LA LÍNEA, EN EL LADO ARAGONÉS

Un ferrocarril de vía lenta y anticuada

El viaje de Zaragoza a Canfranc se alarga cuatro horas en tren, más del doble de tiempo que cuesta hacerlo por carretera. La velocidad media que alcanza el 'Tamagochi' apenas supera a los 58 kilómetros por hora.

Acumulación de raíles de segunda mano en Santa María y La Peña para reparar la línea.
Un ferrocarril de vía lenta y anticuada
RAFAEL GOBANTES

No tiene que pagar un céntimo por el billete, pero el tren es tan lento que prefiere rascarse el bolsillo y bajarse en autobús. Así lo confiesa la canfranesa Mercedes Barba, una viuda de ferroviario de 77 años que lamenta cómo languidece el Canfranero tras haber dado trabajo al pueblo entero. Su postura no es para menos, ya que el viejo 'Tamagochi' emplea cuatro horas en recorrer los casi 200 kilómetros que separan Zaragoza y Canfranc. Dos horas más que si hace el viaje por carretera.

Ni siquiera la renovación de la vía entre Caldearenas y Jaca, a lo largo de 37,5 kilómetros, ha permitido recortar un ápice el trayecto desde que acabaron las obras el verano pasado. El Ministerio de Fomento optó por la solución más sencilla y barata, sustituir los raíles y las viejas traviesas de madera por otras de hormigón. El trazado, por tanto, se mantiene tal y como estaba hace 117 años, cuando se abrió el tramo Huesca-Jaca.

Las curvas impiden ganar velocidad, aunque el ente público ferroviario ADIF ha instalado nuevas señales que recortan las limitaciones vigentes, de 60 km/h. Pero ni siquiera en esto son diligentes: se instalaron hace meses y a estas alturas aún no han entrado en vigor pese a que todos los maquinistas pueden leerlas (las protecciones se desprendieron hace tiempo por completo). Según los propios ferroviario, no se ganarán más de diez minutos.

Este recorte será en todo caso testimonial para unos trenes que circulan en una línea decimonónica. De hecho, solo se ha construido un nuevo tramo, la variante de Huesca, a lo largo de los 200 kilómetros de la vía de ancho ibérico.

Da igual que circule el 'Tamagochi' o el más moderno TRD de CAF, capaz de alcanzar los 160 kilómetros por hora, ya que la velocidad máxima se limita, en el mejor de los casos, a 120. Y exclusivamente en el tramo entre Miraflores y Plasencia del Monte.

A la velocidad de un Vespino

En el resto del trayecto, los escasos viajeros deben armarse de paciencia, aunque tienen la oportunidad de disfrutar hasta el más mínimo detalle del paisaje. Da tiempo de sobra para hacerlo, ya que la velocidad media del convoy se reduce a 58,4 km/h, la misma que alcanzaban los ciclomotores Vespino.

No puede ser de otra manera, ya que el trazado y el lamentable estado de conservación de la infraestructura impiden superar los 70 km/h de velocidad punta desde Ayerbe hasta Canfranc.

Los ferroviarios cuestionan especialmente que no se pueda correr entre Huesca y Ayerbe, donde aseguran que los TRD podrían alcanzar los 160 km/h con muy poca inversión, "tan solo corrigiendo el radio de las quince curvas existentes y sin necesidad de construir viaductos ni de hacer desmontes". Con esta intervención, unida a la modernización del trazado entre Anzánigo y Caldearenas, sostienen que se podría recortar el viaje de cuatro a tres horas.

La única intervención prevista se reduce a la sustitución de la vía y de las traviesas con material reciclado proveniente de Cataluña, que se acometerá con retraso. Se cambiará a lo largo del trazado sin renovar, desde la variante de Huesca hasta Caldearenas y de Jaca a Canfranc, con un coste estimado por el ADIF en diez millones de euros.

Para evitar el cierre de la línea, estos trabajos que afectan a 89 kilómetros del corredor pirenaico se harán fuera del horario de explotación. Las citadas fuentes ferroviarias señalaron que se requerirán unos tres años. La última reparación sustancial se hizo en 2003 tras una serie de descarrilamientos. Entonces, se planteó como una actuación de emergencia a la espera de la modernización, aunque ahora queda claro que no servirá para la reapertura al mantenerse el ancho convencional.

Los resultados de la situación son visibles. Los trenes van prácticamente vacíos, con una media de ocupación de poco más de ocho viajeros por trayecto en el último año. Y así seguirá mientras las administraciones no decidan invertir de forma decida en la línea y se haga una oferta comercial competitiva, ya que los horarios de los trenes impiden incluso hacer la mínima gestión en el día en Zaragoza a los que bajan desde el valle del Aragón.