Las fiestas de La Vaquilla sacuden Teruel

Las peñas vaquilleras han asistido al tradicional toque del 'campanico del ángel', dónde la peña "Nos an Soltao" ha recibido el pañuelico.

Momento de la puesta del pañuelico este sábado en Teruel.
Las fiestas de La Vaquilla sacuden Teruel
Efe

“¡La Vaquilla va a empezar!” “¡Que suene el Campanico!” Con estas palabras del alcalde de Teruel, Manuel Blasco, pronunciadas a las 16.30 desde el balcón de la Casa Consistorial y dirigidas a la multitud que llenaba la plaza de la Catedral se daba inicio a una nueva edición de los festejos más multitudinarios de la capital turolense.


Tras el toque del Campanico -una pequeña campaña situada sobre el tejado del Ayuntamiento- por el alcalde, la fiesta se desplazó como un reguero de pólvora a la contigua plaza del Torico, donde dos miembros de la peña 'Nos An Soltao', Eduardo Suárez y Carlos Pérez, se encargaron de poner el pañuelo rojo en torno al cuello de la estatua del Torico, un acto que simboliza el arranque popular de La Vaquilla.


Dieciocho mil personas -la plaza del Torico llena a rebosar- presenciaron la colocación del Pañuelico por 'Nos An Soltao' y, tras el estallido festivo que provocó este acto, se dispersaron por toda la ciudad llenando de jolgorio todos sus rincones. La intensidad de la celebración se mantendrá al máximo hasta el próximo lunes, cuando el festejo de los toros ensogados cerrará La Vaquilla de 2015.

Más de 30 años de historia

Si Teruel tiene unos 36.000 habitantes, la población se multiplica con creces durante estos días que coinciden con el segundo fin de semana de julio.


Subirse al Torico no es una práctica nueva ya que a mediados del siglo XX no era extraño ver cómo "un grupo de amigos" escalaba por su propia iniciativa hasta esta figura para ponerle un pañuelo rojo, explica Paco Gómez, que acaba de publicar "La Vaquilla del Ángel", un libro sobre las fiestas de esta ciudad.


Y lo que podía parecer una práctica aislada e incluso una extralimitación fue cogiendo auge hasta llegar a 1982, cuando se institucionalizó. Ahora se ha convertido en el acto más multitudinario de las fiestas de Teruel.


El Torico está situado en lo alto de una fuente de una plaza del casco histórico, a una altura de 6 metros. Pesa 54,4 kilogramos y mide únicamente 37 centímetros de alto.


Situado en pleno centro de la ciudad, y a pesar de su corto tamaño, este Torico ha acaparado todas las miradas de los presentes, que han desafiado al sol de justicia de las cuatro y media de la tarde para celebrar el inicio de unos festejos que culminarán el próximo lunes por la noche, precisamente con el ritual contrario: la retirada del pañuelo al Torico.


Cada año dos peñistas se suben hasta esta figura. En esta ocasión ha sido el turno de Eduardo Suárez y Carlos Pérez, de la peña "Nos An Soltao", quienes una vez cumplida la labor se han hecho un selfi con el Torico. Javier Lahuerta y Gabriel Tomás, socios de la misma agrupación, serán los que retiren el pañuelo el día 13.


Aunque éste ha sido su arranque oficial, las Fiestas de la Vaquilla, como popularmente se conocen, ya han empezado por la mañana con el rezo de la salve en honor al Santo Ángel Custodio en el Ayuntamiento y, posteriormente, con la subasta pública de los palcos de la plaza de toros, desde los que se podrán contemplar este domingo los astados que participarán en el toro ensogado.


"La subasta de los palcos de la plaza de toros se hace todavía en pesetas", afirma Paco Gómez, quien, no obstante, aclara que se paga en euros. Por cada uno de los 38 palcos se suele pagar una media de "35.000 pesetas", unos 210 euros.


Desde estos palcos se podrán contemplar este domingo los cuatro astados que participarán en los toros ensogados el lunes de madrugada, cuando salen estas reses desde la plaza de toros hasta La Ronda, amarrados por cuerdas sujetadas por un grupo de personas para controlar los movimientos del animal. Ese día por la tarde esos mismos toros recorrerán las calles del centro.


Gómez, que fue soguero durante 35 años, explica que el primer toro ensogado que salió en Teruel fue en 1679 con motivo de la boda de Carlos II y María Luisa de Orleans. "Se corrió un toro ensogado desde las cuatro de la tarde hasta que anocheció", afirma. Desde entonces hasta ahora ha llovido mucho, pero la tradición continúa.

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