Termitas, el enemigo invisible

La inspección de una empresa especializada en control de plagas revela que las vigas de los forjados de los sótanos y la planta baja de una casa de la calle San Francisco desalojada por seguridad han sido devoradas a lo largo de una década por una colonia de termitas.

La finca dañada por una plaga de termitas ocupa el número 9 de la calle San Francisco
La finca dañada por una plaga de termitas ocupa el número 9 de la calle San Francisco

Una plaga de termitas ha convertido las vigas de los suelos y los techos de un edificio del Centro Histórico de Teruel en cáscaras vacías incapaces de soportar la estructura del inmueble. La inspección realizada el pasado jueves por una empresa especializada en la lucha contra este voraz insecto, Arepla, confirmó que en los dos sótanos y en la planta baja del inmueble la estructura de madera ha quedado reducida a una mera apariencia. El ataque había permanecido ocultó durante años a la vista de los vecinos por las placas de escayola y el pavimento de baldosas que recubren el maderamen.


La gravedad de los daños obligó a desalojar dos de los tres pisos habitados de la finca –en el número 9 de la calle San Francisco– mientras una vivienda de la tercera planta, la menos afectada, sigue en uso. Los vecinos de la casa contigua reconocen que les preocupa que las termitas se extiendan y dañen sus muebles, puertas o ventanas. Por suerte para ellos, la estructura de su edificio, de cemento y vigas de hierro, está a salvo.


Los propietarios de los pisos más deteriorados temen que la reparación pueda convertirse en una ruina económica. «El coste de rehabilitar el edificio puede superar el valor de la casa», señaló Esteban López, el albañil que detectó la plaga cuando se disponía a hacer una pequeña reparación. Explicó que fue requerido para cambiar unas baldosas rotas pero al levantarlas vio que el forjado situado debajo había perdido toda su consistencia porque las vigas «estaban comidas».


El Ayuntamiento ordenó el desalojo de las viviendas más deterioradas. En una de ellas, que ocupa la planta baja, vivían una anciana con un alto grado de dependencia y su cuidadora que se han trasladado a la residencia del Seminario. En el semisótano residía un hombre también mayor, que se ha marchado con su familia.


López advirtió de que los daños causados por la plaga de xilófagos «no se notan hasta que el suelo se hunde». En una sala pavimentada con parqué poco frecuentada, comprobó que de los listones de madera no quedaba más que una delgada lámina exterior. «Las termitas comen por dentro y no se descubre el problema hasta que la madera cede», explico el albañil.


La empresa contratada para inspeccionar el edificio, determinar el grado de afección y las medidas a tomar para acabar con la plaga presentará su informe la semana que viene. Según una primera apreciación, la colonia de termitas devoró el maderamen de forma constante y continuada durante una década hasta consumir toda la celulosa de los dos sótanos y la planta baja.


La gerente de Arepla, Marta Naya, explicó que, con el inicio de la primavera y la consiguiente subida de las temperaturas, llega la temporada de más actividad de las termitas, que en invierno, sin llegar a desaparecer, «están menos activas». También es el momento en que los individuos alados abandonan el termitero para fundar nuevas colonias. La presencia de ejemplares con alas puede ser una pista de la presencia de la plaga en una vivienda. Las termitas y las hormigas aladas se diferencia en que las primeras tienen cuatro alas iguales mientras que las segundas poseen dos pares de alas diferentes.


El principal problema para controlar o eliminar una colonia de termitas es detectarla a tiempo, antes de que la madera haya quedado convertida en una carcasa hueca. Lamentablemente, las termitas dan muy pocas pistas de su presencia, que se destapa cuando las vigas ya han sido consumidas. Entre los indicios de que bajo una casa hay un termitero, destacan los cordones de barro que pueden aparecer en las paredes y que son, en realidad, diminutos túneles fabricados por los insectos para avanzar protegidos del entorno. En ocasiones, los túneles son colgantes y adoptan la apariencia de finas estalactitas de barro.


La experta explicó que las termitas prefieren elementos de madera con cierto grado de humedad, por lo que el ataque empieza por las zonas bajas y en contacto con el suelo. Aunque las plantas primera, segunda y tercera de San Francisco número 9 estén poco afectadas o libres de termitas el problema de los pisos inferiores les afecta también porque, como explicó Esteban López, la estructura de los pisos inferiores soporta todo el edificio.


Aunque, de momento, la infección se limita a una casa, en los próximos días Marta Naya inspeccionará otras viviendas del entorno para tranquilizar a vecinos inquietos por la cercanía de la plaga. El concejal de Urbanismo, Jesús Fuertes, confirmó que los controles realizados apuntan a que lo ocurrido en la calle San Francisco es «un caso aislado».