ZARAGOZA

LA DGA reconoce su responsabilidad en la muerte del mago Peter Diz

El artista murió deshidratado en Urgencias del Miguel Servet, en agosto de 2004. Pedro Díaz ingresó por una gastroenteritis y tardaron casi dos horas en ponerle un gotero con suero.

Pedro Díaz Caudevilla murió el 17 de agosto de 2004 en el Hospital Miguel Servet, víctima de una falta de atención médica. El mago aragonés, conocido con el nombre artístico de Peter Diz, falleció deshidratado a causa de una gastroenteritis que no le fue tratada a tiempo, a pesar de que el diagnóstico fue el adecuado. Así lo reconoció hace tres meses el Sistema de Salud del Gobierno Aragonés, que indemnizó a su familia después de que esta anunciara que iba a interponer un contencioso, a través de su letrado, Enrique Garasa.


Su hijo, Eduardo Díaz, prefiere no hacer pública la cuantía, que no es excesiva. Pero tanto él como su hermana y su madre entienden que lo importante en este caso es hacer público que la Administración ha reconocido que se equivocó y que su padre murió porque no fue bien atendido.


Pedro Díaz tenía 63 años cuando falleció. La magia que le había acompañado toda su vida le abandonó aquella madrugada del 17 de agosto. Durante todo el día se había encontrado mal y ya por la mañana había llamado a su centro de salud para que el médico fuera a su casa. Tenía fiebre, vómitos y descomposición. Avisó a las 9.59 y le visitaron a las 14.00, aproximadamente. La doctora le diagnosticó gastroenteritis aguda y le administró un tratamiento.


Llamada a la Policía


Sin embargo, su estado empeoró conforme transcurrió el día. A las 19.30, su familia llamó al servicio de atención domiciliaria y fue examinado a las 19.40. El diagnóstico fue de gastroenteritis aguda y deshidratación, lo que suponía una agravación del cuadro. Por ese motivo, se le prescribió que fuera trasladado en ambulancia a Urgencias del Miguel Servet, donde llegó a las 20.46, es decir, una hora y seis minutos después. "Llamamos hasta en cinco ocasiones a la ambulancia y una más a la Policía Nacional, porque no era normal que tardaran tanto", recuerda Eduardo Díaz.


Posteriormente, desde que entró en el hospital y hasta que le fue suministrado un tratamiento, transcurrió 1 hora y 39 minutos más. Todo ese tiempo, según figura en la hoja de enfermería y recoge el informe de la autopsia, se empleó en "la espera, exploración, toma de muestras y aplicación de tratamiento". Así, hasta las 22.25 no se le puso un simple gotero con suero glucosalino, que era lo que le habían prescrito los médicos, junto con Primperan y Pantoprazol. Hasta las 23.45 no se le hizo un primer control de su estado y entonces se "objetivó un agravamiento/mala evolución del cuadro" ya que presentaba un shock multifactorial, insuficiencia renal e insuficiencia respiratoria aguda. A las 24.00 ingresó en la UCI y a la 1.30 murió.


En definitiva, Pedro Díaz fue víctima del mal funcionamiento del servicio de urgencias y de su organización. Probablemente influyó también que era agosto, periodo vacacional, acababa de pasar el festivo del día 15 y había demasiada gente y pocos médicos, como suele ocurrir a menudo.


Es ilustrativo que el médico forense manifieste en su informe: "Es de conocimiento general la sobrecarga de los servicios de urgencia hospitalarios, lo que requiere el establecimiento de prioridades en la exploración de los casos siguiendo criterios múltiples, como el diagnóstico previo o la historia clínica. Ello ha podido suponer, aún actuando adecuadamente los facultativos que lo atendieron, un retraso en la atención que pudo influir sobre la evolución del cuadro".


Cuando el abogado, ante el juez, preguntó al forense si la tardanza que hubo desde el traslado del domicilio al hospital y desde que ingresó hasta que le pusieron el tratamiento pudo influir en la agravación del cuadro y su muerte, el médico reconoció que "la suma de periodos de tiempos libres" desde los diagnósticos hasta la asistencia "pudo influir negativamente en el cuadro médico hasta conducir a un shock refractario al tratamiento".