El filial también se desangra

Robert Simón, puntal del Real Zaragoza B, se marcha a la Llagostera, rival del Zaragoza en la Segunda División 

Robert Simón, en una jugada del encuentro del pasado curso ante el Cuarte.
El filial también se desangra
Cintia Sarría

La inacción que sufre el Real Zaragoza no solo la padece su primer equipo. El filial, que acaba de ascender a la Segunda División B, también está en el aire. Ayer perdió a uno de sus mejores talentos, el joven centrocampista Robert Simón (22-05-1993, Barcelona) que, después de llegar a un acuerdo verbal con la entidad aragonesa, decidió firmar por la Llagostera, conjunto catalán que acaba de ascender a la Segunda División A. Es decir, un rival del Real Zaragoza acaba de arrebatarle al club del león rampante a una de las más sólidas promesas de su filial. Lejos de constituir una situación concreta, la marcha de Robert Simón denuncia el vacío deportivo que a apenas una semana del inicio de la pretemporada soporta el Real Zaragoza y su conjunto filial.


Después del cambio de propiedad y de la marcha del grupo de García-Pitarch (Jordi Bruixola, Moisés García León y José Ignacio Soler), el Real Zaragoza ha quedado descabezado en su parcela deportiva. Nadie en el grupo empresarial aragonés que compró el club a Agapito ha afrontado esta cuestión capital en la gestión de la entidad. A fecha de hoy, el Zaragoza carece de secretaría técnica, de dirección deportiva, de entrenador definido (un cambio de propiedad podría traer el recambio de Víctor Muñoz), de plantilla suficiente para afrontar una temporada en la que el ascenso a Primera resulta imprescindible para creer en su futuro. La situación del filial no es mejor. La fuga de Robert Simón lo desvela.


Ante el páramo deportivo que padece el club, Emilio Larraz, técnico del filial, propuso semanas atrás la confección del equipo con el que el Real Zaragoza B competirá en este nuevo curso en la Segunda B, después de ascender brillantemente esta temporada desde la Tercera División. Pese a planificar una plantilla con un presupuesto inferior a la de la pasada campaña en Tercera, Larraz consiguió renovar de forma verbal a todo el plantel a excepción de Anton Shvets, que decidió aceptar la oferta económica muy superior que le planteó el Villarreal. El problema ha surgido cuando ha habido que trasladar el acuerdo verbal a un contrato de negro sobre blanco, a un contrato escrito. La razón desvela con toda su crudeza la actual situación del Real Zaragoza: nadie en el club aragonés ha asumido la responsabilidad de redactar los contratos correspondientes y firmarlos. Lo peor es que el caso de Robert Simón no es aislado. A fecha de 8 de julio, el Real Zaragoza tiene libres a los más preciados talentos de su filial, sujetos al club exclusivamente por contratos verbales alcanzados con Emilio Larraz. En esta misma situación se encontrarían incluso futbolistas que van a subir al primer equipo, como Adán Pérez, que sigue sin firmar.Activo esencial 

Los números que figuraban en el acuerdo con Robert Simón también retratan al actual Real Zaragoza. La confianza mutua que se profesan Robert y Larraz había propiciado que el centrocampista catalán hubiera decidido renovar por el filial por apenas 15.000 euros brutos anuales. El jugador rechazó ofertas económicamente superiores de la misma categoría, pero cuando le llegó una propuesta de tres años de un club de Segunda A no pudo decir que no. De esta forma, el club aragonés pierde a un activo importante, a un jugador que por su edad y condiciones podría haber saltado en breve al primer equipo. Lamentablemente para el Real Zaragoza, este año estará en el mismo terreno de juego, pero defendiendo la camiseta del conjunto rival. 


La sensacional temporada desarrollada por el Real Zaragoza B en el pasado curso proclamaba que el futuro del club aragonés debería pasar por los jugadores y por el entrenador que consiguieron obtener tan excelentes resultados en medio de una entidad instalada en el caos. Sin embargo, un mes y medio después de saltar a Segunda B, la incertidumbre continúa gravitando sobre los futbolistas que constituyen uno de los mayores activos que todavía le restan al Zaragoza. Los más prometedores chavales del filial, muchos de los cuales probablemente saltarán a un primer equipo que a siete días del inicio de la pretemporada solo tiene 12 jugadores, están unidos al club por vínculos exclusivamente verbales. Del grupo selecto del Real Zaragoza B, solo el portero Óscar Whalley, el medio Tarsi Aguado y ariete Diego Suárez están sujetos al club por un contrato rubricado. Todo lo demás son palabras. Palabras y más palabras. Incertidumbre en un club que se desangra por todos sus costados. También en su filial.