Viaje de regreso a Jánovas: "Nos echaron hace 40 años pero hemos conseguido volver"

Jesús Garcés y Mari Mar Garmendia han sido los primeros en retornar al pueblo expropiado. Pronto les seguirán otros. 

Jesús Garcés y Mari Mar Garmendia son los primeros en volver a residir aquí de forma permanente.
Jesús Garcés y Mari Mar Garmendia son los primeros en volver a residir aquí de forma permanente. Pasean por una calle ya urbanizada pero con las casas por reconstruir.
Verónica Lacasa

La Nochebuena de 2023 es una fecha feliz para Jánovas. Nada que ver con la de hace 40 años, cuando la familia Garcés Castillo celebró la Navidad con una carta de desahucio firmada por Iberduero como ‘regalo’. Emilio y Francisca fueron los últimos en salir del pueblo por la amenaza de un pantano que nunca se hizo. Ahora uno de sus hijos, Jesús, se ha convertido en el primer vecino en volver a vivir de forma permanente en este pueblo a orillas del río Ara, donde ya hay otras cinco casas terminadas (de segunda residencia) y se van a empezar cuatro más.

"Nos echaron hace 40 años pero hemos conseguido volver", cuenta Jesús Garcés, quien junto a su pareja, Mari Mar Garmendia, reside aquí desde hace unos meses. Han construido la vivienda a partir de unas ruinas y prácticamente la han levantado con sus propias manos. Para los Garcés, salir de Jánovas, azuzados por la compañía eléctrica, representó un drama que los marcó de por vida. El viaje de vuelta tampoco ha sido fácil, pero el futuro está lleno de esperanza, a la vista de los edificios rehabilitados y otros en obras que pueblan las calles urbanizadas, ya con servicios de luz y agua.

El pasado 10 de diciembre se cumplieron 15 años desde que la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) inició el proceso de reversión. Envió cartas a 114 vecinos de Jánovas, Lavelilla, Lacort, Albella, Ligüerre de Ara, Javierre de Ara, Santa Olaria y Burgasé, expropiados por Iberduero a partir de 1961, para que pudieran recuperar sus casas y sus fincas. La CHE dio así cumplimiento a la orden del entonces Ministerio de Medio Ambiente, que unos meses antes había resuelto la extinción del derecho de Endesa Generación (esta empresa compró los activos a Iberduero) para el aprovechamiento de varios saltos hidroeléctricos en el Ara y el Cinca, a la vista de que no se iba a construir el embalse de Jánovas. La obra, incluida en el Pacto del Agua de Aragón, quedó descartada porque no pasó el examen ambiental.

Sentado en su cocina, cerca de la estufa, Jesús Garcés recuerda el último día que pasaron en Jánovas sus padres, iconos de la resistencia contra el pantano y los últimos en salir el 19 de enero de 1984. Él residía en Huesca pero acudía los fines de semana a la casa familiar, donde Emilio y Francisca vivían aún con otros de sus hijos. "Teníamos que vaciar la vivienda, los de Iberduero nos estaban arreando, ‘venga, venga’, y la Guardia Civil, vigilando", cuenta.

"Nos engañaron. Nos habían engañado antes, todo el tiempo, y el último día también". Emilio Garcés tenía cabras y le habían prometido una casa en la cercana localidad de Campodarbe con una finca para los animales. "Cuando llegamos, que ya era de noche, no se podía ni entrar. Había un palmo de estiércol. Tuvimos que irnos a Boltaña, donde mis padres tenían un piso. Al día siguiente intentaron volver a Jánovas y ya nos habían tirado la casa por dentro". Los contratos de expropiación, apostilla, señalaban que podrían vivir y trabajar la tierra hasta la primera inundación, "pero a los tres meses de firmar les decían que entregaran la llave en la oficina de Boltaña y se largaran. Les daban tres meses para solucionarse la vida en otro sitio".

