Alberto Calvo: "Invoco al 'animus iocandi': los chistes son para reír, no para ofender"

El padre de ‘Supermaño’ reside en Calatayud desde hace años, donde continúa su trabajo como ilustrador, historietista y pintor. Amante de los latinajos, la historia y la gaseosa, experimenta actualmente una felicidad cargada de argumentos

Alberto Calvo, en Toledo, con un barquito confeccionado por él
Alberto Calvo, en Toledo, con un barquito confeccionado por él
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¿Qué significa el verano para usted, qué le sugiere?

El calor, y la niñez. Cuando más intenso se vive es en vacaciones, pero sobre todo las del colegio.

¿Cómo lo vivía en su infancia y adolescencia?

Íbamos a donde nos llevaban mis padres: al Pirineo o a Peñíscola.

¿Tiene o ha tenido tiempo para irse de vacaciones este año?

Estoy muy a gusto en Calatayud, y para mí vivir aquí es como estar de vacaciones el año entero.

¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?

No sabría decirte uno. Quizá el de estudios, hicimos la ruta del románico con el colegio y me sorprendió muchísimo. Salía del desierto y me encontré con cosas muy diferentes, empezando por la hierba -ríe- y la pintura románica, que me impresionó mucho desde la primera vez que la vi con mis propios ojos, y me ha servido el resto de la vida para pintar. Muchos de mis personajes, incluyendo Supermaño, vienen del románico. El ‘romañico’.

¿Cuál es su rincón de Aragón favorito para desconectar?

Ninguno. Bueno, uno, mi cama, que está en Aragón. Yo desconecto durmiendo.

¿Qué destino vacacional tiene pendiente?

Todo. Un millón de cosas, empezando por Sos del Rey Católico.

¿Recuerda alguna anécdota estival vinculada a su profesión o a las vacaciones?

Una de mozo. Nos pusimos a hacer dedo para llegar a no sé dónde, y no nos cogía nadie. Seguimos andando, recocidos por el calor, hasta que llegamos al primer pueblo desde Zaragoza, cuyo nombre tampoco recuerdo ahora mismo. Hicimos noche por ahí, en la estación, y la policía nos echó una bronca. Es un recuerdo imborrable, aunque los nombres sí se hayan borrado.

¿Qué tipo de lecturas u otras actividades realiza estos días (conciertos, teatro, festivales)?

A los festivales ya no voy. Me gusta pasear y hacer mis cosas, leer y estudiar mucho. Yo es que me lo paso bien con lo que hago, no tengo ningún problema.

¿Qué planes cumple de los que se propones cada verano: descansar, desconectar, crear...?

Siempre tengo planes de sobra, muchos más de los que acabo haciendo, da igual que sea antes de Navidades, después o en verano. La cuestión es que al final nunca tienes tiempo de nada.

¿Qué película, canción y/o concierto evocan un verano inolvidable para usted?

Soy poco romántico y nada nostálgico, pero si me dices de elegir una canción, sería alguna dedicada al intento fallido aquel del autostop. Algo de heavy metal.

¿Ha estado alguna vez en el pueblo de Pilar y Supermaño?

Son de una aldea de muy difícil acceso, como las islas de San Borondón, solo se puede acceder en la noche de San Juan y días así. No he conseguido llegar.

¿De todos los refranes de Sancho Panza, con cuál se queda? ¿Algún latinajo preferido?

Uno muy de ahora: donde no se piensa, salta la liebre. El latín y el griego me gustan mucho, ayudan a comprender lo que hablas. Siempre investigo la etimología de las palabras, su origen... en esta torre de Babel que vivimos, orientan. Invoco el ‘animus iocandi’: los chistes son para reír, no para ofender. También ‘brevitatis causae’: el maño es más gracioso cuando no se extiende. El tercero es ‘quid pro quo’: se popularizó gracias a ‘El silencio de los corderos’, y mucha gente lo usa mal desde entonces porque se identifica con el ‘do ut des’, y no.

¿El Partenón, Bali o una terraza con su amigo Faemino?

Esperaré a que arreglen el Partenón, a que pongan los alicatados y los azulejos. Mejor la terraza con el Faemino, epatando al pedir gaseosa, que no la pide nadie.

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