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La Magdalena, luces y sombras de un barrio que reivindica su calidad de vida

Solares y casas abandonadas, falta de vivienda social y alquileres asequibles, impulso al pequeño comercio y mejoras en el Parque Bruil son las principales demandas vecinales.

Plaza de la Magdalena
Plaza de la Magdalena
Francisco Jiménez

Vertebrado por calles de importante tránsito, como el Coso Bajo o San Vicente de Paúl, el barrio de La Magdalena no pierde el encanto de sus calles peatonales, de casas bajas y de estar en el centro pero alejada del bullicio. Forma parte del distrito del Casco Histórico de Zaragoza y en él habitan unas 10.000 personas, contando la zona del Parque Bruil y San Agustín. De un tiempo a esta parte, la población, que anteriormente estaba algo envejecida, ha rejuvenecido y muchos jóvenes encuentran en esta zona la calidad de vida que buscan.

Dos asociaciones vecinales trabajan para seguir consiguiendo mejoras en La Magdalena. Son la del Parque Bruil-San Agustín y la de Calle y Libertad. Esta última se formó en 2007 y ya entonces se realizó un informe con todos los solares y edificios abandonados que se encontraban en el barrio, que eran 48. Actualmente, la situación no ha cambiado mucho y ésta sigue siendo una de las principales reivindicaciones de los movimientos vecinales. “Los solares se han reconvertido dentro de la iniciativa ‘Esto no es un solar’ pero lo siguen siendo. El del conejo, en el Coso Bajo, es uno de los más famosos. Hace poco hubo un derrumbe y sigue cortado”, explica Leo Vargas, presidente de la AV Calles y Libertad.

Por otro lado, están los edificios abandonados que no solo se podrían aprovechar como vivienda sino que suponen un riesgo para la salubridad del barrio. “Hace un par de años tuvimos una plaga de ratas provenientes de los patios de estos inmuebles de los que sus dueños no se hacen cargo”, expone Vargas. Dentro de su rehabilitación, desde la AV se advierte de la necesidad de un plan de ascensores que mejore la accesibilidad en casas antiguas.

Relacionado con esto, para Calles y Libertad, otro de los principales problemas de La Magdalena es la falta de vivienda social y de alquileres asequibles. “El barrio ha rejuvenecido respecto a años anteriores pero nos gustaría que hubiera un programa que incentivara más los alquileres baratos. Con los precios actuales, para una persona joven vivir aquí es una utopía”, asegura. Esta realidad del parque inmobiliario del barrio convive con otra, la que se da en el entorno de San Agustín y la calle Arcadas. “Nos consta que hay infraviviendas con personas viviendo en malas condiciones y es un problema que se tiene localizado”, añade el presidente de la asociación de vecinos.

El “eternamente prometido centro vecinal que nunca llegó” es otra de las reivindicaciones, con palabras textuales de Leo Vargas. “Estaba previsto habilitarlo en una parte del antiguo convento de San Agustín que ahora solo sirve como comuna de gatos”, comenta. La plaza en la que se ubica este espacio y que lleva el mismo nombre es otra de las asignaturas pendientes en el barrio y sus vecinos animan a las instituciones a que se haga una reforma en ella.

Hablando de reformas en plazas, en la de La Magdalena, en pleno Coso Bajo, se ha trabajado recientemente para mejorar ciertas cosas aunque el resultado inicial no convenció a los vecinos. Por ello, en los últimos meses se han organizado varias sentadas, la última el pasado 10 de mayo para reivindicar algunos cambios. “Por fin hemos conseguido que se instalaran papeleras y dos bancos, y que se volviera a poner la fuente que se había quitado”, explica el presidente de la AV Calle y Libertad. Para el colectivo al que representa, las plazas son como el ágora, un espacio público para reunión del vecindario. “Cuando terminaron las obras se había cambiado el asfalto, cosa que hacía falta, pero se dejó como si fuera un solar”, asegura.

Mejoras en el Parque Bruil

El pulmón verde de La Magdalena es el Parque Bruil, un espacio que se reformó hace unos años pero que, para los vecinos, sigue teniendo mucho margen de mejora. “Sigue habiendo falta de mantenimiento. Se recogen las papeleras y basuras dos veces por semana y, aunque entendemos que hay un problema de falta de civismo, nos gustaría que esto se mejorara, además de que se repasaran las zonas de riego, entre otras cuestiones”, comenta Vargas.

En este lugar es donde cada mes de junio, en torno a la noche de San Juan, se celebran los actos de la semana cultural de La Magdalena. La hoguera en la citada velada es el acto central y el germen de lo que hoy es esta fiesta con actividades para todos los públicos durante varios días. “Se celebra desde hace 40 años y todo lo empezó un grupo de vecinos que se juntaban en la explanada del Parque Bruil para hacer una hoguera”, relata.

Aquel sentimiento de comunidad no ha cambiado y hoy en día La Magdalena sigue siendo un barrio familiar y donde se lucha para que siga habiendo una buena red de pequeño comercio. “El último en caer ha sido la carnicería Gabriel. Cerró y no se ha podido traspasar”, lamenta Vargas, que demanda la necesidad de desarrollar un plan de impulso a este tipo de negocios de toda la vida.

En lo que a servicios se refiere, en La Magdalena se muestran “bastante satisfechos” a nivel educativo ya que cuentan con los colegios Cantín y Gamboa (que aunque está en la plaza de los Sitios, les corresponde por zona y muchas familias llevan allí a sus hijos) y Tenerías. En cuanto a institutos, está el Pedro de Luna, en la misma plaza del barrio, y también tienen cerca el Medina Albaida, en la calle José Luis Pomarón. “Además, a través de las AMPAS, muchas madres y padres son activos y colaboran con la asociación vecinal en nuestras reivindicaciones y actividades”, asegura Vargas. En cualquier caso, en este ámbito hay un pero, la Escuela Infantil Parque Bruil. “Es la única pública que hay en el barrio y todos los cursos hay hasta cuatro veces más solicitudes que plazas. Es algo que se lleva arrastrando bastante tiempo y donde tenemos una gran carencia”.

A nivel sanitario, desde la AV Calle y Libertad reivindican que se recupere el servicio de urgencias por la tarde que se quitó del centro de salud de Rebolería, así como el recorte llevado a cabo en psiquiatría. “En el barrio hay muchas personas mayores y también niños y muchas veces terminamos yendo al Miguel Servet y saturándolo, cuando algunas urgencias simples se podrían resolver con un médico de atención primaria y un pediatra de guardia”, defiende Vargas.

Actualmente, la asociación que preside la forman 110 socios pero hay otros muchos vecinos que colaboran en las distintas acciones. A todos les une el sentimiento de pertenencia a un barrio, el de La Madalena, como algunos lo llaman de forma cariñosa. Un barrio con dos zonas diferenciadas, la de la izquierda del Coso, mirando hacia el Ebro, donde vive una población acomodada, y la de la derecha, con personas en riesgo de exclusión. Un barrio donde se mantienen restaurantes de toda la vida, donde se camina tranquilo por calles peatonales y donde los movimientos asociativos trabajan para seguir creciendo en calidad de vida.  

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