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Mercado ambulante de la Expo: “De esto no se puede vivir, es imposible”

Los comerciantes de estos puestos, situados en el aparcamiento sur de la Expo de Zaragoza, hablan de “un año flojo” y aseguran que no han recuperado las ventas de antes de la pandemia.

Sara Giménez, junto a su hijo Jonathan Díaz, en el puesto que regenta en el mercado ambulante de la Expo en Zaragoza.
Sara Giménez, junto a su hijo Jonathan Díaz, en el puesto que regenta en el mercado ambulante de la Expo en Zaragoza.
M.O.

La mañana ha comenzado con pocas ventas en el mercado ambulante de la Expo en Zaragoza, el popularmente conocido como 'rastro'. Los clientes llegan con cuentagotas, en pequeños grupos que bajan en las paradas de los autobuses cercanas al recinto. Dentro, se puede caminar con holgura y hay pocos puestos en los que haya que esperar que te atiendan. No es algo inusual.

“Los miércoles viene menos gente y es el domingo cuando se nota una mayor afluencia”, dice Esther Jiménez, portavoz de la Junta del Mercado de la Expo Sur. A pesar de ello, “lo que llevamos de año ha ido muy flojo en cuestión de ventas y no hemos recuperado los niveles que teníamos antes de la pandemia, ya de por sí bajos”, asegura Jiménez, que lleva más de 40 años detrás de uno de estos puestos.

Con la crisis económica de 2008, estos comerciantes empezaron a notar un descenso de las transacciones que no ha cesado con el paso de los años y que se vio agravado con la pandemia. “El año de la covid fue horroroso, nos hundimos totalmente y en la actualidad tenemos un 70% menos de ventas que antes de la pandemia”, recuerda la portavoz de los comerciantes.

Esther Jiménez, portavoz de la Junta del Mercado de la Expo Sur, en su puesto del mercado ambulante.
Esther Jiménez, portavoz de la Junta del Mercado de la Expo Sur, en su puesto del mercado ambulante.
M.O.

Aunque se muestra optimista de cara al futuro: “Este invierno ha sido raro por la climatología tan cambiante que hemos tenido y que a nosotros nos afecta directamente. Aún así, hemos recuperado un 15% de las ventas que perdimos tras la pandemia y esperamos que el año que viene podamos aumentar hasta el 40%”, señala Jiménez.

Un futuro incierto

No lo tienen tan claro otros comerciantes del mercado textil del recinto. “De esto no se puede vivir, es imposible”, afirma Sara Giménez, que regenta un puesto de camisones y pijamas junto a su marido. “Para nosotros el puesto representa solo una ayuda a la economía familiar, porque entre pagar la cuota de autónomos, el alquiler del puesto y el coste de los productos, las cuentas no nos salen”, explica esta vendedora. 

"Mi hijo prefiere estar de mozo de almacén en Mercazargoza que coger mi puesto"

“Los días que salimos a vender a algún pueblo es diferente y, por ejemplo, en Monzón o Barbastro, podemos triplicar las ventas que hacemos en Zaragoza, pero allí sólo hay mercado una vez al mes”, lamenta Giménez. Aquí, en cambio, es lo comido por lo servido”, añade esta comerciante a la que el oficio le viene de familia.

Sara Giménez, junto a su hijo Jonathan Díaz, en el puesto que regenta en el mercado ambulante de la Expo en Zaragoza.
Sara Giménez, junto a su hijo Jonathan Díaz, en el puesto que regenta en el mercado ambulante de la Expo en Zaragoza.
M.O.

“Mis padres y mis suegros han sido vendedores en este mercado ambulante y tanto mi marido como yo heredamos el oficio, sin embargo, nosotros no se lo vamos a poder pasar a nuestros hijos”, lamenta Giménez. “Mi hijo prefiere estar de mozo de almacén en Mercazargoza que coger mi puesto porque sabe que no tienen futuro aquí”, continúa la mujer. 

“Y los hijos de otros compañeros trabajan de repartidores. Ninguno quiere seguir porque con esto no puede vivir nadie. Veo el futuro muy negro”, augura esta vendedora que ha tenido que buscar un segundo trabajo en el sector del servicio doméstico ante la escasez de ventas.

"Sara Giménez ha tenido que buscar un segundo trabajo como empleada doméstica ante la escasez de ventas".

“Nosotros lo que queremos es tener un sustento”, dice, por su parte, Noé Giménez, otro de los comerciantes. Hace un mes que acaba de alquilar un puesto que, con la temporada de verano, está lleno de bikinis y ropa de baño. “Llevaba un año sin trabajar y hemos decidido probar a ver qué tal nos va, pero por ahora está yendo despacio. Esperamos que la cosa remonte”, desea el detallista.

Noé Giménez, en su puesto de ropa de baño del mercado ambulante de la Expo.
Noé Giménez, en su puesto de ropa de baño del mercado ambulante de la Expo.
M.O.

Razones de la poca afluencia

Para estos comerciantes, las razones de la caída de las ventas está en la ubicación del recinto y en “una mala combinación de autobuses” para acceder a él. “La zona está muy a desmano y el servicio de autobuses es insuficiente. Harían falta más líneas y más frecuencia de los que ya hay para ayudar a que los clientes puedan acercarse, porque muchos de ellos tienen que coger dos convoyes para llegar. Si tienen que dejar y recoger a los niños del colegio, no les da tiempo”, apunta Esther Jiménez. Además, “la zona no es demasiado amable. En verano hace demasiado calor y en invierno, si sopla el aire, es complicado”, señala.

A esto hay que añadir que “desde hace ya unos años los mayoristas tienen poco producto nacional y están poco surtidos de modelos y tallas debido a la introducción con fuerza de los productos de origen asiático, que no pagan aranceles”, critica la portavoz del Mercado de la Expo. 

Si a esto le sumas los precios competitivos que pueden encontrarse en grandes cadenas de ropa y en las grandes superficies, el resultado “nos hace mucho daño porque los domingos que abren nos limitan mucho la venta”, asevera Sara Giménez. De hecho, a estos comerciantes les es difícil captar a un público joven. “Se van a los centros comerciales. No podemos competir con ellos”, claudica la vendedora.

El secreto de su pervivencia

“Aunque nuestro público es mayoritariamente gente de más de 40 años, sí que vienen jóvenes atraídos por los precios ajustados y el trato personal”, dice, por su parte la portavoz de este mercado. Ese es, precisamente, el secreto de su pervivencia en el tiempo: “Este es un lugar de encuentro y nuestros clientes son los de toda la vida", dice Esther Jiménez. 

"Somos una gran familia, les escuchamos, aconsejamos y les llamamos por su nombre. Tengo una clienta que todos los días me trae un termo con café con leche, otras pasan un momento al puesto para sentarse y charlar y hay quien arrastra a toda la familia y vienen a comprar generaciones enteras”, enumera. “Nosotros les escuchamos y ajustamos nuestros precios lo máximo posible”, asegura Giménez.

Es por el coste, precisamente, por lo que Isabel y Nati, dos jubiladas zaragozanas, se han acercado este miércoles al mercado de la Expo “a pasar la mañana”. “Está todo muy bien de precio, mejor que en nuestro barrio. Yo vengo casi todos los domingos. A lo mejor no compro nada, pero me doy un paseo”, dice Isabel. 

En esta ocasión sí que han comprado: un bolso y una tela para hacer una cortina. “Aún picotearemos algo más. No mucho, que está la economía fastidiada y somos unas pobres jubiladas”, concluye su compañera.

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