Huesca Provincia

Es un pueblo pero no lo es; está habitado pero no lo está y es español pero nadie lo diría

Los antiguos moradores de Suelves vendieron el núcleo y una constructora proyectó un macrocomplejo vacacional que nunca llegó a construirse, dejando a decenas de familias belgas con la inversión hecha.

Encuentro de propietarios belgas y descendientes de antiguos moradores del pueblo de Suelves.
Encuentro de propietarios belgas y descendientes de antiguos moradores del pueblo de Suelves.
Asociación de Amigos de Suelves

Una sucesión de extraños movimientos inmobiliarios llevó a Suelves a la situación en la que se encuentra hoy: es un pueblo pero no lo es; está habitado, pero no lo está y es español pero nadie lo diría.

Y así, en medio de una suma de contradicciones, pasan los años por este núcleo ubicado al este de la Sierra de Guara y que funciona al margen de los suministros ordinarios de agua y luz. Un reducto del Prepirineo que reúne todos los años a una mezcla de belgas flamencos y valones que olvidan sus diferencias y se sientan en una era a celebrar la vida, el Día de la Ascensión (30 de mayo) y el Día de Bélgica (21 de julio) junto a los descendientes de los antiguos moradores del lugar.

Antonio Lascorz es uno de esos descendientes. Él nació en Suelves y de niño vivió el momento de la venta. Porque en efecto, Suelves se vendió en 'pack' a un belga que proyectaba convertirlo en una especie de Marina D'Or de interior que hiciera las delicias de turistas belgas y alemanes en busca de descanso.

El tirón de la ciudad, una vía de acceso que nunca llegó a construirse, la falta de agua corriente y la tardanza de la luz eléctrica en llegar llevaron a las familias a decir 'sí' y la operación se cerró a mediados de los 60 por dos millones de pesetas, según publicaron los diarios de la época.

De modo que los moradores originales hicieron las maletas y fueron abandonando el lugar de forma paulatina. Lascorz asegura que su padre fue el último en hacerlo.

Y así, mientras unos se iban, otros llegaban. Una constructora recompró a su vez el pueblo y anunció a bombo y platillo que allí levantaría 400 chalés, varios hoteles e incluso una zona comercial y varios campos de tenis, fútbol, golf y hasta un picadero, según llegó a publicar el diario ABC en el 73. Un sinfín de promesas que cayeron en saco roto y dejaron a varias decenas de familias belgas con propiedades en mitad de la nada, pues nunca se terminó la carretera de acceso ni se llevó hasta allí suministro alguno.

La empresa inmobiliaria Forestal y de la Construcción incumplió los contratos de venta de un centenar de parcelas y estos belgas que buscaban un pueblo pintoresco español en el que veranear se vieron inmersos en un proceso judicial por presunta estafa. Cada uno había pagado entre 4 y 5 millones de pesetas por porciones de terreno de unos 700 metros cuadrados con chalé y todo tipo de servicios.

"Fueron víctimas de una estafa inmobiliaria pero a algunas de estas familias belgas les gustó el entorno y decidieron seguir adelante por su cuenta. En total se hicieron 23 o 24 casitas. Algunas tienen luz y algunas siguen con placas solares. Ninguna tiene agua corriente de modo que recogen el agua de la lluvia y la almacenan en aljibes", cuenta Lascorz. Él todavía se siente ligado a este lugar y por eso colabora con la Asociación de amigos y vecinos de Suelves y participa en las dos celebraciones al año que se hacen en el lugar: el 30 de mayo el Día de la Ascensión (la antigua fiesta del pueblo) y el 21 de julio el Día de Bélgica.

"Son días pintorescos en los que contrasta la exuberancia del paisaje con las ruinas de las antiguas viviendas – doce casas diseminadas de los antiguos moradores- que lentamente son cubiertas por la vegetación. Y paralelamente, están las sencillas viviendas de más de veinte familias belgas que pasan allí varios meses al año atraídos por el clima y el paisaje", cuenta. En la última de estas celebraciones, el pasado viernes, se juntaron allí medio centenar de personas de raíces belgas y españolas.

A día de hoy solo una familia belga está empadronada en Suelves y vive allí de forma permanente. El resto, viene solo cuando llega el buen tiempo a ocupar sus casas de veraneo mientras el pueblo viejo sigue cayéndose poco a poco.

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