Arquitectura y Urbanismo
La historia de una joya patrimonial que pasa desapercibida en el corazón de Zaragoza
Las calles del centro de la ciudad esconden palacetes y casas solariegas de siglos pasados.
Corría el año 1899. En el entonces llamado paseo de la Lealtad, el arquitecto Francisco Gutiérrez levanta un "hotelito" de dos plantas ideal para la boyante burguesía de la época. Años más tarde, cambia de propiedad y se le añade una planta más. Nuevamente, la adquiere otra persona de clase alta para añadirle unas terrazas preciosas. Este 'Frankenstein' de la arquitectura ecléctica todavía se encuentra emplazado en el mismo sitio de su construcción, hace 100 años, y pasa desapercibido a pesar de estar en el corazón de Zaragoza.
Hay que navegar entre los expedientes de Urbanismo que se conservan en el archivo municipal del Palacio de Montemuzo para encontrar documentación de la historia de este inmueble situado en el paseo de Pamplona número 3. No obstante, se puede encontrar alguna joya en las páginas de este periódico de hace varias décadas, en el 1969, donde se recogía el testimonio de Antonio Chóliz, propietario del conocido como chalé de los De Diego. Entonces, el arquitecto rememoraba cuando su padre adquirió esta propiedad a Miguel Mantecón, que a su vez se lo había comprado a la marquesa de Samaniego... ¡Vaya lío!
Vayamos por partes. Todo comienza en el año 1899, cuando, por encargo, el arquitecto madrileño Francisco Gutiérrez proyectaba una vivienda para un burgués de la época como un hotelito de dos plantas y dentro de un moderado eclecticismo. Como ya se sabe, esta zona de la ciudad alberga varias construcciones de este tipo, especialmente por el paseo de Sagasta.
Entorno al año 1915, y siendo ya su propietaria Pilar Navarro, marquesa de la Granja de Samaniego, el arquitecto Manuel Martínez de Ubago le levanta una tercera planta similar en su estructura a la segunda y le coloca unas terrazas laterales en las que se instalarían rejas modernistas, así como el mirador de hierro y cristal que dota al edificio de su espectacular aspecto a día de hoy.
En 1928, y siendo propietario Eloy Chóliz Sánchez, Teodoro Ríos Balaguer le construye un nivel más, una planta más pequeña, y un mirador, retranqueados con respecto a la fachada al paseo. Miguel Mantecón Arroyo fue el tercer propietario, entre la marquesa y el nacido en Valpalmas.
Lo cierto es que nadie que pase por delante diría que este edificio ha sufrido tantas transformaciones y ha pasado por tantas manos. Todavía se conservan el ladrillo visto y el revocado, que se mantiene más en las fachadas laterales (con algunas pintadas, por desgracia) en las que se ha conservado la tipología eclecticista inicial. Mientras, los antepechos de los balcones, las rejillas que dan a la calle y su mirador y las terrazas llaman la atención de los viandantes que alzan su mirada al cielo cuando pasan por delante. Sus cuatro alturas hacen que este inmueble sea discreto, a pesar de estar situado a pocos metros del Paraninfo y de la plaza de Basilio Paraíso.
"Cuando yo vine a vivir aquí, hace cuarenta y nueve años (1920), el paseo de Pamplona era un enorme barrizal. Mi padre compró el chalet, que había sido primero de la marquesa de Samaniego y luego de don Miguel Mantecón. Al comprarlo, mi padre levantó dos plantas más y la casa quedó tal como hoy está", decía en HERALDO Antonio Chóliz, hijo de Eloy Chóliz, hace prácticamente un siglo. Lo cierto es que esta calle de Zaragoza carecía de servicios e infraestructuras, al tratarse de una zona en plena expansión. 50 años más tarde, él mismo alabó la transformación de esta céntrica vía, que une dos símbolos de la ciudad, la Puerta del Carmen y y la plaza del Paraíso.
En estos momentos el edificio está ocupado y está protegido por el Ayuntamiento de Zaragoza.