Un día de fervor en la basílica del Pilar

El templo vive hoy, con la misa pontifical como eje, el día más importante del año

Interior de la basílica del Pilar durante la misa pontifical del 12 de octubre pasado.
Interior de la basílica del Pilar durante la misa pontifical del 12 de octubre pasado.
José Miguel Marco

Este jueves, 12 de octubre, dicen los meteorólogos, el sol saldrá en Zaragoza a las 8,12 de la mañana, aunque tiempo antes habrá luz para poder manejarse en la calle. Para la basílica del Pilar, la jornada ha empezado en realidad antes, a las 19.30 de ayer, 11 de octubre. Desde ese momento, y hasta que esta noche concluya la misa de las 21.00, cuando los canónigos se despidan de la Virgen y el templo cierre sus puertas, el Pilar vive un ‘continuum’ en el que los actos se suceden con precisión milimétrica y siguiendo un estudiado ritual. La situación en la plaza, donde la multitud desbordante y bulliciosa lo inundará todo, contrastará con el recogimiento interior de la basílica, también abarrotada pero donde reinará el silencio y la devoción. ¿Cómo vive el templo un día como hoy?

"El 12 de octubre es una fiesta que tiene el máximo rango de solemnidad para la diócesis de Zaragoza –apunta José Antonio Calvo, delegado de Culto y Pastoral de la basílica–. Pero en realidad empieza a celebrarse el día anterior. El 11 de octubre es el último día de la Novena Preparatoria, en la que todos los días a las 20.00, en el altar mayor de la basílica, se celebra un acto fervoroso en el que se canta el ‘Bendita y alabada sea’ tres veces y los infanticos entonan los ‘Gozos antiguos’ de la Virgen".

Los gozos ‘antiguos’ lo son desde tiempo inmemorial, y se cierran con esa frase ya famosa de ‘Mantened la devoción de nuestra fe aragonesa’. Cada día de la Novena tiene distinta presidencia, a la que se accede por invitación.

"Se configura un programa que atiende a varios factores –añade Calvo–. Hay una norma no escrita, por ejemplo, que establece que los obispos que se hayan incorporado recientemente a las diócesis aragonesas, este año Teruel-Albarracín y Tarazona, presidan alguna de las ceremonias. También estamos atentos a las distintas efemérides. Así, por ejemplo, el 24 de junio pasado se cumplieron 75 años de que el Pilar fuera declarado basílica, y por eso hemos invitado también a los párrocos de Santa Engracia en Zaragoza y de Daroca, que son basílicas menores».

El Papa Pío XII concedió al Pilar en 1948 el título de basílica menor, dignidad importante por cuanto solo son basílicas ‘mayores’ las cuatro que hay en Roma. Por ello, el Pilar ha desarrollado en los últimos meses diversos actos conmemorativos, entre los que está la invitación a presidir misas a los parrócos de Daroca y Santa Engracia.

"La última de la Novena, el 11 de octubre, tiene al acabar una procesión, el Claustro Magno, que se inicia en el altar y coro mayor, atraviesa las naves del Pilar y llega a la Santa Capilla, donde se canta una ‘Salve’ –relata José Antonio Calvo–. Esa procesión no la preside ni el arzobispo, ni el deán ni ninguno de los canónigos del templo, sino los infanticos que terminan este año su formación".

El Colegio Escolanía Infantes del Pilar pone música a la basílica desde el siglo XIII. Este coro de niños de entre seis y 12 años participa a diario en la liturgia y en las celebraciones solemnes, en el canto litúrgico y como monaguillos de las dos catedrales de la capital aragonesa. En el colegio reciben de forma prácticamente gratuita sus estudios de primaria junto a una completa formación musical, que incluye técnica vocal, lenguaje musical, repertorio y piano.

Este curso son 10 los niños que forman parte de la Escolanía, y tres de ellos terminan sus estudios. Son los que presidieron ayer el Claustro Magno. A su término, la basílica se cerró al público y en su interior solo quedó el personal imprescindible, el sacristán y los celadores. Pero el templo no ha estado mucho tiempo cerrado.

