ARQUITECTURA

El cementerio de Utebo y una escuela de Alfajarín, premios Ricardo Magdalena

Las intervenciones en el paisaje de Calatayud han recibido un accésit. El jurado recuerda la figura del turiasonense Félix Navarro Pérez.

Imagen del complejo funerario de Utebo que ha sido premiado.
El cementerio de Utebo y una escuela de Alfajarín, premios Ricardo Magdalena
HERALDO

El complejo funerario municipal de Utebo y la escuela de educación infantil de Alfajarín comparten el premio Ricardo Magdalena de Arquitectura en su vigésimo segunda edición. Dos obras que constituyen una metáfora de la vida y la muerte. El camposanto utebano ha sido diseñado por José Antonio Alfaro, Carlos Labarta, Gabriel Oliván, José Ángel Abad y Alejandro Dean. El centro escolar es obra de Jaime Díaz. Además, el jurado ha concedido un accésit a las intervenciones en el paisaje de la Comunidad de Calatayud de Sergio Sebastián y ha concedido el diploma al Mérito en la Arquitectura al arquitecto turiasonense Félix Navarro Pérez, cuando se cumplen cien años de su fallecimiento.

 

Cementerio digno de estudio

Del nuevo camposanto de Utebo, el jurado destaca "el empleo conjunto de formas y materiales que caracteriza la eficaz sencillez, cuya expresividad simbólica resulta consecuente con su función".


José Antonio Alfaro, uno de los autores, señala que el proyecto está pensado para que "vaya creciendo, ya que el que se encontraba pegado a la zona del pueblo ha sido engullido por el casco urbano".


Desde el punto de vista técnico, Alfaro destaca que el complejo funerario se compone de dos partes. Por un lado está la zona de los nichos, "donde hemos planteado una intervención sencilla pero con respeto, con pequeños parterres y enredaderas, y a la vez que se trata de una zona cerrada por protección hay sensación de apertura gracias a las áreas soleadas". Remarca asimismo el uso del hormigón visto, que para darle luz y "limarlo" se ha "chorreado con arena, el mismo sistema que se utiliza normalmente para limpiar fachadas".


Una segunda actuación se centra en el edificio del tanatorio. "Dispone de tres salas de duelo, y dentro del aire reservado propio de lugares como estos, cada una cuenta con un pequeño patio de luz natural", describe José Antonio Alfaro. Con la distribución del espacio también han buscado "el simbolismo del recorrido del cadáver", y así llama la atención el lucernario sobre la gran puerta que conecta con el cementerio.

 

Espacio para el aprendizaje

Acerca de la escuela de educación infantil de Alfajarín, el jurado subraya "la cuidadosa geometría del edificio" y "su especializado tratamiento exterior, capaz de interpretar la función interior y trasladarla al ámbito que le es propio".


La imagen del inmueble está condicionada «por la posición tan peculiar y radical de Alfajarín, con la espalda contra el talud monegrino y mirando al sur, a la huerta y a la vida», dice el arquitecto Jaime Díaz. "No intenta ser didáctico en sí mismo, sino un vehículo para que padres y profesores alcancen el objetivo de una educación a través de la naturaleza. Todas alas aulas se abren al sur, tienen la misma orientación y protección, y al final el patio es una prolongación del aula", recalca.


La fachada intenta ser austera y se resuelve con dos materiales: prefabricados de hormigón y paneles de chapa. En el interior destacan los murales fotográficos que decoran el pasillo de distribució. Se trata de tres tramos lineales con un total de 30 metros por tres metros de altura con imágenes de carrizos del valle del Ebro, tomadas por el fotógrafo bilbaíno Aitor Ortiz, que expone en el Guggenheims.