RIVALIDAD ENTRE REGIONES

Los nietos enfrentados de la reina Petronila

Un antiguo palacio renacentista en un callejón lateral de la catedral de Barcelona sirvió durante muchos años, casi 700, como envoltorio de uno de los tesoros más fascinantes de la Historia de Aragón. También de la de Cataluña, Valencia y Baleares. El Archivo General de la Corona de Aragón se custodia desde 1993 en otro edificio, moderno y de ambicioso diseño, tal vez más acorde con la pujanza que Cataluña quiere transmitir. El más discreto palacio de Lloctinent, convertido ahora en sede histórica y representativa del Archivo, luce en su puerta la firma del Ministerio de Cultura, que es su titular. El edificio sigue siendo un buen símbolo de nuestros lazos más profundos con Cataluña. También podría serlo de nuestras actuales divergencias. Allí se firmó hace más de tres años la creación de un patronato formado por las cuatro Comunidades Autónomas que sigue pendiente de constituirse.

 

La candidatura de Barcelona a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 es la última entrada de un memorial de agravios en el que la explicación de la Historia tiene un papel destacado. Aragón y Cataluña, dos realidades distintas y cercanas, han sido mucho más que vecinos. Los encuentros y los desencuentros han sido habituales desde los esponsales de la reina Petronila con el conde Ramón Berenguer IV, el momento en el que nace la Corona de Aragón y una historia común que según el subdirector de 'La Vanguardia' Enric Juliana "ha sido mal explicada". El catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona José Enrique Ruiz-Domènec, uno de los más destacados medievalistas de España, explica los conflictos actuales en que "cuando no ha habido una realidad superior fuerte, se han desatado más fricciones". Ruiz-Domènec señala que en el fondo de lo que está pasando está también la "atenuación de un valor colectivo que llamamos España". Pero se trata de un ciclo, como ha habido otros.

 

Cataluña vive un tiempo difícil, "de repliegue interior, en busca de su identidad" según este catedrático, que remarca que nunca ha sido un territorio independiente. Para Enric Juliana, "lo que ha pasado estos últimos años ha tenido un precio". No duda en señalar que la política catalana "se ha articulado con poca inteligencia" y "se han estropeado algunos vínculos".

 

En la entrada de la sede histórica de la Universidad de Barcelona, en pleno corazón de la ciudad, los estudiantes apenas saben nada de contenciosos entre Cataluña y Aragón. Es el desconocimiento, o tal vez la "indiferencia" a la que alude Miquel Molina, también subdirector de Cultura de 'La Vanguardia' y autor de un reciente y amplio reportaje sobre las relaciones entre aragoneses y catalanes. Solo hay una excepción. Para el escritor aragonés Ignacio Martínez de Pisón, radicado en Barcelona hace muchos años, el único "conflicto real" entre ambas comunidades es el de los bienes de las diócesis aragonesas en Lérida. Un asunto que sí se vive con intensidad en Lérida, aunque tampoco trascienda demasiado al resto de Cataluña. Martínez de Pisón cree que es un asunto que el Gobierno aragonés tiene que explicar bien a la sociedad catalana, "que lo ignora todo al respecto". El escritor considera que el nacionalismo vive instalado en la cultura de la queja pero que las relaciones entre ambas comunidades no son tan malas. Lo que le preocupa ahora es que Aragón también caiga en el victimismo o en la suspicacia permanente.

 

"Cataluña siempre ha tenido una relación complicada con sus vecinos" dice Albert Boadella, actor, director de Els Joglars y ahora del Teatro del Canal de la Comunidad de Madrid. Boadella, de abuelos oscenses, cita los intentos de "catalanizar Valencia" y niega que sean problemas que se limiten a los políticos o las instituciones. "Eso pasa en el País Vasco, pero en Cataluña es un virus que afecta a una parte importante de la ciudadanía", bien sea por acción o por omisión. Boadella considera que se está educando en el odio a España. "Mi hija venía de clase hablando de 'los catalanes del Paleolítico", dice entre risas. "No hay que perder el humor", añade.

 

Un factor importante en la comprensión de esta complicada relación bilateral es que Aragón es la frontera del castellano como lengua predominante. El periodista Miquel Molina, que también tiene ascendencia aragonesa, cree que más allá de ese límite, los catalanes meten todo en el mismo saco. Molina es pesimista, porque está convencido que seguirá habiendo conflictos propios de la vecindad pero destaca la vinculación tradicional entre aragoneses y catalanes, la trama de afectos que sobreviven especialmente con Barcelona, foco de atracción de miles de emigrantes aragoneses. "Cuando el Zaragoza ganó la Recopa del 96, se oyeron cohetes en Horta", recuerda Molina.

 

La Casa de Aragón de Barcelona, que cumplió cien años en 2009, vivió tiempos de mucho esplendor. Su sede es un señorial edificio en el centro de la capital. Su presidente, Jacinto Bello, dice que el emigrante aragonés se ha integrado sin perder su identidad, aunque admite que nos falta autoestima. "Los catalanes tienen buen concepto del aragonés", asegura. Para Boadella, la emigración siempre trata de integrarse con la parte más dominante, que en Cataluña es el nacionalismo, y los aragoneses han sido de los más "díscolos". Sergio Vila-Sanjuán, escritor y coordinador del suplemento 'Culturas' de 'La Vanguardia', destaca el peso de lo aragonés en Barcelona y elogia el dinamismo cultural de Zaragoza y la transformación de los últimos años. Resulta paradójico que en los tiempos de la comunicación y del AVE, con un cómodo viaje de apenas hora y media entre las dos capitales, sean también los de la mayor tensión, los de un desconocimiento que en el caso catalán ha derivado en agravios injustificables.

 

Es inevitable transitar entre las vivencias personales y los grandes conceptos como la Historia. La tumba del primer rey de la nueva dinastía, Alfonso II, hijo de Petronila y de Ramón Berenguer IV, se encuentra en la iglesia del monasterio de Poblet (Tarragona) junto a las de otros reyes importantes de la Corona como Jaime I o Pedro III. El actual abad de ese monasterio es Josep Alegre, nacido en la localidad oscense de Ballobar, quien se declara entristecido por los conflictos entre Aragón y Cataluña. "Soy de un pueblo de la Franja y siempre ha habido una buena relación. La gente emigraba a Cataluña y las relaciones han sido siempre muy cordiales". Alegre cree que por encima de todo está lo personal y culpa a los políticos de esta situación. El abad aboga por hablar, "aunque no es tan fácil". "Quiero mucho a Cataluña y también a Aragón. Son cosas compatibles", dice el abad de Poblet.

 

Hay sectores de Cataluña que apelan a la cordura y que parecen dispuestos a encarar el futuro venciendo indiferencias que pueden traducirse en menosprecios. Tal vez sea la vuelta del añorado 'seny'. En el siglo XXI, los intereses de los nietos de Petronila y Ramón Berenguer IV pasan, como para el resto del mundo, por alianzas estratégicas. Lo mismo que en el siglo XII. Es revelador que en la entrada de la Universidad de Barcelona, entre el trajín de estudiantes ajenos a los conflictos de aragoneses y catalanes, la Historia que explican unos paneles informativos sea la de "nuestros ancestros africanos".