ARTE URBANO

Nueva vida para los murales callejeros que aceleraron la Transición

El Colectivo Plástico de Zaragoza realizó durante los 70 numerosos carteles reivindicativos, de los que se conservan tres en La Almozara.La asociación vecinal ha cedido los murales al Gobierno de Aragón

Los mensajes de los carteles aludían a problemas reales del barrio. En este se piden más locales y parques públicos.
Nueva vida para los murales callejeros que aceleraron la Transición
J.M. MARCO

El paso del tiempo ha dejado huella en los colores, que ya no brillan como lo hacían hace tres décadas. Uno de los murales que portaban los vecinos por las calles de La Almozara reivindicando más escuelas y calles asfaltadas aparece rajado por el extremo superior. Pero, en la nueva sede vecinal siguen guardando como oro en paño tres enormes pancartas, de más de dos metros de ancho por dos metros de largo, el único material que queda del trabajo realizado por el Colectivo Plástico de Zaragoza.

 

Son testigos mudos de una época, los años previos a la Transición. A mediados de los setenta (1974-75), se convirtieron en el estandarte que abanderó las movilizaciones sociales, políticas y culturales de los vecinos de La Almozara.

 

Los dibujos siguen teniendo hoy la misma fuerza, pero los mensajes parecen trasnochados y fuera de contexto. Todo lo contrario que en aquella época, cuando esas frases, cortas y exclamatorias representaban el sentir de miles de vecinos del popular barrio de La Química. Cientos de ciudadanos salían a manifestarse portando estas enormes pancartas.

 

Estos tres murales, que pronto pasarán a manos del Gobierno de Aragón, se han conservado durante años colgados de las paredes del viejo local de la asociación de La Almozara. En ellos, sus autores plasmaban reivindicaciones sociales, como parques públicos, más colegios, menos contaminación, locales para jóvenes..., pero también hacían alusión a los problemas políticos de la época y reclaman amnistía y más libertad.

 

"Nunca hicimos estos trabajos pensando que eran una obra de arte, ni mucho menos. Ahora tampoco pensamos que lo sean, pero sí creemos que es un testimonio social de unos años en los que nuestros murales salieron a la calle para pedir mejoras sociales, económicas y culturales para los barrios de la ciudad", recuerda Enrique Larroy, uno de los nueve fundadores del Colectivo.

 

Para la asociación vecinal de La Almozara, Larroy y sus compañeros realizaron cuatro enormes murales (uno de ellos no se conserva), y suyas fueron también muchas de las pancartas que, pocos años antes de la Transición, recorrían los barrios de la ciudad o servían como telón de fondo para los conciertos de Labordeta.

Un trabajo en equipo

"Nuestra colaboración era totalmente desinteresada, nunca cobramos un duro por nuestro trabajo, solo pedíamos el material y, si eso no era posible, no pasaba nada, nos invitaban a comer y listo", apunta el pintor Eduardo Salavera.

La metodología de trabajo solía ser casi siempre la misma. Días antes de la manifestación, los artistas se reunían para debatir sobre el tipo de mural que iban a realizar y los temas que querían destacar.

 

Normalmente, los encuentros se hacían en el estudio de Eduardo Salavera, en la calle de Jusepe Martínez Díez y después de una tormenta de ideas, que, en ocasiones, duraba horas, cada uno se marchaba a su casa para hacer los bocetos.

"Aunque podía parecer que era un proceso espontáneo, lo cierto es que el trabajo era muy metódico. Después de presentar los dibujos, seleccionábamos los que mejor captaban el mensaje. Nada era improvisado", señala Sergio Abraín.

 

Con los deberes hechos, el día de la manifestación, o como muy pronto la tarde anterior, se reunían para pintar las pancartas. "En ningún momento nuestra idea era hacer una obra de autor, lo que queríamos era transmitir un mensaje colectivo. Por eso, a no ser que conocieras muy bien la trayectoria de cada uno de nosotros, era difícil identificar qué parte había diseñado o pintado cada uno", asegura Eduardo Salavera.

 

Horas después, con el olor de la pintura reciente, eran los vecinos los que se encargaban de cargar en caballetes estas pequeñas obras de arte colectivas y pasearlas por las calles, al grito de 'Más calles asfaltadas' o 'Locales para jóvenes'.

 

"Eran algo más que simples pancartas reivindicativas. Eran el testimonio de unos artistas comprometidos con la sociedad en la que vivieron, por eso estos carteles no podían ir a la basura, había que guardarlos para que la gente supera la importancia que tuvo el movimiento vecinal hace ahora 30 años", concluye Encarna Mihi, presidenta de la asociación de La Almozara. Ella confía en que estas obras se coloquen en un lugar "significativo", donde la gente pueda verlas y conocer un poco mejor la historia más reciente de la ciudad.