CÓMIC

La increíble historieta de Enrique Forner

Durante toda su vida, el zaragozano Enrique Forner pintó cientos de dibujos e historietas en la intimidad de su casa. A pesar de tener talento suficiente como para vivir de la ilustración, este tímido hombre prefirió continuar con su tranquila vida como técnico de Telefónica

De película. Así se podría calificar la historia de Enrique Forner, un zaragozano que durante toda su vida se dedicó a dibujar centenares de cómics, llegando a crear series completas. Lo fascinante es que durante todo ese tiempo, la timidez de este trabajador de Telefónica, fallecido en mayo de 2007, le impidió hacer pública su obra, que guardó celosamente para sí.


Cuando Enrique murió, su cuñada y la hermana de esta hallaron con sorpresa que un armario de su piso estaba repleto de tebeos escritos e ilustrados por él. Aquel guardarropa guardaba desde hacia muchos años las aventuras espaciales de Rody Futuro, las hazañas submarinas de Kim de los Océanos y las intrigas policiales de Bombita. "En la familia sabíamos que dibujaba, pero no esperábamos encontrar tanto", asegura Pilar Vidal, hermana de la cuñada de Forner, que se ha encargado de poner en orden los papeles.


Las hermanas Vidal no sabían qué hacer con aquel inesperado legado y contactaron con Malavida, la asociación de amigos del tebeo que ha sacado a la luz a este anónimo artista. "Nos quedamos alucinados al ver aquello. Tenía un estilo y calidad equiparable a tebeos clásicos de la época, como 'Roberto Alcázar y Pedrín' o 'El guerrero del antifaz", afirma el dibujante Marcos Jiménez, de Malavida.


Y no es de extrañar que sus dibujos fueran magníficos, porque desde niño no soltó los lápices. Enrique Forner nació en Huesca en 1924, aunque pronto su familia se trasladó a Zaragoza, donde estudió en los Escolapios. Allí, según cuenta su cuñada, Ana Vidal, ya se llevó algún rapapolvo de los maestros por llenar de bocetos los cuadernos. Ante tanta afición, sus padres le inscribieron en la Escuela de Artes, donde perfeccionó su estilo. Pero, al igual que toda su familia, ingresó en Telefónica, donde trabajó hasta su jubilación.


"Nunca pensó en sacarle provecho a su afición, dibujaba únicamente para su propio entretenimiento", explican las hermanas Vidal. Según Marcos Jiménez, Enrique tenía la suficiente destreza como para poder haber vivido del cómic. "Hoy sería un hombre reconocido. Muchos dibujantes han pasado a la historia con un nivel técnico muy inferior al suyo", afirma.


¿Por qué este artista nunca intentó dar el salto al mundo profesional? La respuesta está en la timidez de un hombre soltero que ante todo apreciaba la vida tranquila. "Nosotros le decíamos que presentara sus dibujos a alguna revista infantil, pero él temía comprometerse y que le exigieran una historieta a la semana. Había tardes que iba al cine y no dibujaba; no quería dejar de hacer lo que le gustaba", cuenta Ana Vidal.

La gran pasión de este operador técnico era el cine, lo que queda reflejado en sus dibujos, con referencias a películas de ciencia ficción y de la factoría Disney. "Era muy aficionado porque en la sala no tenía que hablar con nadie, se apagaba la luz y estaba solo", apunta Pilar Vidal. También era un ávido lector de novelas "pulp" y de tebeos, donde encontraba inspiración para todo su trabajo secreto.


De aquella mezcla de referentes surgieron historias como la de "Rody Futuro", el joven patrullero galáctico. A lo largo de 13 números, entre 1974 y 1977, Enrique desarrolló esta serie de ficción en la que aparecen recursos de guión tan modernos como los "flashbacks" o los "crossover". Todo ello dibujado pulcramente sobre papel "galgo" y, en ocasiones, coloreado con acuarelas o lápices. Unos cómics a los que, según Marcos Jiménez, "solo les falta ponerles el precio", ya que tienen elaboradas portadas con los títulos de cada capítulo.


Desde los años cincuenta surgieron también de sus lápices personajes como Bombita, el sheriff Rice, el indio Plumita, el patrullero espacial Jasper Craig, el ecologista Kim de los Océanos; o las muy guapas Cora de Plutón y Connie. "El dibujo de damas se le daba perfectamente. Ante todo admiraba la belleza", explica Ana Vidal mientras repasa los originales.


A Enrique también le gustaba el fútbol, y era un gran seguidor del Real Zaragoza. Por eso, cada jornada de liga o copa hacía una crónica ilustrada de los partidos. Capítulo aparte merecen sus fábulas ilustradas o sus pequeñas críticas costumbristas, que dejan entrever una personalidad poco amante de los cambios del mundo moderno.


Este introvertido dibujante quizás tenga finalmente su reconocimiento. La asociación Malavida está interesada en hacer una exposición de su obra en el 7º Salón del Cómic de Zaragoza, el próximo mes de diciembre.

Un homenaje al que, si estuviera vivo, tendría reparos para acudir: "Era retraído, no le hubiera gustado ser el centro de atención", afirma su cuñada.