MIGUEL RÍOS

«Poder elegir cuándo irme lo tomo como una despedida festiva»

El autor de ?Rock & Ríos? pone fin a su dilatada carrera con una gira que hoy recala en Zaragoza. ?Bye bye? a una voz suprema e intergenaracional, a la voz por antonomasia del rock español.

Miguel Ríos, el miércoles pasado, en el Club Náutico de Zaragoza. Hoy actúa en el Pabellón Príncipe Felipe a las 22.00
«Poder elegir cuando irme lo tomo como una despedida festiva, no como un duelo»
ARáNZAZU NAVARRO

Cuando salieron las primeras fechas de esta gira de despedida, y parecía que únicas, Zaragoza no estaba en la lista. Era extraño, sabiendo la huella que dejó aquí, con algunos conciertos memorables –en La Romareda, sobre todo–, su buena amistad con el alcalde Ramón Sáinz de Varanda o, incluso, el hecho de que en una ocasión dijo a este periódico que esta ciudad había sido clave en su carrera...

Bien es verdad que, por la crisis, los socios que están metidos en esto me dijeron que mejor no hacer más ciudades que las iniciales, Madrid, Barcelona y Granada, pero a mí me apetecía mucho ir a Zaragoza. He revisado tu blog y ahí hay una cantidad de historias compartidas y de conciertos inolvidables en la plaza de toros, en La Romareda…, es una larga relación de amor con Zaragoza, nunca he tenido la mínima cuita con nadie, todo ha sido maravilloso, así que no podíamos dejarlo, y ahí vamos. Estoy emocionadísimo.


Hace diez a ños, confesaba igualmente a este periódico que «no pensaba ponerse fecha de caducidad». ¿Qué le ha hecho ahora ponérsela? ¿Aquel consejo de su madre: «Niño, no te me hagas viejo en el escenario»?

Jajaja, siempre está la voz de las madres en la conciencia, el Pepito Grillo que te guía… Bueno, ¿sabes qué pasa también? Que yo creo que tener la oportunidad de decir adiós y no desvanecerte en el olvido era fundamental para mí. Luego, que tenía que ser en esta gira, porque si monto otra posterior, ya lo haría con 70 tacos, y yo no soy de los Rolling, no llevo limusinas, ni puedo ir a cambiarme la sangre ni tomo sustancias energizantes ni nada de esto, jajaja, tengo que ir a currármelo todavía.


¿También han influido los tiempos actuales?

Sí, ha influido también el cómo, de alguna forma, se está configurando nuestra propia profesión. Yo me doy cuenta de que la gente que está empezando ahora, o que ya lleva un tiempo, tiene que aprender de un diferente catón, y a mí eso me supera. Cuando me di cuenta de que no era importante estar en la brecha constantemente, fue muy reconfortante. Esta es una batalla que tienen que jugar otros; yo he contribuido a traerla hasta aquí, pero ahora son otros a los que les toca. Estas nuevas fórmulas de relación entre los que te siguen y tú, me es tan diferente que no apetece seguir.


¿Eso significa estar contra los tiempos?

No, no es estar en contra de los tiempos. Yo tengo, ahora mismo, un iPad encima de mis rodillas y me encanta lo que la tecnología actual ofrece… Se han dado, también, otras circunstancias, como el hecho de poder haber armado una buena banda, el perfilar un concepto de concierto bastante decente, y bastante caro por otro lado, y cuando vi eso, me dije: Pues, mira, ya está, hago lo que tengo que hacer ahora y me voy.


No se imagina a Miguel Ríos de jubilado, jugando a la petanca…

No, no, jajaja. La verdad es que tengo muchas ganas de hacer otras cosas, por ejemplo, poder dedicarle más tiempo a la literatura… Me apetece mucho, por ejemplo, volver a revisar la vida que he vivido…


¿Es el aviso de una futura autobiografía en plan ‘Life’, de Keith Richards? Al margen de la escrita por el voluntarioso José Luis Álvarez para Júcar, usted no tiene publicado nada jugoso sobre sí mismo, cuando todos los de su generación tienen una biografía, incluso Los Mustang en verso, escrita por ellos mismos...

¿Ah, sí? No me digas, ¿en verso? ¡Qué genial! Los Mustang han sido siempre muy peculiares, jajaja. La Biblia en pasta y la biografía en verso (más risas). A mí también me apetece escribirla, no en verso, claro, pero sí siguiendo el modo de la de Clapton, que está muy bien.


¿Y revelarían muchas cosas inéditas esas memorias o ya conocemos todo, o casi todo, de Miguel Ríos?

Bueno, no entraré en interioridades como hace Clapton hablando de Carla Bruni. Como dato jugoso, cuenta cómo ella le pedía insistentemente el teléfono de Mick Jagger porque quería conocer a los Stones, hasta que lo llamó y le dijo: «Mira, hay una tía guapísima que quiere conocerte, pero déjala viva». Y después de jurar y perjurar que así lo haría, se acostó con ella. No. Solo será la impresión de revisitar mi propia vida, eludiendo cosas que evidentemente son inconfesables. Uno ha vivido enfrente de un colegio de pago y algo se pega para mantener los modales, y no se hablará de féminas ni de otras cuestiones íntimas. Me apetece, simplemente, hacer memoria. Además, se da la circunstancia de que con este aparato impresionante que tengo en mis rodillas, o con los ordenadores e Internet, resulta que todo está colgado. De mí, hay detalles que yo mismo desconocía, y lo mismo de otra gente. Es impactante, por ejemplo, ver un disco de Rocky Kan que él mismo me regaló y que hacía un montón de años que no veía.


