prisiones 

Dos presos de la cárcel de Daroca cuentan cómo afrontar las adicciones al juego y la droga

Raúl y Miguel han participado en las jornadas de reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario en la Facultad de Derecho de Zaragoza. Suelen contar sus vivencias en institutos. 

Las jornadas 'Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario' se celebran hoy y mañana en el Aula Magna de la Facultad de Derecho.
Las jornadas 'Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario' se celebran hoy y mañana en el Aula Magna de la Facultad de Derecho.
Guillermo Mestre

Raúl, de 37 años, y Miguel, de 39, son dos presos aragoneses que están en la cárcel de Daroca por sus acciones a consecuencia de su adicción  al juego y a la droga, respectivamente. El primero tiene una condena de 27 meses por estafa, de los que ha cumplido 14 y ya ha empezado a salir de permiso, mientras que el segundo afronta una pena de 10 años por varios delitos de hurtos y solo le quedan 11 meses para quedar en libertad. Llegan con cierto nerviosismo al Aula Magna de la Facultad de Derecho porque el público que les escucha son funcionarios de prisiones, terapeutas y magistrados, pero reconocen que acuden “motivados” porque defienden que se puede superar la ludopatía y la toxicomanía.

“Yo estoy en el módulo 4, de respeto, y llevamos tres meses con salidas terapéuticas a los institutos (Daroca, Calatayud, Pedrola, María de Huerva, Molina de Aragón…). Queremos transmitir a los jóvenes los peligros de cualquier adicción, sea a las drogas, el alcohol o el juego. Siempre hay un momento para decir que no y, si tienen amigos que les influyen en ese consumo les decimos que corten con ellos y sean valientes”, relata Raúl a HERALDO en un despacho de la Facultad de Derecho de Zaragoza. “Pedir ayuda no es fácil, pero hay que hacerlo porque en esa situación les contamos lo que vivimos nosotros. Al no haber dicho no, acabamos ingresando en un centro penitenciario”.

Sus testimonios se han incluido en las jornadas ‘Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario”, que se celebran en el Aula Magna de la Facultad de Derecho bajo la organización de la jurista aragonesa María José Aranda, que es profesora de la Facultad de Derecho y trabaja en la prisión de Daroca (ha estado tres décadas en la prisión de Zuera). Han participado varios expertos en la vida penitenciaria, la criminología, la discapacidad, la depresión o los modelos de prisiones en Cataluña, País Vasco o el resto del país.

La Policía Nacional e Instituciones Penitenciarias realizan una operación contra la radicalización yihadista en la cárcel de Daroca
La Policía Nacional e Instituciones Penitenciarias realizan una operación contra la radicalización yihadista en la cárcel de Daroca
Policia Nacional

Raúl confiesa que no supo gestionar el problema familiar que vivió y eso le llevó a “tener la cabeza ocupada y empecé a hacer apuestas deportivas”, que le provocaron su ruina económica y “el intento de conseguir dinero desde cualquier sitio”.

Miguel les aconseja a los alumnos de los institutos que cuando llegan a la “adicción a la droga”, que es la que él ha sufrido, hay que saber decir que no. “Eso me llevó a hacer muchas cosas que no debía haber hecho y a entrar en prisión”, reconoce. “Me han ayudado muchísimo el equipo de los terapeutas y la junta”.

Cuenta que antes de entrar en la cárcel ya se apuntó a una asociación de ludopatía en Zaragoza para afrontar ese problema de salud. “Eso me llevó a que Prisiones me ofreciera que me siguieran viendo en la cárcel y esa terapeuta sigue entrando a Daroca”, apunta. “Si estás entretenido y haces tus cursos, más allá de salir al patio, ves la luz y las fechas de la salida”.

La respuesta solidaria de los alumnos 

La respuesta de los jóvenes estudiantes de los municipios situados alrededor del centro penitenciario de Daroca les ha sorprendido a los internos. “Para la edad temprana que tienen nos sorprende su atención en las salidas que hacemos. No es que hablen sino que empatizan con nosotros y eso es lo importante porque nos sentimos escuchados”, defiende Raúl, muy convencido de esa respuesta de los estudiantes.

En su aportación en las jornadas penitenciarias, han contado su tipo de vida en la cárcel. “Estoy en un módulo tranquilo donde hay unas pautas y normas que debes cumplir con tus compañeros. Hay que llevar una vida ordenada y llevas tus trabajos dentro remunerados”, relata el preso aragonés, quien ya tiene una visión más optimista de la cárcel al haber empezado a salir de permiso porque “es un balón de oxígeno muy importante para llevar el día a día”.

Las jornadas 'Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario' se celebran hoy y mañana en el Aula Magna de la Facultad de Derecho.
Las jornadas 'Reeducación y reinserción social mediante el tratamiento penitenciario' se celebran este jueves y viernes en el Aula Magna de la Facultad de Derecho.
Guillermo Mestre

Yo estoy en el módulo 6, donde está la UTE (Unidad Terapéutica Educativa), y allí estamos ocho compañeros que trabajamos los problemas que tenemos con las adicciones. También trabajo en la prisión y salgo a los institutos. Aunque todavía no salgo de permisos ya es un paso grande”, describe Miguel su coyuntura.

