Reportaje

Pasado, presente y futuro del humor aragonés

Trece humoristas aragoneses han reflexionado sobre el momento que vive el humor aragonés. Salvando la crisis económica, de la que nadie escapa, el diagnóstico es positivo y esperanzador.

Los humoristas representan 'La última merienda-cena'
Pasado, presente y futuro del humor aragonés
M. T.

El humor aragonés goza de buena salud. Tiene algunos achaques que dependen más de 'agentes externos' –esa crisis que no se deja un rincón por recorrer– que de sus circunstancias. A grandes rasgos, las risas en Aragón no corren peligro. Humoristas gráficos, televisivos, radiofónicos, teatrales, magos y cantautores cómicos... No hay espacio que se le escape al humor de esta tierra que, tal y como explican algunos miembros del gremio, ha avanzado mucho en los últimos años y se hace valer también fuera de la Comunidad Autónoma.


Reunidos en el Juan Sebastian Bar de la capital aragonesa –uno de los pocos establecimientos con programación fija de humor en la capital junto a otros como El Zorro, las salas Morrisey y Da Luxe o La campana de los perdidos–, 13 humoristas aragoneses de diferentes ámbitos han realizado un diagnóstico del estado actual del humor aragonés.


Como parte del mundillo televisivo, acudieron a la cita Jorge Asín y Marisol Aznar; a la radio la representó Agustín Martín; de parte de los monologuistas, Mariano Bartolomé y Diego Peña; la cuota del teatro cómico la ocuparon Javier Ercilla, de Los Mancusos, y Miguel Cabrejas y Paco Bruna de Escuela Cómica Suicida; X-Car Malavida y José Antonio Bernal acudieron como 'delegados' del humor gráfico; representando a la música estuvieron Juako Malavirgen, Jaime Ocaña (también es actor) y Pepín Banzo (‘showman’ en general) y en alma –que adquirió forma de papel– estuvieron Los Gandules.

¿Está peor el humor ahora que antes?


La primera pregunta, obligada: ¿Cómo ha afectado la crisis al humor aragonés? ¿Se ha cebado demasiado o ha dejado hueco a la esperanza? La respuesta, agridulce. “En Zaragoza apenas hay sitios que apuesten por la comedia como pasa en otras ciudades. Hay algún bar que algún día a la semana hace monólogos, pero nada más”, señala Juako Malavirgen.


“La gente no tiene un duro y no va a los bares”, añade Mariano Bartolomé. El verano, según señalan desde Escuela Cómica Suicida, tampoco ayuda a los bolos en bares: la gente prefiere consumir en las terrazas.


La visión optimista la ofrece el dibujante X-Car. “Hace 10 años no había circuito de conciertos ni de nada. Vale que hace dos años había más movidilla pero ahora, yo cómo público, creo que todos los días se tiene la oportunidad de ver algo”, apunta.


El circuito de bares de humor se ha hecho más pequeño fruto de la crisis, pero por lo menos existe”, coincide Marisol Aznar, única mujer humorista entre el plantel que acudió a la cita y que no dudó en animar a que más mujeres se animen a hacer humor, aunque todos advirtieron: el oficio no es nada fácil.

Hacer reír no es hacer el tonto


En un curso para ser cómico, quizá la primera lección sería esa: hacer el tonto no es humor, humor es trabajo. “Hay salas que te invitan a actuar y que no están preparadas. Se creen que eres un mono de feria y piensan ‘venga lo ponemos en una esquina y que cuente chistes’. Y esto del humor, aunque parezca que no, hay que prepararlo mucho”, explica Mariano Bartolomé.


“Hacer reír no es hacer el tonto. Es muy serio, es un oficio”, indica Marisol Aznar. Su compañero de batallas, el zaragozano Jorge Asín, añade que cuando el humor funciona, todo va bien, “pero cuando la gente no está por la labor, es súper ingrato”.


Por eso, para que un espectáculo no haga aguas, tienen que tener muy claro qué hace gracia al público. Todos hacen valer una consigna en este sentido: si no te hace gracia a ti, mejor no lo hagas. Agustín Martín señala otra clave: al público le gusta verse representando, reconocer las historias de las que los cómicos hacen humor, por eso todos intentan trabajar con temas familiares. “Llevarlo todo a lo aragonés”, que dice Agustín. “Yo también ‘aragonesizo’ mucho. Si te crees tu estilo, estás a gusto y se lo transmites a la gente todo sale bien”, opina Pepín Banzo.


Además de dar con los temas clave, el público tiene que estar por la labor, algo que, tras años de trabajo, han conseguido. “Cuando actúas en bares la gente está dispuesta a verte”, dice Javier Ercilla, de Los Mancusos, que señala que ellos consiguen mantener la atención del público intacta durante sus actuaciones a través de ‘sketches’.


Otro asunto importante en este sentido es que hacer humor a veces resulta complicado: como es normal, en su vida cotidiana hay momentos que no se prestan a ejercer este trabajo, pero tienen que esforzarse por dejarlos a un lado. “Nosotros tenemos que hacer humor a raíz de problemas personales. Esto es algo que no se ve cuando dibujas o haces monólogos y es la dificultad de este oficio”, opina Juan Antonio Bernal, humorista gráfico.

“Se ha perdido el complejo”


El humor aragonés no es algo nuevo, no adolece de ser una moda, tal y como explica Jaime Ocaña, actor cómico y músico que lleva unos cuántos años dedicándose a hacer reír. “Antes había cómicos, quizá no tantos ni tan buenos como ahora, pero había”, dice Ocaña. “Hemos pasado de Marianico el Corto, del ‘yeee’ y el ‘co’ y de la baturrada del ‘chufla-chufla’, a hacer humor inteligente, a saber reírnos de nosotros mismos”, reflexiona Agustín Martín.


También ha habido un cambio de actitud cuando hacen espectáculos fuera de la Comunidad. “Antes podía haber algo de complejo, de miedo a que no te entendieran”, dice Marisol Aznar, quien añade que “ese complejo lo hemos perdido nosotros, no desde fuera”. “Yo a veces tengo bolos en Madrid y tengo que parar la actuación para explicar algunas expresiones”, apunta Juako Malavirgen. Algo que también ha vivido Pepín Banzo. Si alguna cosa no se entiende, la explicas y a lo mejor se ríen más”, indica.


Marisol apunta que dentro y fuera de la Comunidad, el humor aragonés no es solo acento, que hay mucha gente haciendo muchas cosas en diferentes ámbitos, algo que le hace mantener la esperanza y tener la convicción de que “no es un edificio en ruinas esto del humor aragonés”.


Estos cómicos consideran que su trabajo es aún más necesario en tiempos de crisis como los que vivimos, que la gente necesita una vía de escape para olvidarse por unos momentos de la situación. Y aunque no haya crisis, están seguros de que no les va a faltar trabajo.


“Temas para hacer reír va a haber toda la vida, gente dispuesta a hacer reír va a haber toda la vida y gente dispuesta a reírse va a haber toda la vida”, argumenta Diego Peña de forma simple y lapidaria. Un argumento incontestable para augurar larga vida al humor D. O. Aragón.