Mucho más que Mudéjar: las otras caras de Teruel

El esplendor artístico que supuso el arte mudéjar en Teruel ha ensombrecido en parte el interesante legado aportado por otras corrientes artísticas. Este paseo nos descubrirá otros interesantes atractivos de su legado histórico desde el Renacimiento al siglo XIX.

Casa del Deán, junto a la catedral, típico palacio renacentista aragonés en Teruel.
Casa del Deán, junto a la catedral, típico palacio renacentista aragonés en Teruel.
Javier Romeo/Prames

El esplendor artístico que supuso el mudéjar en la ciudad de Teruel ha ocultado el legado de otras corrientes artísticas de la Edad Moderna. Pasear por la ciudad de los Amantes nos permitirá descubrir también las interesantes huellas que el Renacimiento o el Barroco han dejado en ella. Además de la reforma de obras anteriores como el cimborrio de la catedral o las reconstrucciones de El Salvador y San Martín, entre otras, o de la suma de nuevas piezas de arte mueble, al patrimonio de Teruel se incorporaron nuevos monumentos que esta ruta urbana va a descubrirnos.

Situándonos en la ronda de Dámaso Torán podremos contemplar el acueducto-viaducto de los Arcos, que forma parte de una de las obras de ingeniería más relevantes del Renacimiento español. Obra de Quinto Pierres Vedel, esta conducción de aguas acabó con la dependencia de la ciudad de los aljibes medievales. Vedel se inspiró en las obras hidráulicas romanas para diseñar un elegante puente-acueducto de dos filas de arcos de igual altura, el superior para el agua, y el inferior para el tránsito.

La red parte de una surgencia natural a 4,4 km de Teruel y discurre por una tubería de caños de cerámica, o arcaduces, y 140 arquetas, salvando los desniveles del terreno tanto con arcos como con tramos subterráneos, hasta llegar a la brecha que separa el casco histórico del actual barrio del Carrel. Junto a los Arcos, se puede ver la torre con decoración mudéjar de la iglesia de la Merced; y cruzando el puente se llega, en la calle Javalambre, al pequeño acueducto del Arquillo, otra pieza de la traída de aguas. El suministro llegó a la ciudad en 1558, pero hasta 1580 no se completó la obra, que desde el torreón de la Bombardera se dividía para llegar a 14 fuentes públicas. La plaza Mayor (es decir, la del Torico) fue la primera en donde funcionó una de esas fuentes.

Allí, Pierres Vedel diseñó un surtidor coronado por «un hermoso y pequeño toro dorado con una estrella entre las astas», según una descripción del siglo XVIII. No es el actual, que data de 1858, pero merece la pena fijarse en el que se ha convertido en otro de los símbolos de la ciudad. La escultura del Torico mide solo 37 cm de altura, pero es de bronce macizo y pesa 54,5 kg. El Torico es una referencia para los turolenses, protagoniza el inicio de las fiestas de la Vaquilla, es punto de citas y celebraciones y una vista ineludible del casco histórico.

Para conocer cómo eran las fuentes originales, basta con tomar en la misma plaza la calle de Muñoz de Nogués para ir a la plaza de la Catedral. Junto a esta, se alza la casa del Deán, un típico palacio renacentista aragonés con galería de arquillos y alero de madera. La fuente de su fachada no es la que aquí se colocó en un principio, pero sí la única que se conserva de la época, trasladada desde el barrio del Arrabal, y casi idéntica a la que había.

Fuentes y palacios

Tras la catedral, a la derecha, la plaza Fray Anselmo Polanco está presidida por la casa de la Comunidad de Aldeas de Teruel, actualmente sede del Museo Provincial. La monumental fachada principal del edificio, erigido entre 1591 y 1593, se concibió como un símbolo del poder. Así, la portada está enmarcada por un par de columnas que sostienen un frontón con el escudo de la Comunidad. Junto a otros elementos característicos de la arquitectura civil renacentista, como los amplios vanos de la planta noble y la galería de arquillos, se incorporó una logia o galería superior. Tras diversos usos, el edificio se convirtió, en 1987, en sede del Museo de Teruel, que guarda una importantísima colección de arqueología y etnografía, además de acoger interesantes exposiciones temporales.

Vecinos al museo, se encuentran dos palacios nobiliarios, hermosos pese a su mal estado de conservación. A la izquierda, en la misma plaza, está el dieciochesco de los marqueses de la Cañada (conocido como la casa de la Marquesa); y bajando por la calle San Miguel, el de los marqueses de Tosos, que muestra la inspiración clásica del primer barroco. Muy cerca del museo también está la iglesia de San Miguel, una de las primitivas parroquias medievales que, con el tiempo, fue sustituida por el actual edificio de finales del siglo XVII.

Volviendo de nuevo a la plaza de la catedral, la torre mudéjar da paso a la plaza de Francés de Aranda, en donde se encuentra el palacio episcopal, que alberga también el Museo de Arte Sacro. Construido entre los siglos XVI y XVII, acoge una importante colección de obras de arte que abarcan desde el románico hasta el siglo XX. En la fachada resalta su portada barroca. El interior se organiza en torno a un claustro ajardinado y recientemente cubierto con una bóveda de cristal; está rodeado por un pasillo perimetral de dos alturas, unidos por una escalera monumental.

En la plaza de Francés de Aranda, puede verse el monumento dedicado a este prócer turolense. Nacido en Teruel en 1356, fue consejero real de Juan I y Martín I. También participó como representante del reino de Aragón en el Compromiso de Caspe, en 1412. La escultura del monumento, de estilo neoclásico, es del aragonés Carlos Palao.

Distintos edificios y espacios urbanos de estos siglos han desaparecido o sufrido importantes transformaciones; pero el paseo aún aguarda otros encuentros con el Teruel del Seiscientos. Por la calle de Yague de Salas, se continúa hasta la plaza de Cristo Rey, donde se encuentran los conventos de Santa Clara y las Carmelitas, testimonio de las numerosas fundaciones religiosas del siglo XVII.

Siguiendo su huella por la calle de Santiago, se enlaza con la del Salvador y, por ella, asomados al Turia, daremos con el antiguo convento de los Carmelitas Descalzos, hoy remodelado para usos del Gobierno de Aragón. Por último, sumaremos a nuestro paseo otra iglesia del siglo XVII, la de San Andrés, aunque su fundación se remonta al siglo XII.

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