Las algas se adelantan y toman el Ebro a su paso por el Pilar

La sequía, la ausencia de lluvias y el bajo caudal favorecen la aparición de micrófitos en el río.

Las algas se adelantan y toman el Ebro a su paso por el Pilar
Las algas se adelantan y toman el Ebro a su paso por el Pilar

Estos días, las algas y los islotes de grava protagonizan las vistas al río Ebro desde el puente de Piedra a su paso por el Pilar. Asociaciones y entidades coinciden en que el fenómeno se ha adelantado con respecto a otros años debido al bajo caudal del río y la escasez de lluvias de este año.

Desde la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) aseguran que 2016 ha sido –y sigue siendo- “un año muy seco marcado por la escasez de precipitaciones y por un déficit pluviométrico un 30% inferior a la media habitual”.

Además, según los últimos datos del índice de sequía publicados por la CHE a finales de abril de 2017, el Eje del Ebro se encuentra en situación de emergencia desde prácticamente su nacimiento.

Como consecuencia, estos días el aspecto del río presenta un caudal más habitual de los meses de verano, que se ha adelantado, señalan, “debido a un periodo prolongado de estiaje protagonizado por una disminución avenidas registradas en el eje del Ebro”, que son las que limpian el cauce y provocan el fenómeno de arrastre.

Por su parte, a pesar del bajo caudal que presenta el río, la empresa zaragozana Ebronautas, especializada en paseos lúdico-interpretativos en piragua y balsa neumática por el Ebro desde hace 13 años, prosigue con sus actividades con relativa normalidad, ya que por el momento, esta situación no ha afectado a nivel de calado –es decir, en cuanto al caudal mínimo necesario para que la piragua se deslice en óptimas condiciones-.

Además, aseguran que se trata de una situación “normal” relacionada con la propia naturaleza del río: “Es algo habitual en los ríos mediterráneos que se caracterizan por presentar grandes oscilaciones de caudal en su régimen natural”.

Desde Volunta-Ríos Aragón, plataforma de voluntariado en ríos cuyo objetivo principal es la divulgación ambiental y difusión del patrimonio fluvial, califican la situación de “extraordinaria”. “Hacía muchos años que el río no estaba tan bajo y el mal estado de su cauce es, en parte, una consecuencia directa del uso que hacemos de las aguas y de la contaminación”, asevera Ismael Sanz, educador ambiental en la asociación.

En su opinión, este año está siendo “verdaderamente anómalo, con caudales de 30 metros cúbicos por segundo, mínimo establecido por el caudal ecológico y algo más propio de los meses de julio y agosto”, añade.

Además, las escasas precipitaciones de los meses de abril y mayo –que se prevé poco lluvioso- podrían empeorar una situación que ya se encuentra al límite, ya que, “por debajo del mínimo ecológico el río no puede disolver la carga contaminante que le metemos y se traduce en problemas de calidad de agua importantes”.

Caldo de cultivo para la mosca negra

Además, lejos del problema estético que esto puede suponer, la reproducción de estos macrófitos todos se traduce en “un problema de calidad y afección social”, como advierte el experto, protagonizado por la aparición de mosca negra y otro tipo de insectos que tienen en este ambiente un hábitat ideal.

En la zona de proliferación de algas, ubicada en la margen izquierda del río Ebro bajo el puente de Piedra, se añaden dos factores más: “La orilla de la margen derecha a su paso por el último arco del puente se dragó a una profundidad de 5 metros para construir el canal de navegación, unas obras que nunca se tenían que haber hecho”.

Este fenómeno hace que gran parte del flujo de agua se desvíe hacia esa parte del río. Y, de forma paralela, al incidir una mayor cantidad de luz solar sobre el extremo contrario, estas algas se desarrollen de forma espectacular. “Los macrófitos crecen unos 10 centímetros a la semana, así que, si no cambian las cosas, todavía crecerán más hasta finales de agosto”, lamenta Sanz.

Por otro lado, asegura que la construcción del Azud en 2008 también repercute en el curso del río, ya que “paraliza la corriente del agua provocando velocidades más lentas de agua y paralizando la dinámica natural del río”, concluye.

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