Inmobiliaria

La odisea del alquiler en Aragón: "Si comparto piso al menos mantengo mi dinero"

Juan Silvestre Fríes vive con su pareja y otras tres personas en una sola casa. Quieren independizarse juntos, pero sus circunstancias laborales y los altos precios del arrendamiento no lo permiten.

Juan Silvestre Fríes, en su casa de alquiler en Huesca.
Juan Silvestre Fríes, en su casa de alquiler en Huesca.
Javier Navarro

Juan y Gema se prometieron su amor hace ya más de un año. Querían irse a vivir juntos, pero ambos son opositores y solo trabaja él. No pudieron encontrar ni un solo piso de alquiler en Huesca que no se 'comiera' todos sus ahorros, por lo que decidieron alojarse con otras tres personas más en una vivienda. "Si compartimos, al menos mantengo mi dinero", reconoce el joven.

Es una casuística especial, pues no disponen de dos sueldos, pero es un fiel reflejo de lo complicado del mercado inmobiliario de Aragón desde años recientes. Los precios siguen escalando y se sitúan ya en máximos, según los principales portales, con la provincia de Zaragoza como la más cara y con la oscense y la turolense creciendo sin parar. "Yo llevo en este piso tres años. Nos prometimos hace un año y medio y queríamos irnos a vivir juntos", relata el madrileño Juan Silvestre Fríes, afincado en Huesca desde hace ocho años.

Bucearon por los portales inmobiliarios, pero todo lo que encontraban se les iba de precio o no se ajustaba a sus necesidades. "Todo lo que se ofertaba a mejor coste eran pisos de una sola habitación. A poco que viniera alguien a visitarnos no cabían. Era muy elevado para lo que ofrecen", comenta Silvestre, que trabaja como monitor en un centro escolar de la capital oscense. Ninguno bajaba de los 700 euros al mes. "Más allá de que todo está supercaro, somos opositores, pero ahora mismo solo trabajo yo. Pagar el alquiler para dos personas era totalmente imposible", dice. Su pareja, Gema, es inspectora de Hacienda. Habría supuesto gastar en uno o dos años todos los ahorros que el joven había conseguido en ocho años.

Mientras tanto, él residía en un piso de Huesca con otra pareja y un chico. "Hablé con ellos y mi novia vino de forma temporal. Hasta que no nos casemos y nos saquemos las oposiciones, es inviable irnos por nuestra cuenta y mantener nuestros ahorros", explica este joven. Ahora viven todos en una casa del Casco Histórico de la capital oscense de solo tres habitaciones, pero los gastos son mucho menores. Aunque, cada seis meses, su casero les dice si va a necesitar que desocupen la vivienda. "Nos ha hecho el favor de mantener bajo el coste durante tres años y estamos encantados. A cambio, cada seis meses nos dice si va a necesitar la casa para otras cosas", añade. Aunque no todos han corrido con la misma suerte. "Tengo amigos viviendo aquí que pagan hasta 600 euros al mes por una casa pequeña que solo tiene un salón, una cocina y una habitación", dice Juan Silvestre Fríes.

"Al final encontramos uno, pero nos habría gustado que fuera más barato"

La joven Carmen Sánchez, en su piso de alquiler en Zaragoza.
La joven Carmen Sánchez, en su piso de alquiler en Zaragoza.
C. S.

La turolense Carmen Sánchez también ha pasado por el tedioso proceso de encontrar un hogar de alquiler acorde a las necesidades. En su caso, quería mudarse a Zaragoza con su pareja y, tras varias búsquedas, encontraron un piso al que podían hacer frente, aunque les habría gustado "uno que fuera más barato". "Pudimos encontrarlo con relativa tranquilidad, porque mi pareja vivía aquí y me alojé en su casa mientras", comenta.

Se establecieron como precio máximo 600 euros, con el objetivo de alojarse en una zona con buenas conexiones hacia sus puestos de trabajo. "Finalmente, lo encontramos en Las Delicias. La zona está muy bien, dos habitaciones, y cumple con las expectativas, aunque nos habría gustado que fuera más barato", declara Sánchez. En su día ella ya vivió de alquiler en la capital aragonesa y atestigua que los costes han subido.

Además, ha vivido en sus carnes el endurecimiento de los requisitos por parte de los propietarios, que sufren cada vez más inseguridad jurídica a la hora de arrendar las viviendas. "En todos los pisos nos pedían lo mismo. Dos sueldos que sumaran una cantidad aceptable y dos fianzas, una para el casero y otra para la DGA. Hace años, cuando ya buscaba piso aquí, no nos pedían nada", dice esta joven de 27 años. En el caso de esta pareja, el trabajo no ha sido un impedimento. "Conozco casos en los que no han podido entrar en alguna casa de alquiler por no tener una profesión con un salario mayor", reconoce.

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