Las excavaciones arqueológicas en Labitolosa se suspenden tras 23 años por falta de fondos

La directora confía en retomar el trabajo en 2015 y espera que para entonces haya de nuevo ayudas de la DGA

Esta zona ya se excavó y se acondicionó para las visitas, pero aún queda mucho por hacer.
Las excavaciones arqueológicas en Labitolosa se suspenden tras 23 años por falta de fondos
Ángel Gayúbar

Por primera vez desde 1991, las ruinas de la urbe romana de Labitolosa y de la fortificación andalusí de Muñones no se ven alteradas en agosto por la celebración de una campaña arqueológica en busca de nuevos datos sobre estos dos singulares enclaves que se han revelado fundamentales para estudiar y conocer la estructura de la población pirenaica en la época del Alto Imperio romano y de la conquista musulmana. 


La falta de fondos con que financiar los trabajos arqueológicos han condenado a unas excavaciones que se habían venido desarrollado ininterrumpidamente durante veintitrés exitosas campañas. No obstante, esta paralización de los trabajos de campo se veía venir, ya que el año pasado tan solo se pudo realizar una actuación de mínimos durante una semana y ello gracias a la voluntariedad de los nueve participantes ya que el Plan General de Excavaciones Arqueológicas del Gobierno de Aragón no había reservado entonces partida alguna para este enclave ribagorzano. Y algo parecido había ocurrido el año anterior.


«Como en el gobierno autónomo no se contemplaba subvención para los planes de arqueología e investigación decidimos hacer un inciso este año y esperar a que haya más suerte el año que viene», resume la situación la doctora María Ángeles Magallón, la directora de las excavaciones en Labitolosa, quien insiste en que si bien este año no se va a trabajar físicamente sobre el terreno «sí seguiremos investigando e indagando sobre la importancia del yacimiento».


La doctora Magallón apunta que, a veces, se banaliza con lo que es una excavación arqueológica «que necesita mucho dinero para seguir con la investigación». Y explica que en un trabajo de campo como el que se realiza habitualmente en Labitolosa se necesita «pagar al topógrafo, al palista, al que lleva la tierra, el transporte, el alojamiento de los estudiantes, el trabajo de los dibujantes…» «Se puede ir al monte con un bocadillo –añade–, pero una investigación arqueológica exige una inversión que es lo que luego permite hacer analíticas y estudiar los materiales de otra manera». 


Justo lo que la ausencia de financiación impide este año realizar en el yacimiento ribagorzano donde, según Magallón. «No podríamos trabajar como deberíamos», indica, motivo por el que se ha suspendido la campaña. Pese a esta situación, la directora de las excavaciones no pierde el optimismo y espera que al año que viene, cuando se celebren las bodas de plata de las campañas arqueológicas en Labitolosa, se puedan retomar «con más fuerza» los trabajos que este año ha sido imposible acometer. La fortaleza andalusí

Unos trabajos que siguen siendo necesarios para profundizar en el conocimiento no solo de la ciudad romana –donde todavía hay muchos elementos por descubrir- sino del yacimiento andalusí contiguo de un castillo de Muñones que cada vez se revela como más importante en la estructura defensiva musulmana hasta el siglo XI. Esta estructura defensiva, que fue el último enclave de la zona en ser tomado por las tropas del rey cristiano Sancho Ramírez, centró buena parte de los trabajos realizados durante la minicampaña de 2013. En ellos se excavó el entorno de una de las puertas de acceso al recinto fortificado último, aquel que se encontraba tras un espacio amurallado en el que han aparecido varios aljibes que garantizaban el suministro a la guarnición y a las personas refugiadas durante largo tiempo. 


«Tenemos ante nosotros los vestigios de una fortaleza muy importante históricamente hablando cuyos restos presentan las señales del deterioro provocado por una contienda», apunta la doctora Magallón. Situado sobre un macizo calcáreo que domina las ruinas de la urbe romana de Labitolosa, el castillo de Muñones comparte con otras muchas fortalezas andalusís su construcción en tapial –un elemento sorprendentemente resistente– más allá de las primeras hiladas en piedra junto a la cimentación. Construido y habitado por los musulmanes entre los siglos IX y XI, se trata de un gran complejo defensivo de unos 4000 m2 y se mantuvo operativo hasta un tiempo después de que los cristianos conquistaran la vecina población de Graus, en el 1083. 


Los trabajos arqueológicos realizados en años anteriores están permitiendo descubrir los muros de la plaza fuerte o las balsas de abastecimiento de agua. En su estructura aparecen varios elementos tradicionales en las fortificaciones andalusíes tipo hisn como la torre o reducto superior, en este caso en el extremo sudoeste de la cresta protegido por un foso de perfil en uve, una alcazaba o recinto intermedio protegido por fuertes murallas y un extenso albácar ocupando el resto de la cresta del Calvario delimitando los escarpes rocosos complementados por una muralla de la que solo quedan escasos vestigios. 


Un aspecto de enorme interés de esta fortificación es el complejo hidráulico que consiste en un conjunto de al menos cuatro depósitos o cisternas escalonados siguiendo la pendiente meridional del cerro y apoyados en las murallas.