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  • Teresa Perales | Nadadora paralímpica y Premio HERALDO 2018

Preparación para los Juegos Paralímpicos o para la vida

Preparación para los Juegos Paralímpicos o para la vida
Preparación para los Juegos Paralímpicos o para la vida
H. A.

Preparación. Para unos Juegos Paralímpicos. Para el primer día de clase. Para el parto. Para trabajar. Para celebrar una fiesta. Para cualquier aspecto de nuestra vida. Es una de las claves fundamentales para alcanzar la meta que nos hayamos propuesto. Todo lo que hacemos la requiere. Para leer este artículo, por ejemplo, han comprado el periódico, lo han abierto y, antes incluso de todo esto, han aprendido a leer. Todo contribuye. Cuando lean esto, ya sabremos todos, ustedes y yo, cómo me ha ido en los recientes Juegos Paralímpicos de Tokio. Sin embargo, yo cuando lo estoy escribiendo, no tengo ni idea de lo que me depara el futuro.

Hoy, además de redactar este artículo de opinión, me estoy preparando para ir al país asiático y participar en la versión paralímpica de los Juegos más extraordinarios de la historia aunque solamente sea por todo lo que los está rodeando. Y lo hago en el poco tiempo que me queda mientras encaro la recta final de estos cinco años de ‘preparación’. Nado los últimos entrenamientos en el CAR (Centro de Alto Rendimiento) de San Cugat dentro de una burbuja sanitaria, al mismo tiempo que hago la maleta para las próximas tres semanas y me recupero de una lesión en el hombro que casi me deja ‘fuera de juego’ hace casi dos meses. La primera gran lesión en toda mi carrera deportiva me ha obligado a llevar cabestrillo, a nadar con un solo brazo durante varias semanas y a cambiar; al menos durante un tiempo, mi habitual silla de ruedas manual por otra eléctrica. El dolor, además, es un compañero de viaje inseparable que se ha sumado a los ya habituales: agotamiento, incertidumbre, cansancio, nervios, sacrificios, ilusión…

"Una pandemia, una gran lesión, una edad que ya pasa factura han hecho que competir en estos Juegos sea una meta personal"

Normalmente, los últimos meses antes de las máximas competiciones, se hacían largos por la acumulación de entrenamientos y las ansias porque llegara el día D, ese momento en el que te juegas todo lo trabajado en tan solo unos segundos. Pero en esta ocasión, he de decir que se me ha hecho corto porque hubiera deseado tener más semanas para recuperar mi hombro. Ha sido una cuenta atrás a contrarreloj muy dolorosa, porque durante un mes el hombro se dislocaba continuamente dentro y fuera del agua con el más mínimo movimiento. Con gran dolor, mucho, muchísimo amor propio, eso de lo que nos gusta hacer gala a los aragoneses y la ayuda de médicos y fisioterapeutas, estoy logrando recuperarme para hacer honor al lema paralímpico que es ‘espíritu en movimiento’. Una pandemia, una gran lesión, una edad que ya pasa factura han hecho que competir en estos Juegos sea una meta personal que espero alcanzar en los próximos días con el mayor éxito posible, porque para mí lo importante no es solo participar, sino participar queriendo ganar.

Y en ello estoy y para eso me estoy preparando yo ahora sin saber cuál ha sido el resultado que ustedes ya conocen.

Es muy probable que lo hayan leído en este querido HERALDO DE ARAGÓN que forma parte de la vida de todos los aragoneses y que durante seis Juegos y sus correspondientes cinco ciclos olímpicos (21 años con pandemia incluida) también les ha ido contando parte importante de la mía. Espero que, en esta ocasión, aunque no haya sido la narración de una nueva medalla, algo muy improbable dadas las circunstancias de los últimos meses [finalmente Teresa Perales regresó con una medalla de plata], al menos haya sido la historia de una lucha para recuperarme en tiempo récord de una lesión que puso en serio peligro mis sextos Juegos consecutivos y a la que, como buena aragonesa, no le permití salirse con la suya. Mientras tanto, de lo que estoy muy convencida es de que, en el futuro, habrá nuevas medallas que les podrá contar algún periodista desde estas páginas.

Espero que mis conciudadanos estén satisfechos con mi esfuerzo, yo estoy muy agradecida, sin duda, por su aliento en estos días de junio y julio, cuando me veían con el brazo en cabestrillo, lejos de ofrecerme una cara de lástima, me regalaban el mejor de los ánimos y así me han ayudado a no desfallecer. Todavía recuerdo con cariño las primeras veces tras volver de Sidney 2000 que alguien se me acercaba para felicitarme… empezó siendo algo ocasional y, poco a poco, con el pasar de los años, fue haciéndose más habitual. Pero me sigue gustando tanto como el primer día y continúa dándome fuerzas.

Lo mismo me sucede con los premios. No importa de dónde vengan, siempre me sorprenden. Hace unos años, por ejemplo, el periódico que tienen en sus manos (o en su ‘tablet’ o en su ordenador, que ahora nunca se sabe) me honró otorgándome el Premio HERALDO a los Valores Humanos. ¡Un premio que no era solo por los resultados deportivos! ¡Qué responsabilidad!

O el día que salí al balcón del Ayuntamiento de Zaragoza y grité: "Viva la Virgen del Pilar" y miles de persona gritaron al unísono: "¡Viva!", y comenzaron unas fiestas del Pilar que nunca olvidaré.

Hace poco conocí que en octubre estaré en Oviedo recogiendo el premio Princesa de Asturias y todavía me emociono con tan solo recordar lo vivido el día que me lo comunicaron. Y me preocupo pensando en todo lo que va a rodear ese día. De hecho, de nuevo tendré que ‘prepararme’ para estar a la altura. Porque ese día, aunque no estén en el teatro Campoamor, me van a ‘acompañar’ muchas personas. Familiares, amigos, compañeros de selección, sí, por supuesto. Pero también personas a las que no conozco, como todos aquellos que en todo este tiempo se han acercado un día por la calle y me han dado ánimos, o felicitado o asistido a una de las charlas que he dado por toda España.

Todavía no sé si tendré que dar uno de los discursos ni la agenda que tendrán organizada para mí esos días, pero sí sé que empezaré a ‘prepararme’ en cuanto vuelva de Tokio. Pero antes, primero tengo que terminar de preparar otra cosa: la maleta que siempre cierro con la cinta de la medida de la Virgen. Y eso no pasará… si no termino este artículo al que ahora mismo tengo que poner punto final.

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