Aunque la salida del primer grupo para la Ofrenda está establecida a las 6.30, en la basílica la jornada ha empezado dos horas antes, cuando se ha celebrado la Misa de Infantes en la Santa Capilla. Son ellos los primeros en felicitar y honrar a la Virgen cada 12 de octubre, en una misa presidida por los capellanes, en la actualidad solo José María Bordetas, que lo es desde hace 60 años. Esta es una misa muy popular, pese a su horario y lo reducido de su aforo, poco más de 150 asistentes sentados, aunque los fieles ocupan otras partes del templo y se sientan incluso frente al altar mayor.

Poco antes de las seis, aún sin haberse iniciado la Ofrenda, todos los 12 de octubre llega el Rosario de la Aurora, organizado por la Cofradía de la Rosa de la parroquia de San Pablo. Fue creado en el siglo XVIII por iniciativa particular. En el libro de actas de la Cofradía del Santísimo Rosario aparece una nota, presentada por una mujer llamada María Velilla, en la que solicita permiso al Cabildo para rezar un rosario en la Santa Capilla y el exterior del templo el día 12 de octubre junto a otras seis personas.

"Luego en la basílica se suceden las misas a distintas horas del día –añade José Antonio Calvo–. Hay misa a las 6.00, a las 7.00, y a las 8.00, que es la de los Caballeros y Damas del Pilar. Luego, también a las 9.00, a las 10.00, a las 11.00 y a las 12.00, que es la misa pontifical".

Desde el punto de vista religioso, la pontifical es la ceremonia religiosa más importante que se celebra en la basílica el 12 de octubre. Todos los años tiene un invitado especial que la preside. En 2022 lo fue Bernardito Auza, nuncio apostólico en España. Este año lo será Américo Aguiar, obispo de Setúbal y recién nombrado cardenal.

"Él fue el encargado de organizar la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebró del 1 al 6 de agosto pasados en Lisboa –relata Calvo–. Es costumbre que, al acabar, la organización envíe un vídeo a las conferencias episcopales cuya participación en los actos haya sido más elevada, y en el que mandó a España mencionaba a la Virgen del Pilar, de la que es devoto. Así que se le invitó".

Américo Manuel Alves Aguiar (Leça do Balio, Portugal, 12 de diciembre de 1973) fue ordenado sacerdote en 2001, incorporándose a la diócesis de Oporto. Previamente a su ingreso en el seminario de Ermesinde (luego pasó al de Oporto) fue miembro de la Asamblea Municipal de Matosinhos, elegido por el Partido Socialista. Estudió en la Universidad Católica Portuguesa, donde octuvo su licenciatura en Teología; y posteriormente Ciencias de la Comunicación.

Como sacerdote, ha desempeñado su ministerio en distintas iglesias de la diócesis de Oporto, para la que ha dirigido también el periódico ‘Voz de Verdade’. En 2019, dentro del impulso renovador emprendido por el papa Francisco, fue nombrado obispo titular de Dagnum y auxiliar de Lisboa, convirtiéndose en ese momento en el obispo más joven de Portugal.

En los últimos días su carrera profesional ha experimentado grandes cambios: el 21 de septiembre fue nombrado obispo de Setúbal (tomará posesión el día 26 de este mes), nueve días más tarde fue creado cardenal presbítero de San Antonio de Padua en Vía Merulana, y hace apenas una semana fue nombrado miembro del Dicasterio para la Comunicación.

Aguiar presidirá la misa pontifical junto al arzobispo de Zaragoza y varios obispos más. La misa sigue un estricto protocolo pero tiene alguna curiosidad, como la llamada ‘Ofrenda del duro’. "El Ayuntamiento de Zaragoza, desde que declaró a la Virgen del Pilar patrona de la ciudad, se comprometió a sufragar su culto –asegura José Antonio Calvo–. Así se inició la costumbre de que, en el momento en el que se presentan las ofrendas en el altar mayor, cada concejal depositara en la bandeja un duro de plata. Luego fue un duro, y en la actualidad es algo más simbólico que otra cosa, porque se deposita un euro".

Hay otro rito curioso. "Luego se presenta una ofrenda especial que llega desde México. Desde hace 50 años, los días 10 y 11 de octubre se traslada a Zaragoza una delegación de México que viene ataviada con sus trajes regionales. Antes de tomar el avión, pasan a despedirse de la Virgen de Guadalupe. Viajan de inmediato a España, vienen a Zaragoza y, después de las homilías y el resto de ofrendas, depositan ante el altar mayor ramos de orquídeas blancas. Son flores que vienen bendecidas desde su país, en un ritual en el que participan ya hijos y nietos de quienes lo pusieron en marcha».