Él siempre ha mantenido la esperanza de volver. En 2001 ya sabía que la declaración de impacto ambiental del pantano era negativa, "pero la guardaron en un cajón hasta que no les quedó más remedio que sacarla". Hasta el 2008 no les dieron los papeles para acogerse al derecho de reversión, "tuvimos 15 días para entregarlos", y fue en 2016 cuando se firmaron los primeros acuerdos. Su padre, afirma Garcés, sabía que nunca se levantaría una presa en la cerrada de Jánovas. "Iban haciendo trampas con pequeñas obras para que no caducara la licencia".

Segundas residencias

Tres de los hermanos Garcés han reconstruido Casa Castillo, de la familia materna; un sobrino compró el edificio del que echaron a Francisca y Emilio; y unas primas rehabilitaron una vivienda al otro lado del río. Todas son segundas residencias, excepto la de Jesús, el único que duerme en el pueblo cada noche, "de lunes a domingo". La suya era de unos vecinos que emigraron a Francia y, ya nonagenarios, renunciaron a la reversión, por lo que Endesa la pudo vender.

En una exposición de fotografías en la calle central se ve el progreso de los últimos años. Queda lejos la imagen de las primeras obras utilizando un grupo electrógeno y una captación de agua desde un barranco. "El cien por cien de las casas las han recuperado los antiguos propietarios", afirma Óscar Espinosa, portavoz de la Fundación San Miguel, creada para la reconstrucción. "Hay alguno que supongo que la venderá. Por aquí pasa gente que no tiene nada que ver con el pueblo interesada en comprar. Es legítimo y ocurrirá. No podemos exigir a todos los antiguos vecinos que hagan una inversión. Requiere mucha valentía y un gran esfuerzo económico", añade.

El abuelo de Espinosa emigró a Barcelona en 1965 con toda la familia. Otros se fueron a Barbastro, a Fiscal... "Duró un año y medio, se murió de pena", asegura. Su padre siempre quiso regresar y acabó en Zaragoza. Rehabilitó un pajar en Asín de Broto para estar cerca de Jánovas. La mayor parte de los antiguos vecinos tienen casa por la zona. Él se quedó con el edificio de su abuelo, el más grande del pueblo. Ya está casi rehabilitado y remodelado para albergar cuatro apartamentos turísticos. "Sobrarbe va para arriba con el turismo. Yo quería levantar la casa tal y como estaba. Era muy grande, vivían siete hermanos, y suponía una gran inversión. El recurso más fácil era dedicarla al turismo, y de paso, generamos movimiento económico y que venga gente".

Reversión completada 

La reversión, después de 15 años, se ha completado. Todos compraron las casas a un precio simbólico. Endesa empezó pidiendo 30 veces lo que en su día pagó Iberduero, por la actualización del IPC, "pero cuando empezamos a negociar vieron que no podía ser porque nos estaban devolviendo ruinas", justifica el portavoz de la fundación. La ley exigía un pago y al final se tasó, como si fueran solares, a euro por metro cuadrado. Más se ha pagado por las tierras, ya que tienen un rendimiento. "Hemos logrado que al menos la gente pueda recuperar las ruinas y luego ya decidirán si las levantan o las venden".

Queda patrimonio libre, fincas agrícolas, que Endesa venderá a la Asociación de Agricultores, creada hace años para cultivar las tierras de los vecinos (casi 200 hectáreas). Además constituyeron la fundación San Miguel para contar con una figura jurídica que permitiera recibir las subvenciones y gestionar. "Traer la luz, según el plan de desarrollo inicial, iba a costar 800.000 euros, le pedimos presupuesto a Endesa y se quedó en 400.000. Al final la hicimos por 100.000", afirma Óscar Espinosa.

