El Pirineo oscense se convierte en referente internacional en la batalla contra los aludes

La familia de ingenieros Ayerbe diseñó en 1917 las defensas de Canfranc, pioneras a nivel mundial. Un curso en la Politécnica ha analizado los distintos sistemas existentes contra las avalanchas.

Los participantes en el curso visitaron el dique situado encima del balneario de Panticosa.
Los participantes en el curso visitaron el dique situado encima del balneario de Panticosa.
Laura Zamboraín

Huesca es la provincia con más aludes en época invernal, y en consecuencia, la que cuenta con más sistemas para frenarlos en España. Además fue pionera en el diseño de este tipo de defensas, ya que la familia de ingenieros Ayerbe (de Canfranc) desarrolló desde 1917 un tipo de dique que frenaba el desarrollo de las avalanchas una vez desencadenadas. Se colocaron primero en el valle de Canfranc y luego se extendieron a otras zonas, como la carretera de acceso al balneario de Panticosa. Las protecciones de Canfranc se convirtieron en un referente mundial de su época. Los expertos aseguran que son defensas únicas, y que se podrían considerar "patrimonio de Aragón".

Precisamente estos mecanismos de defensa frente a los aludes, su historia y las distintas tipologías existentes fueron analizados y visitados por expertos la semana pasada en el curso ‘Defensa contra aludes: diseño y cálculo’, desarrollado en la Escuela Politécnica Superior del campus de Huesca, dirigido, preferentemente, a ingenieros y técnicos que operan en áreas de montaña y que trabajan en vías de comunicación o estaciones de esquí, así como a gestores de Protección Civil, guías de montaña y técnicos de municipios con áreas de riesgo de aludes. Los participantes dedicaron la última jornada a conocer sobre el terreno las defensas situadas en Panticosa y Formigal, y en el lado español y francés del puerto del Portalet.

Alfredo Serreta, director de la sede de la Universidad Menéndez Pelayo Pirineos, organizadora del encuentro, apuntó que Huesca "es la provincia número uno en avalanchas, donde son más representativos y también donde hay más sistemas antialudes". Destaca sobre todo los del valle de Canfranc, "que en su época y durante mucho tiempo han sido un referente mundial".

En el Pirineo aragonés existen diversos ejemplos de sistemas antialudes. Los hay que frenan la nieve, como una barrera, otros evitan que las avalanchas se pongan en marcha, como los rastrillos y las redes, y después, una vez que el alud se ha desarrollado, los diques vacíos actúan frenándolo. Respecto a este sistema, José Antonio Cuchí, geólogo de la Escuela Politécnica Superior de Huesca, explicó que en otros países optan por construirlos en la parte alta de la montaña, para que el alud no llegue a arrancar. Pero en el Pirineo aragonés se hicieron más abajo, porque eran más baratos y por comodidad a la hora de construirlos, ya que en cotas más altas es más complicado el acceso tanto para las personas como para los materiales. Encima del balneario de Panticosa también hay un dique abierto en parrilla-rastrillo.

También se pueden encontrar frenadores (unos cilindros), como los que hay encima de la iglesia de Canfranc, o muros en forma de cuña, de manera que puedan desviar la avalancha o almacenar la nieve, en la carretera nacional francesa. Las viseras, por su parte, hacen que el alud pase por encima de la infraestructura a proteger y evitan el corte de la carretera, como las del acceso al balneario de Panticosa.

Igualmente, existen sistemas de desencadenamiento de avalanchas, "porque el problema a veces es esperar a que caiga", añade José Antonio Cuchí. Generalmente se utilizan en las estaciones de esquí, pero también en zonas como el balneario de Panticosa o la carretera de los Llanos del Hospital cuando es necesario, para garantizar la seguridad de visitantes y trabajadores de estos complejos turísticos. Se han diseñado sistemas fijos que provocan una explosión sobre el suelo con gases, y la Daisy Bell, una campana que acumula hidrógeno y mediante un helicóptero se lleva a donde interesa. Ahí se provoca una explosión de hidrógeno que es lo que origina la avalancha. Según Cuchí, es fundamental el mantenimiento de las estructuras fijas, sobre todo de las más antiguas, ya que si no se conservan en buen estado, dejan de ser efectivas.

Mayor presencia humana

Además, el aumento de la presencia de personas en invierno en zonas de montaña, añade el geólogo, "ha incrementado la necesidad de poner en marcha estrategias que permiten ampliar la seguridad", al igual que cada vez más sectores "necesitan formarse en los riesgos que puede suponer el manto nivoso y en qué condiciones se dan".

Juan Ángel Mintegui, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y codirector del curso junto a Cuchí, coincide en la necesidad de mantenimiento de las estructuras antialudes, que deberían complementarse con otras medidas, como los bosques, "que son los que realmente protegen, y que también deben estar bien conservados".

El curso mostró la problemática de los aludes de forma integral. No solo se habló de las estructuras de defensa. También se analizaron la formación del manto de nieve, su metamorfosis en función de las condiciones meteorológicas y los cambios en su estabilidad, además de las tipologías de aludes o la evaluación del riesgo que suponen.

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