Más tranvía

Este sistema de transporte es un proyecto inadecuado y un fracaso de movilidad para una amplia mayoría de ciudadanos. Una segunda línea haría la ciudad insufriblemente ineficaz, y agravaría las hipotecas de la primera.

Desde siempre, muchos aspectos importantes del funcionamiento social, que nos afectan a todos, no se deciden en función del interés general común, sino para alcanzar objetivos particulares del grupo que ostenta el poder. Aunque es legítimo que la ideología presida los criterios de actuación de cada facción social, no es aceptable que sea una barrera a la objetividad y a la racionalidad.


En este caso, el Ayuntamiento ha pre-decidido crear una segunda línea de tranvía, y posteriormente otras más, independientemente de que sea bueno o no para Zaragoza. Como es habitual, la decisión se adorna a posteriori con estudios y participaciones controladas. El tranvía ha sido una decisión emocional adoptada desde un punto de vista estrictamente ideológico, como lo demuestra las razones principales que se utilizan para seguir ampliando las líneas. Casi todos o son eslóganes sin base técnica alguna, o alternativas peores que otras más favorables para Zaragoza pero que se descartan por contradecir la decisión previamente tomada. La piedra angular es que el 30% de los desplazamientos son peatonales, el 40% en coche y el 20% en transporte público, mientras que el espacio en las calles para el coche es superior al 40%. Por tanto se ha declarado la intención de eliminar progresivamente los movimientos en coche. Estos simplismos parten del supuesto de que la gente se desplaza en coche por vicio, no por necesidad.


Ya solo para dejar que por una calle pueda pasar un taxi adaptado, la ambulancia o los bomberos, la calzada usará más del 40% del espacio. También se ignora la necesidad que mucha gente tiene de que haya aparcamientos en las calles para poder vivir en ellas. Esos aparcamientos forman parte también del porcentaje maligno. Otro mantra es que hay que mirarse en el espejo de la ciudad europea con tranvía. Los ejemplos son un modelo de lo que la mayoría no queremos para Zaragoza. El Ayuntamiento nos explica de que se trata de tranvías que dan servicio a cascos históricos bonitos,agradables, donde no hay coches, donde se está divinamente (como turista) tomando un café pero no se dice que son zonas muertas, donde no vive nadie, solo hay comercio y oficinas, y a las 6 de la tarde todo enmudece y la gente escapa a la periferia. En Zaragoza el centro no es así; tiene la máxima densidad de gente, mucha de ella productiva que tiene que desplazarse a diario de modo eficaz. A la vez es un hervidero de comercio próximo, esencia de la ciudad mediterránea. Y queremos que siga siendo así y que terminen los perjuicios que causa la equivocada política municipal de movilidad. Nuestra ciudad busca y necesita un punto de equilibrio y coexistencia de los modos de desplazamiento, con flexibilidad, educando a la gente en prácticas sostenibles, pero dotando a las personas de opciones y de autonomía, no imponiendo criterios poco racionales.


Tras la experiencia de la primera línea de tranvía es innegable que la ciudad ha sufrido un retroceso importante en movilidad, como ya había anticipado el sentido común de los zaragozanos. El propio Ayuntamiento avisó de que la ciudad empeoraría si 30.000 coches diarios no se retiraban del centro. No se estudió si había 30.000 ciudadanos podrían hacerlo, y no los ha habido. El tranvía es una ruina económica sin precedentes en la ciudad. Como proyecto está bien hecho, a nivel técnico funciona correctamente y se usa mucho puesto que todos los demás modos de transporte se han supeditado a él. Sin embargo la mayoría de usuarios de transporte público se desplazan peor porque necesitan transbordos, pierden tiempo y se han roto sus líneas preferidas origen-destino. Zaragoza ya no es aquella ciudad con la mejor red de autobuses. Bastantes han vuelto a usar el coche porque no les compensa usar el nuevo sistema.


Muchos trabajadores que producen o van a los polígonos, los taxistas, los repartidores, han salido generalmente muy perjudicados. También se han creado vacíos de accesibilidad, donde las dificultades de acceso desincentivan el interés por residir en ellas, donde ir a dejar un mueble o llevar a tu tía anciana es una odisea. Gracias al tranvía somos una ciudad menos mediterránea, más insostenible y contaminamos más en conjunto.


El tranvía es un proyecto inadecuado para Zaragoza y un fracaso de movilidad para una amplia mayoría. Una segunda línea haría la ciudad insufriblemente ineficaz. Ya tenemos bastante soportando las servidumbres de movilidad e hipotecas económicas del actual, que es un buen modelo de lo que no debe hacerse si se gobierna buscando el bien común. Más decisiones de este tipo se deberían tomar tras análisis técnicos independientes y si resultasen positivos, consultando además a la población, pero no acerca de por dónde queremos que vaya el tranvía, sino sobre si debe haber más tranvías o no. Hay que superar esa aversión de las ideologías al interés general.