Al cerrarse la misa, Américo Aguiar impartirá la bendición papal, en nombre de Francisco, y se iniciará la procesión, que décadas atrás se hacía por la tarde y que se trasladó a las mañanas. El crecimiento descomunal de la Ofrenda la ha acortado un poco. "Se da una vuelta a la ‘bandeja’ de la plaza del Pilar", añade Calvo. En ese momento se interrumpe el paso de grupos en la calle de Alfonso I para que las autoridades participen en la Ofrenda. "Es el punto del día en el que, de alguna manera, se une lo que sucede dentro de la basílica con lo que ocurre en su exterior".

La comitiva, que regresa al Pilar por la puerta baja, la abren las autoridades eclesiásticas y la cierran las civiles y militares. En medio procesiona una carroza con una imagen de la Virgen engalanada con faroles y claveles.

La imagen, en plata dorada y enriquecida con joyas antiguas, es obra de Miguel Cubeles y los historiadores del arte la fechan en 1620. Se conserva todo el año en el Museo Pilarista y en los días señalados se acostumbra a instalarla ante el altar mayor, sobre la gradería de plata labrada por el orfebre Estrada. Fue regalada por Bartolomé Morlanes, descendiente de la célebre dinastía de artistas con ese apellido. Aun es poco conocido el dato curioso de que la imagen procesiona con otra, pequeña, de la Virgen de la Macarena. En correspondencia, el paso de Palio de la cofradía sevillana también sale con una reproducción de la Virgen del Pilar.

La procesión suele terminar en torno a las 13.30 o 14.00. Podría pensarse que ya ha terminado la jornada para la basílica, pero no. Se cierra la zona del altar mayor para proceder a su limpieza, se revisa el templo para que todo esté en orden y a las 17.00 se reanudan las misas a cada hora en punto. Al terminar la última, la de las 21.00, entonces sí, se procede a cerrar las puertas de la basílica. Los canónigos se despiden en ese momento de la Virgen, que ha pasado su día más intenso de fervor y emoción. Y hasta el próximo año.

Hoy vuelve a sonar la 'Misa aragonesa' de Berdejo

A principios de 2005, con la salud muy quebrantada, Joaquín Broto renunció a su cargo de organista de la Seo y el Pilar, iniciando así el cierre de una etapa secular de religiosos que estuvieron al frente del apartado musical de las catedrales zaragozanas y que fueron a un tiempo grandes instrumentistas y compositores. El arzobispado inició entonces un proceso de renovación de este apartado tan importante en la vida cotidiana de las catedrales, proceso que tuvo tres hitos: en 2008, la inauguración del nuevo órgano de la basílica, realizado por la casa Klais; en 2010, el nombramiento, tras celebrarse la oportuna oposición, de un nuevo organista titular del Pilar, Juan San Martín; y en 2012 el nombramiento de José María Berdejo como director musical de las catedrales, tras la jubilación del anterior prefecto de música, Roberto Gracia que, al igual que Broto, era religioso.

Los infanticos, la Capilla de Música del Pilar, la Orquesta Cantatibus Organis y varios coros invitados participan en la misa pontifical.
Los infanticos, la Capilla de Música del Pilar, la Orquesta Cantatibus Organis y varios coros invitados participan en la misa pontifical.
Aránzazu Navarro

Berdejo había sido infantico y San Martín organista asistente desde 1998 y en funciones desde 2004. Ambos, pues, estaban familiarizados con el latido diario del Pilar, y ambos han conseguido en estos años ubicar musicalmente la basílica a la altura de las grandes catedrales europeas. En la última década, José María Berdejo (Alagón, 1975) ha recuperado numerosas obras compuestas para las seos zaragozanas y olvidadas después, al tiempo que ha puesto en pie o recuperado iniciativas necesarias para dar brillo a las ceremonias religiosas, como la Capilla de Música Nuestra Señora del Pilar o la orquesta Cantatibus Organis. Además, es director musical de los Infanticos.

