"La sonrisa de un asistido gratifica más que una paga"

Ángel Loras. Su dedicación a los demás le ha hecho popular en Teruel. Para poder ejercer de enfermero voluntario, paga de su bolsillo los seguros

Ángel Loras, en el interior de una ambulancia.
Ángel Loras, en el interior de una ambulancia

Ha traspasado las fronteras de su profesión –policía local– y, tras formarse como enfermero, colabora de forma altruista en el hospital Obispo Polanco. ¿Qué le impulsa a ello?


Nací para servir a la sociedad. Desde siempre he sido feliz ayudando a la gente y sintiéndome útil. Soy también voluntario en Cruz Roja.


Incluso se paga de su bolsillo los seguros de responsabilidad civil necesarios para desarrollar la labor asistencial. ¿Le compensa?


Totalmente. La mayor recompensa es poder echar una mano allí donde se necesita. Cuando actúas de forma altruista, entregas el 100% y recibes el 200%. Me gusta hacer las cosas bien y me cotizo los seguros. Aparte de la colegiación en enfermería, tengo dos seguros privados.


Para su trabajo diario como policía local, ¿es útil ser también enfermero?


Por supuesto. Tanto en el coche como en la moto policial llevo siempre un maletín con lo básico para una primera asistencia. Me ha tocado utilizarlo en muchísimas ocasiones: un herido en accidente de tráfico, infartos, caídas de ancianos... Entras a trabajar por la mañana y no sabes qué vas a encontrarte.


Este verano viaja a Tailandia como enfermero voluntario. ¿Cuál será su misión?


Voy con otros profesionales sanitarios a la isla de Phuket, que sufrió un tsunami en 2012. Trabajaremos inicialmente en un hospital grande, pero no me importaría adentrarme hasta alguna aldea. Hay que ir preparado física y mentalmente. No sé lo que voy a ver.


¿Teruel es una ciudad tan segura como dicen las estadísticas?


Teruel es una ciudad pequeña que tiene sus pros y sus contras. Es cierto que hay un menor índice de delincuencia, pero también ocurren cosas.


¿Cuál es el delito que más tiempo ocupa a la Policía Local?


Creo que la infracción más común en Teruel es el vandalismo. Hay gente que no sabe valorar lo que tenemos en la ciudad, y hay cosas muy bonitas. El tráfico nos da también mucho trabajo. La distribución urbanística de Teruel es complicada.


¿Alguna vez ha tenido que superar una contradicción entre lo que le dicta su oficio y lo que le dice su conciencia? Por ejemplo asistir a un desahucio, levantar un ‘top manta’...


Siempre digo que dentro de un uniforme hay una persona. He vivido situaciones muy duras en las que me he ido a casa con dolor de corazón, pero soy policía y estoy para hacer cumplir la ley. A mí, por ejemplo, me sabe muy mal denunciar a los conductores, pero si hay que hacerlo, se hace. Ahora bien, soy como una madre: aviso, aviso, y aviso.


En la capital turolense conviven la Policía Local, la Nacional, la Autonómica y la Guardia Civil. ¿Hay coordinación o se producen roces?


Los cuatro cuerpos de seguridad están en el mismo barco y cada profesional debe saberlo. Alguna vez se produce algún roce en cuanto a las competencias, pero es inapreciable, y el resto de las veces colaboramos todos. En Teruel se trabaja muy bien.


Lleva casi dos décadas trabajando como policía local en Teruel, ¿cuál ha sido su caso más difícil?


El que más me marcó fue tener que dar noticia de fallecimiento a tres familias en Teruel en una misma noche. Fue un accidente de tráfico en Oropesa (Castellón) en el que murieron dos chicas menores de edad y un joven. Tuve que ir, junto con un compañero, casa por casa. Me pilló inexperto y fue muy doloroso. Ahora no haría las cosas así.


¿Por qué?


En realidad, no dábamos la noticia, sino que les decíamos que llamaran a un número de teléfono de la Guardia Civil. Ahora sé que esas cosas hay que comunicarlas en persona, físicamente, sintiendo la mirada del afectado y respetando su deseo de desahogarse.


¿Y el asunto que más satisfacción le ha proporcionado?


De esos hay muchos. Cuando me toca atender a una persona mayor que se ha caído y se ha hecho daño y logro tranquilizarla y darle confianza, me siento muy bien. A veces, he tenido que taponar una herida hasta que viene la ambulancia o calmar un ataque de ansiedad en un acto multitudinario. Cuando veo que me cogen la mano con fuerza y sonríen, esa sonrisa me llena más que si me pagaran. Esta profesión me permite el lujo de sentir esa sensación.


Con todo, ¿le queda tiempo para usted?


Sí, me organizo. Ya tengo pensado volver con los compañeros de Masía Pelarda al rally de Panáfrica, a vivir de nuevo el espíritu dakariano recorriendo las dunas del sur del Sáhara.