incorporaciones que tiene ahora el entrenador.

Será, sin duda, uno de los problemas con los que se va a enfrentar Carreras en las próximas jornadas, la escasez de tiempo para recomponer un equipo desequilibrado y con la imperiosa necesidad de una urgente reacción que haga recuperar al equipo su vitola de favorito. Por eso ha entrenado con intensidad esta semana para marcar en los recién llegados la impronta de su juego y ofrecer mañana la mejor imagen frente al Leganés. Un rival encumbrado, con 23 puntos ganados de los últimos 27 disputados, mínimo goleado de la categoría (19 tantos) y segundo máximo anotador (32). Complicado contrario para abrir el duro calendario próximo, que va a poner a prueba al nuevo Zaragoza.