En todas las grandes celebraciones, y el 12 de octubre lo es, Berdejo diseña un completo programa musical. Todos los días de la Novena previa al día tan señalado, a las 20.00 se celebra una misa solemne, que este año ha contado con la interpretación de distintos coros zaragozanos (los del Colegio de Médicos, La Puebla de Alfindén, Zuera, Picarral, Polifónica El Soto, Tempo Giusto, Schola Amore Christi y Ciudad de Caspe). Ayer la Novena se inició media hora antes y en ella Berdejo estrenó una ‘Misa de la Resurreción’ escrita para coro y órgano. "Es la sexta misa que compongo, y me hace ilusión estrenarla porque empecé a escribirla cuando convalecía de una operación y la terminé después de Semana Santa. En cierta forma, muchos de los sentimientos que tenía están también en la partitura".

No fue la única novedad musical de ayer. Para acompañar al Claustro Magno, Berdejo ha reparado en una efeméride. "Este 2023 se cumplen 35 años de la muerte de Gregorio Garcés (que durante 25 años fue organista del Pilar junto a Broto) y he querido recuperar dos obras que en su época eran obligadas en este día, el ‘Corona Aurea’ del maestro Agüeras, que se interpretará a la llegada del Claustro Magno a la Santa Capilla y la ‘Salve Solemne’ de Hilarión Eslava".

Hoy Berdejo se ocupa también de sonorizar la misa pontifical (12.00), con seis equipos de alta fidelidad distribuidos por el altar mayor, para que la retransmisión por Trece TV sea lo más brillante posible. El plato fuerte musical de la mañana será su ‘Misa aragonesa’, estrenada en 2018. "Es aragonesa, no baturra –subraya–. Hay aires de jota pero no jotas de estilo». Intervendrán los infantes del Pilar, la capilla de música Nuestra Señora del Pilar, el coro de Barásoain y la Coral Tafallesa, dirigidos por Alberto Magán, y Juan San Martín, organista del Pilar. "Todos los años invitamos a alguna formación musical a participar en la misa del 12 de octubre –señala Berdejo–. Hoy son estos dos coros navarros, que suman unas 80 voces y que están muy ilusionados. Y es que la pasión por la Virgen del Pilar barre fronteras".

La Santa Capilla, vista desde el tambor de la cúpula central de la basílica.
La Santa Capilla, vista desde el tambor de la cúpula central de la basílica.
Carlos Moncín

La basílica del Pilar que hoy vemos se inauguró el 11 de octubre de 1718 tras haberse derribado el templo anterior, mudéjar, y construirse otro según planos del arquitecto de la Corte Francisco de Herrera. Fue el aragonés Felipe Sánchez el que desarrolló ese diseño inicial. Y la Santa Capilla actual vino después: la antigua se derribó en 1737, y para la nueva se eligió la propuesta de Pablo Diego Ibáñez, pero las obras se interrumpieron pronto y quedaron en suspenso. El Cabildo pidió ayuda a Fernando VI y éste envió en 1750 a Ventura Rodríguez, arquitecto real, para que se ocupara del proyecto. En noviembre de 1754 se completó el derribo de la Santa Capilla antigua y 11 años después, en agosto de 1765, se inauguró la nueva, que fue bendecida en un sencillo acto. Es la que todos conocemos, aunque no siempre ha tenido la misma apariencia.

La Santa Capilla, el corazón del templo

En el punto donde, según la tradición, se afirmaba que se había aparecido la Virgen sobre una columna de jaspe, se levantó en el siglo Iun templo cristiano, en humilde adobe, consagrado a María, la madre de Jesús. Un templo que se amplió, en estilo imperial-cristiano, y en el que se mantuvo el culto durante la dominación musulmana. Cuando las tropas de Alfonso I el Batallador tomaron la ciudad en el año 1118, la iglesia mozárabe de Santa María Virgen debía presentar un aspecto lamentable porque, según escribió el obispo Pedro de Librana, carecía "de todo lo necesario: por una parte destruidas las paredes de dicha iglesia y los ornamentos, no tiene quien le ayude a repararla; por otra, los clérigos, entregados día y noche al servicio de lo divino, no tienen de qué vivir". En esta época la Santa Capilla era un edificio anexo al templo, abierto en dos de sus lados y separado de los zaragozanos por una reja.

Hacia 1189 se iniciaron las obras de la nueva iglesia, románica, de la que se conserva un tímpano integrado en una de las actuales fachadas del Pilar. En la primera mitad del siglo XV las llamas destruyeron la Santa Capilla y el templo anexo, salvándose la imagen, y en 1515, a instancias del arzobispo Hernando de Aragón, se inauguró una nueva iglesia, mudéjar, que fue la que se derribó para construir el templo actual. Hasta 1737, año en que se inauguró la configuración actual, la Santa Capilla era un edificio pequeño y rectangular, de unos 12 por 6 metros, iluminado por velas. Estaba comunicado a su iglesia aunque funcionaba como un espacio religioso independiente. Una capillita pegada a uno de sus muros, con un retablo de alabastro y dos pinturas góticas, permitía a los fieles acercarse a besar la Columna.

