Los profes del hospital

El aula del Clínico Universitario Lozano Blesa continúa con la labor educativa en el periodo de hospitalización de sus pacientes más jóvenes.

Los profes del hospital Clínico
Los profes del Clínico

El aula hospitalaria del Clínico de Zaragoza es un lugar lleno de dibujos, manualidades, juguetes y ordenadores. “No solo hacemos los deberes, también buscamos que los niños se animen”, subraya Marisa Aznar, maestra de este espacio. A primera hora, recibe una lista con los pacientes que asistirán a clase ese día y los que, por motivos de salud, permanecerán en sus habitaciones. “Cuando no pueden salir, hacemos dibujos para ponerlos por las paredes, leemos cuentos o colgamos globos en los goteros”, cuenta la maestra.

“Hoy me toca hacer los deberes de Lengua, estoy estudiando los adverbios con Marisa y, cuando acabemos, vamos a hacer manualidades”, dice Carlos, de 12 años. Lleva dos días en el hospital y ya se nota cierta complicidad con la maestra. Naomi tiene la misma edad y mientras pinta confiesa con una sonrisa: "Me gusta mucho esta clase”.

Las clases de Marisa combinan lo curricular con lo creativo. Sus alumnos elaboran collares, animales para colgar en los pomos de las puertas, hacen dibujos para un concurso organizado por el hospital o plasman en una cartulina la mascota del Clínico que cada niño imagina. Entre ellos, un perro salchicha vestido de enfermero y un gotero que escupe caramelos de fresa. “No nos alejamos del entorno hospitalario porque estamos integrados en él. Preferimos aprovecharlo para aprender y sacar algo positivo. Hace poco, investigamos sobre la cardióloga aragonesa Martina Bescós”, recalca Marisa Aznar.

Los alumnos potenciales de esta aula comprenden un rango de edad de entre 3 a 16 años, por eso también cuenta con un profesor de Educación Secundaria, Pablo Blanco, quien llama a los centros para coordinarse. “Aunque el estar ingresado es una circunstancia muy diferente, es muy importante mantener cierta normalidad y, en algunos casos, hacer de orientador. El objetivo es que el alumno que tiene un nivel muy alto lo mantenga y el que no, busque una manera de mejorar”, afirma Blanco.

La mayoría de los alumnos vuelven, tras unos días, a su centro educativo habitual. Sin embargo, hay algunos niños que necesitan tratamientos largos y reposo en sus casas. Para que no pierdan clase, un grupo de cuatro profesores se encargan de ir a los domicilios. “Es un trabajo muy interesante, pero muy poco conocido. Nuestro cometido es que acompañen el ritmo de la clase y que se mantenga o se cree el vínculo con los compañeros del centro escolar”, destaca Marimar Frag. Este servicio, necesita la coordinación del colegio y el hospital, funciona desde hace 16 años y es “una forma de mantener el derecho a la educación de los niños”, concluye Frag.

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