En este 2023 ha aparecido ya en dos listas Forbes junto a su ‘alter ego’ Valeria Corrales. ¿Siente felicidad, responsabilidad, presión?
Es una mezcla de sorpresa, ilusión y presión. Estar ahora entre los 100 españoles más creativos en el mundo de los negocios es increíble. Por deformación profesional, me quedo sobre todo con que hay divulgadores científicos muy reconocidos como Carlos Santana, un experto en inteligencia artificial al que sigo desde hace muchísimo tiempo, pero también a Rocío Vidal ‘La Gata de Schrödinger’, en el campo de la ciencia. 

Pero ante todo un orgullo, ¿no?
Pues sí, porque si hace 10 años me lo hubieran dicho, habría respondido que era impensable. Aunque al final si no te quedas quieto y vas haciendo cosas, te pasan cosas.

Y conseguirlo estando en Huesca debe tener más mérito aún.
Yo me he criado en el barrio obrero del Perpetuo Socorro, mis padres trabajan en la hostelería, yo he trabajado en San Lorenzo desde los 18 años... Y te das cuenta de que salir en una lista Forbes no depende de los millones que tengas, salvo en la de los más ricos, claro, y hace que te creas que se puede conseguir casi cualquier cosa. 

Con tantos premios y ahora el reconocimiento de Forbes, ¿ha recibido cantos de sirena para ir a trabajar a Madrid o Barcelona?
Viajo mucho por trabajo a Madrid y a veces sí echo de menos estar cerca de una comunidad más tecnológica, me da cierta envidia. Pero luego también pienso que si estando en Huesca he conseguido todo esto, tampoco hace falta irse fuera. Para eso tenemos el AVE. 

¿Ya jugaba de niña con robots? 
Entonces no había robots pero siempre me gustaba montar y desmontar cosas. Tenía una caja con cables, cinta aislante y destornilladores y me ofrecía a arreglar todo. Con mi hermana también dibujábamos muñecas recortables y yo luego les hacía complementos en 3D con mi caja de cables... Me acuerdo que uno de los mejores regalos que hicieron fue dejarme abrir la televisión de mis abuelos para ver cómo era por dentro. 

¿Así que ya tenía una curiosidad innata por lo creativo? 
En el colegio, las matemáticas me flipaban y fue gracias a la profesora que tuve, Cristina Cañardo. Si tuviera que elegir un referente sería ella. En Primaria estábamos varios niños y niñas que nos gustaba y ella creó una especie de club, y un día a la semana nos quedábamos para hacer problemas de lógica. Además, cuando viajábamos en el coche, con mi hermana jugábamos a sumar matrículas de coches. Era lo que ahora se llama gamificar, trasladar la mecánica de los juegos al ámbito educativo. 

¿La robótica tendría que ser una asignatura más en los colegios?
Sí, porque independiente de lo que te vayas a dedicar en el futuro, te abre la mente. La programación te ayuda a resolver problemas, como en la vida real.  

Resuélvame una primera duda. ¿Hay razones para tenerle miedo a la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial no es un monstruo, solo una herramienta al servicio de las personas. En el pasado también había miedo a las calculadoras. El ChatGPT es como un cuñado que sabe de todo, pero cuando tú ya eres un poco experto en algo ves que cojea y que no tiene la verdad universal. 

Y la segunda, ¿los robots llegarán a dominar el mundo?
‘Terminator’ ha hecho mucho daño (risas). Pero los robots no se pueden saltar las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov y por tanto no pueden hacer nada que ataque a los humanos. Los ‘malos’ son los que los programan, aunque yo tengo la idea de que la humanidad por definición es buena. 

Llevan ya varios años intentando enganchar a las chicas a las tecnologías. ¿Lo están consiguiendo o siguen siendo cosa de chicos?
Queda mucho camino por hacer, pero poco a poco van cambiando las cosas y se dan cuenta de que puede ser algo perfectamente para ellas. Las niñas necesitan referentes, pero no a Marie Curie, aunque sea bueno que la conozcan, sino a chicas de su misma edad.