Terminada la construcción de la basílica que hoy conocemos se planteó el problema de qué hacer con la Santa Capilla, que se había quedado dentro, y se decidió construir la nueva respetando el lugar original del pilar donde se apareció la Virgen. Eso suponía mantenerla escorada respecto al diseño general del templo y cercana a uno de los enormes pilares de la basílica.

Ventura Rodríguez la concibió como un joyero barroco, un baldaquino en el que la Virgen adquiriría toda su relevancia. De formas sinuosas, cubierta con una cúpula elíptica, fue construida en jaspe de Tortosa y Ricla, y mármoles de Carrara, Granada y La Puebla de Albortón. Según ha asegurado la historiadora del arte Belén Boloqui, el arquitecto madrileño "realizó un diseño estupendo, en el que destaca la armonía y una cierta sencillez de líneas. Hay una clara inspiración romana, berniniana, pero en la vanguardia de lo que se hacía en la época". Ventura Rodríguez ideó además un completo programa iconográfico escultórico en el muro cerrado del presbiterio con el objetivo de que dirigiera la atención del espectador hacia la escultura de la Virgen. José Ramírez de Arellano esculpió dos relieves que representan la Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza, que se ubica en el centro, y a Santiago y los convertidos (a la izquierda).

Para la venerada imagen, que tiene reducidas dimensiones (38 centímetros de altura) ideó un espectacular camarín de mármol verde de la isla griega de Tinos, tachonado de estrellas de oro y piedras preciosas donadas por los fieles (en la actualidad hay 72) que compitieran en luminosidad con la coronas y la funda de plata labrada de la Columna. Pero también llevó más arte: sobre el dosel de plata del camarín se puede ver un San Miguel de plata con aplicaciones de marfil y, a los lados, dos ángeles del mismo metal precioso que fueron donados por el rey Felipe II. Con el tiempo también se dispusieron unas pequeñas escaleras para que los infanticos pudieran subir por ellas a los niños que ‘pasan’ por el manto de la Virgen.Y, en la parte trasera, en el exterior de la Santa Capilla, Ventura Rodríguez dispuso el humilladero con el óvalo que enmarca la superficie de la columna que se puede besar. En las caras internas de la Santa Capilla pueden contemplarse también algunos medallones con relieves en mármol blanco, que representan diferentes escenas de la vida de la Virgen María, como su Nacimiento, la Presentación en el Templo, los Desposorios de la Virgen con San José, la Anunciación, la Visitación, la Encarnación del Verbo o la Presentación de Jesús en el Templo.

En el exterior destacan las esculturas de ángeles e imágenes de santos colocadas en la parte superior de los accesos, y que son obra de artistas como Manuel Álvarez de la Peña, José Ramírez o Carlos Salas, artista que se ocupó también de algunos relieves colocados en el exterior, de manera destacada del que representa la Asunción de la Virgen, de gran belleza y que originariamente se pensó para que fuera el nuevo altar mayor de la catedral.

La Santa Capilla se cerró con una cubierta que permite atisbar una de las obras maestras de la pintura al fresco que tiene la basílica, la que realizó allí Antonio González Velázquez. Fue la primera cúpula que se pintó en el edificio, antes de que se encargara a tres pintores aragoneses, Francisco y Ramón Bayeu, y el cuñado de ambos, Francisco de Goya, la decoración del resto de las cúpulas.

Cuando González Velázquez recibió el encargo de pintar sobre la Santa Capilla, estaba en Roma pensionado y había asimilado las nuevas técnicas de pintura al fresco. Realizó los primeros bocetos en la capital italiana, bajo la supervisión de Corrado Giaquinto, su maestro. A primeros de octubre de 1752 llegó a Zaragoza y pintó en la cúpula dos escenas, ‘La Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza y su aparición al apóstol Santiago a orillas del Ebro’ y ‘La construcción de la primitiva Santa Capilla’. En las pechinas representó a cuatro de las Mujeres Fuertes de la Biblia.

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