Las 42 casas de Jánovas, aún en ruinas, ya cuentan con calles urbanizadas. Esta misma semana se han certificados las obras de una de las últimas fases. Tienen luz, aunque deben acabar de regularizar la instalación, y agua. Pero todavía queda mucho por hacer. La prioridad es la construcción de un puente que cruce el río en el acceso desde la N-260. Ahora mismo pasan por un vado sobre el Ara, que este otoño ya se ha inundado tres veces obligándoles a dar un rodeo de 40 minutos. "Lo reparamos el día 30 de noviembre y el día 3 de diciembre hubo otra riada", cuenta Jesús Garcés. Esta semana apenas se podía entrar en coche al pueblo a riesgo de dañarlo.

El río Ara trae a Jánovas buenas y malas noticias. Era un recurso ambicionado por las eléctricas, pero sus valores naturales consiguieron frenar el pantano. Ahora resulta uno de los principales atractivos del pueblo y al mismo tiempo los separa de la carretera. Los vecinos confían en la promesa del Ministerio de Transportes, que dijo que les haría un puente cuando reformen la N-260.

Planes urbanísticos desde 2011

Jánovas, como Lavelilla y Lacort, cuenta con planes urbanísticos desde 2011. En el primero cataloga 79 inmuebles, entre casas y edificios de servicios (cuadras, pajares, corrales) y fija un máximo de 90 viviendas en el núcleo y 25 en los pajares.

"Nuestra intención es que primero se consolide el núcleo antes de hablar de la rehabilitación de los antiguos pajares", dice Óscar Espinosa, quien está convencido de que si la reversión se hubiera hecho antes y hubiera pillado a la generación de sus padres con menos edad, ya estaría todo el pueblo reconstruido. "No es igual empezar una casa con 50 años que con 70". Aún así, confía en un futuro crecimiento, de la mano de los antiguos propietarios y sus herederos o de personas de fuera. "Hay mucha gente interesada. Cada año que pasa es más atractivo porque invertimos en servicios y, cuando haya un puente, se revalorizará".

"El Gobierno de España ha mirado para otro lado"

Los principales reproches van hacia el Gobierno central, que prometió un plan de desarrollo de más de 20 millones para acondicionar el pueblo como compensación, y aún debe pagar su deuda. "El Gobierno de España ha mirado para otro lado", insisten. No obstante, admiten que surgió un obstáculo administrativo cuando se tramitaba el estudio de impacto ambiental del plan de desarrollo. 

Los propios vecinos alegaron para que la exposición pública diera voz a todo el mundo. Esto obligaba a ir por el procedimiento ordinario (no simplificado), provocando sin quererlo que se saliera del calendario del actual Plan Hidrológico. Las inversiones millonarias previstas se aplazaron a después de 2027. 

"Teníamos las puertas abiertas en la CHE, se había hablado mucho para empezar a invertir. Un día nos citaron y nos dijeron que esa alegación había provocado que les atáramos las manos durante años. Mientras, menos mal que el Gobierno de Aragón empezó a ayudarnos porque si no, no habría nada aquí", señala Óscar Espinosa.

La historia de Jánovas se ha ligado a la Dictadura de Franco y a su política de pantanos, que silenció cualquier protesta ciudadana. En los 60 y los 70 había pocas posibilidades de oponerse, pero los afectados recuerdan que a la última familia la echaron en 1984, con Felipe González en la Moncloa. "Cuando ganó el PSOE (1982) confiábamos en que todo se pararía, mi padre estaba convencidísimo, pero no fue así", comenta Jesús Garcés.

En la conversación con él y con Espinosa se cuela con frecuencia el nombre de Juan Luis Muriel, secretario general de Medio Ambiente en la época de los ministros del PP Isabel Tocino y Jaume Matas. Él desafió a todos y llevó al BOE la declaración de impacto ambiental negativa que durante un año se había guardó en un cajón. Dio así la puntilla a la construcción del embalse para regular el último río virgen del Pirineo, y de paso a su carrera política. Viajó al pueblo, paseó por sus calles y pudo sentir el agradecimiento de toda la comarca. Tras su fallecimiento, recibió a título póstumo La Cruz de Sobrarbe. "Si no hubiera sido por él, aquí habría hoy un pantano", sentencia Garcés, el primer vecino del nuevo Jánovas.

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