Al comparar la cárcel de Daroca, donde apenas hay un 30% de internos en comparación con la de macrocárcel de Zuera, Miguel destaca las diferencias. “Daroca es más pequeña y familiar que Zuera porque te ves más cómodo con los del equipo y la junta. En la otra es más grande y solo ves a los compañeros como vives”, reconoce el interno al haber vivido en los dos centros penitenciarios.

Cuando había etarras en la cárcel justo hasta hace un año (en abril de 2023 salió el último interno de ETA, Faustino Marcos Álvarez, hacia otra prisión del País Vasco) los dos presos no se sentían afectados. “He estado con bastante etarras y no he tenido problemas. Son gente normal y vives bien”, señala Miguel.

Los dos internos son de Zaragoza y la cercanía de sus familias son fundamentales para la recuperación por las adiciones. “La prisión debería ser un sitio al que nadie entrara porque estás alejado de tus familiares y de las cosas pequeñas de cada día. Me han aportado las normas y rutinas que antes no tenía y puedes aplicarlas fuera para no volver”, proclama Raúl, quien trabaja en la biblioteca central de la cárcel, colaboró en grabar un vídeo, y esto lo proclama como símbolo para su salida en libertad. “Yo trabajo todos los días en reciclaje de exteriores”, agrega Miguel.

Para concluir su experiencia, Raúl quiere despedirse con este mensaje: “Con que nos escuche una persona de todos los que haya (en el Aula Magna de la Facultad de Derecha) y un día se vea en que le ofrezca droga y no la cojan merece la pena haber venido”. Miguel reconoce que les va bien a los estudiantes de los institutos al escucharlos.

La trabajadora social Adriana Quintana, de Plena inclusión-Aragón, participa en las jornadas sobre el apoyo a la reinserción a discapacitados.
La trabajadora social Adriana Quintana, de Plena inclusión-Aragón, participa en las jornadas sobre el apoyo a la reinserción a discapacitados.
Guillermo Mestre

Apoyo a la discapacidad 

Entre las participantes que intervienen en estas jornadas ha habido colectivos como la Plena inclusión-Aragón, representada por la trabajadora social Adriana Quintana, quien ha precisado que trabajan  cada año con 46 presos que tienen discapacidad entre las prisiones de Zuera (30), Daroca (10) y Teruel (6). Esta organización es nacional y llevan este proyecto por muchos centros penitenciarios de todo el país.

“La mayoría de los afectados son hombres, aunque también tratamos a mujeres. Tienen nivel bajo de escolarización, bastantes no tienen el nivel de lectoescritura (capacidad de leer y escribir) y muchos con el problema de drogadicción (un 85%). En algunos casos se suman a la discapacidad intelectual la enfermedad mental y los problemas cognitivos”, describe Adriana Quintana los pacientes a los que atienden en las tres prisiones aragonesas.

La mayoría de estos internos proceden de delitos relacionados con drogas y robos, aunque los mínimos proceden de alguna agresión sexual. Ninguno suele ser de primer grado, sino que la mayoría son de segundo grado. También trabajan con internos de régimen abierto en los centros penitenciarios de Torrero y Huesca, con penados que tienen discapacidad intelectual y realizan proyectos sobre igualdad.

El trabajo de la Plena inclusión es hacer un seguimiento y talleres grupales para los internos, que son sesiones en los que trabajan de manera personal y sociales para que, con la perspectiva de su salida de la prisión, trabajan su reinserción. “Conocer las normas, respetar lo ajeno y comunicación”, enumera los principios que les aplican a los presos.

Además de los presos, esta organización “trabaja con su entorno” porque la discapacidad tiene que ver con los problemas de dificultad individual de los presos, pero también para poder tener una vida plena. “Por eso hablamos con los presos y con los funcionarios de las prisiones para la sensibilización de los discapacitados y que entiendan sus limitaciones para tratarlos”, agrega. “Sus niveles de comunicación y compresión suelen ser muy bajos. No solo pueden comunicarles a ellos con castigos”.

La jurista que organiza las jornadas 

La jurista María José Aranda, que da clases en Teoría del Derecho y Sociología jurídica, destaca que en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza se criticaba que no se estudiaba nada de derecho penitenciario ni criminología. 

Ante esa demanda, su cambio desde la prisión de Zuera, donde fue subdirectora, a la de Daroca, le llevó a organizar estas jornadas muy necesarias. Recuerda que ella hizo su tesis bajo el apoyo del histórico catedrático José Cerezo Mir, de Derecho Penal, para dedicarse al derecho penitenciario, y también le apoyó el catedrático Manuel Calvo García, de Filosofía de Derecho.

“Hay unos programas de intervención en las prisiones que funcionan muy bien, pero quizás el trato con los internos es duro y necesitamos mucho creer lo que hacemos para ganarnos su confianza y respeto”, asume María José Aranda, quien lleva 35 años en este trabajo. “Las prisiones pequeñas más familiares se puede controlar mejor que las macrocárceles, que son inviables y los profesionales se desmotivan”.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión