'El caso Asunta': enganchados en Netflix a un crimen incomprensible

Las seis horas del 'true crime' funcionan como un tiro pese a algunos excesos en los personajes de Rosario Porto y el juez instructor

Hallan ahorcada a la madre de Asunta, Rosario Porto, en la cárcel de Brieva
Imagen de archivo de la madre de Asunta, Rosario Porto.
EFE

¿Qué madre puede querer matar a su hija? Es una frase que se escucha en varias ocasiones en 'El caso Asunta', absorbente serie de ficción "basada en hechos reales" que Netflix estrena este viernes y que muchos espectadores devorarán del tirón. Seis episodios de alrededor de una hora que reconstruyen un caso de la crónica de sucesos que conmocionó España en 2013: el asesinato de la niña Asunta Basterra.

Sus padres, la abogada gallega Rosario Porto y el periodista bilbaíno Alfonso Basterra, fueron condenados a 18 años por el crimen. Drogaron a la pequeña y la ahogaron para después arrojar su cuerpo en una pista forestal cercana a la casa familiar de la madre en las afueras de Santiago. Porto se ahorcó en 2020 con el cinturón de su bata en la cárcel de Brieva. Era su tercer intento de suicidio en prisión. Basterra lleva diez años en el centro penitenciario de Teixeiro. Jamás ha admitido el asesinato ni mostrado arrepentimiento. 'El caso Asunta' es una serie de la productora Bambú ('Velvet', 'Fariña',' Las chicas del cable'), que ya abordó el mismo caso en un documental.

El guionista y productor Ramón Campos sabe que tenemos grabada en nuestra memoria uno de los crímenes más mediáticos de los últimos tiempos. Por eso arranca con las imágenes del matrimonio siendo entrevistado en televisión, cuando presumían de ser la primera pareja en adoptar una niña china en Galicia. El parecido de Candela Peña y Tristán Ulloa con los auténticos protagonistas es asombroso.

Esta extraña pareja, tanto en la realidad como en el 'true crime' de Netflix, despierta nuestra fascinación. ¿Qué lleva a dos personas cultas, racionales, con buena posición social, a querer matar a una niña superdotada con la que formaban una familia en apariencia perfecta? El misterio de la serie no es tanto averiguar de qué manera la mataron, sino desentrañar sus personalidades. El suspense radica en entender lo incomprensible.

Candela Peña arriesga a la hora de dar vida a Rosario Porto, sobre todo por el marcado acento de la abogada coruñesa: no se trata de calcar al personaje real, sino de que resulte verosímil en pantalla. Frágil, inestable y manipuladora, Peña logra que nunca nos fiemos de una madre que no parece querer que se encuentre al asesino de su hija. En algunos momentos su composición chirría por exagerada y manierista.

Menos espectacular pero quizá por ello más meritoria resulta la labor interpretativa de Tristán Ulloa, en la piel de un hombre humillado, fracasado y amargado. Un 'pringado' con un volcán de ira en su interior, al que sobrepasa el divorcio porque sigue enganchado de su mujer. Y no solo porque necesita el dinero, sino porque de verdad quiere cuidarla y no romper la familia.

"No vendía tantos periódicos desde el Prestige", suelta un kiosquero en un momento de 'El caso Asunta'. Y lo cierto es que ni el guionista más imaginativo hubiera imaginado un culebrón adictivo con tantos elementos, aprovechados por la serie con matemática eficacia. Ahí es nada descubrir que el cuerpo de la niña de 12 años albergaba 27 pastillas de Orfidal. Que Rosario Porto tenía un amante. Que Alfonso Basterra guardaba fotos procaces de su hija en el ordenador. Que en la camiseta de Asunta había manchas de semen de un extraño. Que pocos días antes del asesinato un asaltante intentó ahogarla en su dormitorio...

Pasado de rosca

Los breves flashbacks del pasado familiar -la niña no habla hasta el cuarto episodio- no importan tanto como la instrucción del caso. Javier Gutiérrez encarna al juez que se toma como algo personal la causa. Piensa que el matrimonio se encaprichó con la niña y después se cansó de ella. Mira que siempre está bien, pero aquí Gutiérrez se muestra un pelín pasado de rosca al bregar con un personaje gañán, que más bien parece un policía barriobajero.

No nos importa la vida personal del juez instructor, a cargo de un padre que le supone una carga. Tampoco la de los dos guardias civiles de la investigación (María León y el estupendo Carlos Blanco), una tratando de quedarse embarazada y el otro cuidando de una nieta. Son digresiones en la trama por aquello de alcanzar las seis horas de una historia que no necesita tanto metraje.

Sin embargo, mentiríamos si no dijéramos que 'El caso Asunta' funciona como un tiro. La pareja fotografiando en el velatorio el féretro de su hija, las conversaciones entre ambos en sus respectivas celdas o la recreación del crimen en el quinto episodio son brillantes momentos de cine (o televisión), remarcados por el morbo de que lo que estamos viendo recreado sucedió de verdad. La pequeña Asunta Yong-Fang (aroma eterno) sigue doliéndonos como hace un década.

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