O sea, que va muy en serio lo de la retirada total…

Sí, sí. No es de mentirijilla. No creo que ni mi psiquis ni mi deseo ni mi cuerpo estén en seguir alargando esto de forma artificial. Yo creo que ha llegado el momento, mi momento, la posibilidad de elegir yo el momento de cuando irme, de decir adiós, y, por tanto, yo lo tomo como una despedida festiva, no como un duelo.


Lo cual es un privilegio. En este oficio, poder decidir cuando irse de los escenarios por sí mismo, sin que el público, los medios, la gente… te empujen, es una historia poco común…

Exacto. La verdad es que yo empecé a barruntarlo en el ‘Memorias en la carretera’. Me dije: Voy a hacer un disco memorialístico y con él me voy. De hecho, en Gredos tuve un montón de gente invitada, lo que pasa es que luego empezó a quedarse muy diluido. Iba a sitios pequeños…, estuve en un pueblo de Zaragoza, donde di un conciertazo, pero la verdad es que no me llamaban de muchos sitios, así que me dije: ¿Cómo puedo hacer que esto tenga más eco? Pues me alío con un gran medio de comunicación, hacemos un disco, lo sacamos con este medio, lo difundimos, tenemos un aparato propagandístico grande y vuelvo a ir a los sitios donde hay que ir. Y en este sentido estoy muy contento, porque vidas como las de Rocky Kan, en este oficio, hay muchas, ¿eh?


Pero, aparte de esas probables memorias, parece que no se va a desligar de la música…

No voy a dejar de cantar, digamos, ‘strictu sensu’. Cuando me entre mono de cantar y pase alguien por Granada, pues cantaré algo con él, o me monto un pequeño concierto con varios amigos y canto a beneficio de gente necesitada: Amnistía, Médicos sin Fronteras…, hay muchas causas por las que trabajar. No será una retirada drástica, pero lo que es claro es que ya no se oirá nunca: «Miguel Ríos saca un disco y se mete en la carretera con una nueva gira». Ya no hay más. Y no hay más porque estoy aguantando esta con una energía que sé que tiene fin; si no, me derrumbaba mañana mismo. No hay vuelta de hoja.


¿Y ni siquiera grabar discos?

No, eso sí que no. Tú sabes la putada que es trabajar para colgar un disco ahí. Yo no entiendo eso. No entra dentro de mi filosofía. Los tiempos tienen su estética y en este sentido la mía no es de este tiempo.


Y a la hora de seleccionar las canciones de estos conciertos de despedida, ¿no ha tenido la tentación de hacer una recopilación en el escenario de su vida musical? Para quienes le siguen desde los sesenta, quizá se sientan defraudados por obviar aquellos primeros 13 epés, su etapa de twister…

Bueno, el asunto es que hay que cantar dos horas y media, yo no creo que pudiera aguantar tres o cuatro horas, por lo que me dije: Voy a escoger una serie de canciones por el concepto del tiempo en que fueron hechas y otras que son las que yo creo que forman parte de mi bagaje esencial. Y, entonces, de los sesenta cojo ‘El río’, porque, además, ahora sigue teniendo una lectura irónica cuando canto «allí nada ha cambiado, nuestro río sigue igual», es una contra canción; luego, canto ‘Vuelvo a Granada’, que no la he cantado casi nunca desde los ‘Conciertos de rock y amor’, pero es una canción a la que le debo mucho...


Aprovechando esa sección de metal que lleva ahora, ¿no se le ha ocurrido hacer ‘No sabes cómo sufrí’, una de las piezas soul-rock más compactas y genuinas que se hayan hecho en la música española, y ello partiendo, dicho en broma, de una ‘canción de misa’, como era la versión original de María Ostiz?

Pues tienes razón, no la he considerado, no había caído en eso. En aquella época yo tenía la dificultad de tener que interpretar en directo con cuatro músicos los arreglos que previamente había hecho Waldo de los Ríos en el estudio, lo que era misión imposible. Vamos, tenía que tirarme al pie de los caballos y darle la vuelta, pero esta fue una canción que fue al contrario: la hice con aquellos cuatro músicos, se la llevé a Waldo de los Ríos y le pareció bien hasta el punto que me dejaron grabarla con la banda mía de directo porque siempre había que grabar con los músicos de ellos. Fue genial porque la hacíamos así en plan shuffle soul, pero sí que fue una canción que a mí me marcó, y te digo una cosa, tío, la voy a montar para cantarla una vez antes de irme.


Si es en Zaragoza, mejor…

Ahí ya no, no me dará tiempo a montarla. La verdad es que es una pena porque se quedan muchas canciones fuera, canciones que me duele mucho no meter, más con la banda que llevo, que es brutal, de las mejores bandas que he tenido nunca, con una energía en el escenario... No hay mercenarismo en estos músicos, es creación pura y los tíos tiran para adelante..., sobre todo, el director José Norte, un fuera de serie, brutal.


«He trabajado para que la gente me quiera», ha dicho. ¿Se va con la sensación plena de objetivo cumplido?

Sí, yo creo que sí he logrado eso. Silvio Rodríguez cantaba en, creo, ‘Sueños con serpientes’: «Sé la gente que me quiere y que me odia». Yo, también. Tengo la sensación de que conseguir la aprobación general es absurdo y nunca ha sido mi objetivo, pero que sí he despertado una corriente de simpatía y de solidaridad de la gente hacia mí por lo que yo he representado como esfuerzo, intentado mejorar, ir dando cada vez más cosas. Yo creo que, al final, eso ha calado en la gente y creo que tengo más cariño que odio, lo que no quita que haya gente que te considere un ‘soplapollas’, seguro, aunque noto que gente que está en mis antípodas tanto éticas como estéticas dice: bueno, al menos este tío es coherente con lo suyo.


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