solidaridad

Más de 600 cajas y 15.000 kilos de ayuda humanitaria de Montañana a Varsovia

El gobierno polaco ha reconocido al restaurante zaragozano Pájaros en la cabeza, organizador de la recogida: “Cuando pasan cosas, no debemos mirar hacia otro lado”.

Alberto Muñoz e Izuel, en el restaurante Pájaros en la cabeza.
Alberto Muñoz e Izuel, en el restaurante Pájaros en la cabeza.
C.I.

Lo que ocurre en un bar no siempre se queda entre las cuatro paredes del lugar. A veces, como esta historia, la cosa se complica y lo que pareció empezar como un sueño, cargado de muchas ganas de ayudar, se acabó convirtiendo en realidad. Esta es la historia de un camión zaragozano que este miércoles, 4 de mayo, a las 12.32 del mediodía, hacía su llegada a Varsovia, en Polonia, con más de 600 cajas y 15.000 kilos de ayuda humanitaria. Todo empezó hace tan solo unas semanas, en una conversación de bar.

Fue el 25 de marzo. La guerra de Ucrania acababa de empezar y Alberto Muñoz, gerente del restaurante zaragozano Pájaros en la cabeza -ubicado en el 42 de la avenida de Juan Pablo II de la capital aragonesa- decidió que tenia que hacer algo por ayudar. Máxime tras haber vivido ocho años en Polonia, país en el que muchos de sus compañeros de trabajo de aquel entonces, han decidido invertir sus vacaciones y días libres para ayudar a las familias ucranianas que continúan llegando hasta su frontera, sin cesar.

Fue en este establecimiento, junto a varios clientes como Primitivo Prados, gerente de Lecta, empresa de fabricación de papel aragonesa o el jugador polaco Adam Waczyński, del Basket Zaragoza, como comenzaron a tejer un plan. ¿El objetivo?: ayudar. “Desde el bar coordinaríamos una recogida de material, Primitivo se encargaría del almacenaje y empaquetado y Adam, con su agenda, nos ayudaría a contactar con gente local para conocer de primera mano lo que estaba ocurriendo allá”, relata Muñoz.

Tras semanas de trabajo, reunieron material suficiente para llenar un camión.
Tras semanas de trabajo, reunieron material suficiente para llenar un camión.
Heraldo

Muy pronto se unió otra pieza fundamental, Vicente Jaime, de Cotrali, empresa que puso a disposición de este equipo el camión que este miércoles, tras un mes y medio de mucho trabajo, acaba de llegar desde Montañana hasta Varsovia. “No queríamos enviar el camión a medias, había que aprovechar la voluntad de tantos amigos y tantas personas, teníamos que llenar”, reivindica Muñoz.

Y, dicho y hecho, tras largas jornadas de empaquetado, recogida, embalaje y preparativos, en los que se han visto inmersas muchas personas, este miércoles llegaban a la capital polaca un total de 33 pallets con 16 cajas cada uno, todas ellas repletas de alimentos no perecederos, productos de higiene para adultos y niños, medicamentos. “Un poco de todo, pero, sobre todo, de mucha ilusión porque pueda servir de algo, ahora que parece que la guerra se nos ha olvidado a todos”, admite el zaragozano.

Durante semanas, hasta el restaurante zaragozano ha llegado la ayuda de vecinos de la zona, colegios, fundaciones, agrupaciones de todo tipo. “Era mucha gente que quería ayudar, pero no sabía cómo hacerlo llegar. Esta era la parte más complicada”, asevera Muñoz. Emocionado, todavía recuerda cómo, junto a sus trabajadores, han invertido largas tardes para organizar los materiales para su envío.

Junto a él, su inseparable María Izuel, una joven con síndrome de down que trabaja con él desde la apertura del local en 2014 -no en vano, se trata del primer restaurante de Aragón que decidió contar con personas con capacidades diferentes en su plantilla-. “Yo también traje varias cosas. Galletas, chocolate y pañales. Estoy muy contenta de haber colaborado”, asegura Izuel.

Un reconocimiento inesperado

A las tremendas ganas de que el camión aragonés, por fin, llegase a su destino, se ha unido otra noticia muy especial, y es que, hace unos días, el Gobierno Polaco les anunciaba que habían decidido reconocer al establecimiento zaragozano con una condecoración por su intervención ante la crisis provocada por la guerra de Ucrania. “Nos lo dijo Adam, hace tan solo unos días, y no dábamos crédito”, admite Muñoz.

En una de las paredes del local, en la que también hay una bandera de Ucrania, ya han preparado el hueco para el diploma que, muy pronto, colgarán en el establecimiento. “Estoy muy orgulloso y emocionado, sobre todo porque te demuestra que la ayuda llega, y que hay alguien allí. Hay muchas guerras en el mundo y no debemos mirar hacia otro lado. Siempre se puede hacer algo”, concluye.

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