Las familias de 'La Esperanza del Gancho' respiran aliviadas

Después de 10 meses temiendo el desahucio, acaban de firmar un contrato de alquiler social.

Inga Dirsyte, una de las vecinas del bloque
Inga Dirsyte, una de las vecinas del bloque
M. Sádaba

Diez meses. Este es el tiempo que los vecinos del bloque 'La Esperanza del Gancho' han tardado en llegar a un acuerdo con la Sareb, también conocido como 'banco malo', para evitar el desahucio. Sin embargo, desde el pasado miércoles, las 8 familias que viven en este edificio han vuelto a sonreír y han visto cómo la vida les daba un respiro después de tanta incertidumbre. “Estábamos todos muy asustados por la posibilidad del desalojo ya que casi todos tenemos niños pequeños y no queríamos que se quedaran en la calle”, recuerda Inga Dirsyte, que tiene una hija de dos años y medio.


Esta lituana, de 40 años, decidió alquilar en 2008 con su actual ex-marido un piso de la planta baja de este edificio. “Al principio todo fue normal, estábamos al corriente de pagos y no había ningún problema”, resalta. De hecho, dos años después decidieron dejar esta vivienda y establecerse en la de un piso más arriba, que se adecuaba mejor a sus necesidades y por aquel entonces estaba vacía. “Todo siguió funcionando sin problemas hasta que en 2012 vino a visitarnos un señor”, relata.


Esta visita coincidió con el momento en el que el promotor de la vivienda cayó en la bancarrota y realizó un concurso de acreedores. “Este hombre nos comentó que el inmueble había cambiado de dueños, pero no nos dio más explicaciones, ni siquiera nos informó de cómo debíamos efectuar los siguientes pagos del alquiler”, asegura. Una afirmación que mantienen el resto de vecinos que vivían por aquella época en el edificio, pero que no comparte Caja Duero-Caja España, que se quedó con la titularidad de las viviendas.


Poco más de un año después, el bloque de viviendas pasó a manos de la Sareb. Una vez se puso al día, el 'banco malo' envió notificaciones a todos los vecinos que tenían un contrato de alquiler con el primer promotor, reclamándoles alrededor de 6.000 euros por las cuotas impagadas. Durante esos dos últimos años, todos los vecinos habían perdido sus trabajos y sobrevivían gracias a diferentes prestaciones, además, a las 5 familias que vivían con contrato de alquiler, se les unieron otras tres, que por diversas razones, terminaron como okupas.


A mediados del pasado año, varios vecinos recibieron una carta en la que se les comunicaba su próximo desalojo. Con este panorama decidieron ponerse en contacto con la plataforma Stop Desahucios, que es la que ha coordinado desde junio todas las reuniones que se han mantenido con la Sareb para intentar llegar a un acuerdo. Un pacto que después de muchas idas y venidas ha llegado a buen puerto. “Estamos muy contentos porque al final tenemos un alquiler de 150 euros, que no se encuentra en ningún sitio, y además pagamos unos 40 para ir sufragando la deuda que teníamos”, explica Patricia Kalota, una joven polaca que vive con su hija de 8 años en el edificio.


Ahora, todos los vecinos se muestran encantados con el 'banco malo' y el acuerdo al que han llegado. "La gente siempre habla del 'banco malo' cuando se refieren a la Sareb, pero con nosotros han sido muy justos, nos han ofrecido unas condiciones que podíamos cumplir", subraya Diryste. 


En unas viviendas en las que no hay casi buenas noticias, todos viven a base de subsidios como Patricia e Inga, la llegada de este contrato ha supuesto el final de una época "muy mala". “Todos salimos llorando de la firma por la emoción”, resalta Diryste. Unas lágrimas que reflejaban el miedo contenido durante todos estos meses en los que el Sareb daba pasos hacia delante y hacia tras, pero especialmente la alegría de saber que podrán pagar el techo bajo el que viven.


“Estoy a la espera de que me renueven el IAI y el único ingreso que tengo es la pensión que me pasa mi ex-marido, por lo que necesitaba un alquiler de este importe para poder abonarlo”, afirma Diryste. Una situación similar a la de Kalota, que también está divorciada y cuyos únicos ingresos son el IAI y algún trabajo que le sale de manera muy puntual. “Una hora un día, varios sin nada, tres al mes siguiente, sin ningún tipo de continuidad y sin opciones para poder vivir”, lamenta. Por ello, los 150 euros de alquiler es todo un logro para estas ocho familias.