El ibón del Aneto nacido hace 11 años que se vació en un día

El retroceso de los glaciares evidencia fenómenos tan sorprendentes como el ocurrido en este lago de alta montaña, el más alto del Pirineo, cuyo nivel ha bajado 5 metros. 

Vista del mayor de los ibones residuales del glaciar, limitado al sur por el escarpe de hielo originado tras el vaciado.
Vista del mayor de los ibones residuales del glaciar, limitado al sur por el escarpe de hielo originado tras el vaciado.
Javier San Román

Hace 11 años se empezó a observar a los pies del glaciar del Aneto el nacimiento de un pequeño ibón fruto del retroceso de los hielos. El lago fue creciendo hasta formar parte del paisaje del gran coloso de la cordillera. Sin embargo, para sorpresa de muchos, a finales de septiembre prácticamente se vació por completo después de que el nivel de sus aguas se redujera 5 metros. 

El geólogo Javier San Román, autor junto a José Luis Piedrafita del libro 'Los glaciares del Pirineo', observó por primera vez en septiembre de 2015 el nacimiento de este ibón bajo el collado Maldito, en la margen occidental del glaciar. "En estos años nos ha gustado hacerle visitas periódicas", afirma Piedrafita. Se intuyó en el 2012, pero fue tres años más tarde cuando constataron que era un ibón, al que el aviador y montañero Gerardo Bielsa bautizó como 'Innominato', a falta de un nombre oficial.

Los dos geólogos lo han visto crecer, desde apenas 500 metros cuadrados hasta seis veces más en 2019, con una profundidad de 4 o 5 metros. En 2021 había multiplicado su superficie por 10. Se convirtió en el ibón a mayor altitud del Pirineo (3.105 metros) de la lista de más de 200, más grande que otros tan conocidos como el lago Helado de Monte Perdido, "pero ya entonces surgieron indicios que hacían dudar de que mantuviera esta tendencia", aclara Piedrafita. 

Así ha quedado lo que Gerardo Bielsa bautizó como el lago ‘Innominato’, separado en dos ibones pequeños, al bajar el nivel del agua 5 metros, uno  rodeado de roca y otro bordeado por el glaciar.
Así ha quedado lo que Gerardo Bielsa bautizó como el lago ‘Innominato’, separado en dos ibones pequeños, al bajar el nivel del agua 5 metros, uno rodeado de roca y otro bordeado por el glaciar.
Gerardo Bielsa

El año pasado observaron ya un descenso del nivel, pero la sorpresa se la llevaron en su última visita, el pasado 24 de septiembre. Ese día vieron que el agua había bajado 5 metros hasta dejarlo reducido a dos ibones hijos bastante más pequeños. El agua se fue a través de un torrente por debajo del glaciar ocasionando una caverna bien visible actualmente. 

"Debió producirse de modo bastante brusco, tal vez en un solo día, sin que sepamos exactamente cuándo y cómo", señala Piedrafita, quien apunta una hipótesis: "Hasta ahora el conducto subglaciar era lo suficientemente pequeño para que el agua que fundía se quedara en el ibón, pero al abrirse se ensanchó lo suficiente para que salga más de la que llega".

A la vista de como ha quedado el conducto sublaciar, es probable que los pequeños ibones que han surgido se mantengan y que tal vez el mayor (todavía rodeado de hielo en más de la mitad de su perímetro) crezca un poco por la fusión del glaciar, señala Piedrafita. El menor, sin embargo, ha quedado enclavado entre las rocas. 

El ‘Innominato’ fue el último en incorporarse al inventario de los lagos vinculados al glaciarismo, un proceso que no se ha detenido, ya que la retirada del hielo y la aparición de zonas excavadas por su movimiento siguen permitiendo la acumulación del agua. 

En las últimas décadas habían surgido otros, como los ibones Blancos de Literola, también en el valle de Benasque. El primero apareció en los años 40 y el último en los 90. "Son lugares para la contemplación y para la ciencia, más que para el recreo", dijo en una ocasión Javier San Román, en alusión a la masificación sufrida por algunos lagos de alta montaña del Pirineo.

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