Ana Palacios: "Era la panoli del colegio"

Ha sido premiada en los cinco continentes. En 2022 recibió el premio Artes y Letras de HERALDO.

Ana Palacios, a los 5 años, con su bisabuela Patro.
Ana Palacios, a los 5 años, con su bisabuela Patro.
A. P.

Periodista y zaragozana. Trabajó en la producción de cine americano y luego se consagró al documentalismo vinculado a los Derechos Humanos, del territorio y de los animales. 

¿Recuerda su infancia como una época feliz?Totalmente. Esos viajes de cuatro horas a Jaca en el Seat 127, la bici BH azul cielo, los frigodedos, los domingos con mi padre yendo en coche al frontón cantando ‘Yellow submarine’… Sí, feliz.

¿Qué le hizo reír por primera vez?Mi madre, seguro. Organizó su propio funeral con años de antelación. Nos enseñaba el folleto para que eligiéramos el ataúd o nos consultaba si debía sonar ‘Imagine’ o ‘My way’ al comenzar el entierro. Recuerdo insistirle en que tenía que ser la de Sinatra. Cuando llegó ese día y empezó a sonar la canción en el tanatorio…, volví a sonreír entre lágrimas celebrando su maravilloso sentido del humor.

¿Qué le hizo llorar?Mi madre y ‘My way’.

¿Qué era en el patio del colegio?La panoli. Jugaba a balón prisionero mientras el resto se escondían a fumar o se escapaban al bar Jauja a pillar un bocadillo de calamares con los chicos del otro colegio.

¿Se sentía rara, especial?En los primeros años de cole, llevé corsé para la escoliosis, botas ortopédicas, gafas de varias dioptrías y parches para el estrabismo. Era rara.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?Una bofetada de mi padre por llegar tarde una noche de viernes…, desde entonces soy superpuntual.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Me encantaba ver películas desde muy pequeña. Mi hermana Cristina me llevaba mucho al cine y en casa me atiborraba de ‘Dinastía’, ‘V’, ‘Con ocho basta’, ‘Falcón Crest’…

¿Tenía algún complejo que le amargara?En la adolescencia, un novio me dijo que sus amigos le decían que cómo salía conmigo si yo no era guapa, pero que él les decía que yo era muy simpática. Eso me supuso muchos años de terapia. Cualquier día le paso la factura.

¿Cuál fue la calle de su infancia?León XIII, en Zaragoza. Ahí estaba la panadería de la Miguela, el Compre Bien, el Fau y el mercado París… Era la ruta de los sábados con mi madre. Si la tarde iba bien, terminaba comiendo una bolsa de Estrellitas.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Zaragoza?Me encantaba que mis amigas vivieran cerca, mis abuelos… El cine Mola, el Elíseos, el Palafox…, todo cerca. Lo que menos, que el cole estaba lejos y eso suponía levantarse mucho antes.

¿Cuál es el episodio de su infancia o adolescencia que con más frecuencia vuelve a su memoria?Las temporadas en Jaca durante las vacaciones. No había que estudiar, solo montar en bici y coger moras.

¿Era religiosa?Sí. Lo echo de menos.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado?Muchísimo. Lo de darse besos con el novio era pecado y eso me atormentaba.

¿Qué obsesión, fobia o filia forjó claramente en esos años?La filia a la procrastinación que hoy todavía atesoro sin remedio.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?Cuando empecé a ser consciente del ‘qué dirán’, sí fui gregaria. Misma ropa que mis amigas, mismas aficiones… para no desentonar, pero me liberé a los 22, cuando me fui a vivir a Los Angeles (EE. UU.), que es el reino del ‘medaigualismo’.

¿Cómo ganó su primer dinero?Disfrazándome de loro y repartiendo panfletos por la calle. Era la publicidad de una academia de inglés.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?Con 13 años compré un perrillo a un agricultor por mil pesetas (todos mis ahorros). Por la noche, lo escondí en el garaje y lloraba tanto que los vecinos llamaron de madrugada a mis padres para quejarse y se enteraron, claro. Lo llamamos Milpelas.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?Paul Newman. Tenía la carpeta del colegio forradísima con fotos suyas del ‘Súper Pop’.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?Frans Vogel. Un holandés, que también tenía 12 años. Lo conocí en las noches de animación de un hotel de Tossa de Mar. No nos entendíamos, pero dibujó un corazón en la mesa de ping-pong mientras me miraba. Fue la primera vez que sentí mariposas en el estómago.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?‘Climb every mountain’ de ‘Sonrisas y lágrimas’. La profe de inglés estuvo todo un curso enseñándonos inglés a través de esa banda sonora y nos las aprendimos todas.

¿Qué película le deslumbró?‘E.T.’… Cómo lloraba y cómo lloro hoy todavía cuando la veo.

¿Qué personalidad internacional fue para usted una referencia poderosa?El papa Juan Pablo II. Lo fui a ver a La Romareda con el colegio y todavía recuerdo ese día.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades?Mis amigas del colegio, claro. Elena Lera se fue a vivir a Cuenca cuando teníamos diez años y nos escribimos cartas todas las semanas durante años.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?La responsabilidad. Una frase que me marcó mucho fue “si suspendes es como si nos robaras”.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?La de hoy, la de fotógrafa documentalista, fue la hermana Primi Vela. En mi viaje a India en 2010, la conocí y trazó mi nueva vida: dejé el cine y empecé con el fotoperiodismo. Hoy sigue siendo mi faro.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?Cada vez que me llevaban al cine. Eran tales las emociones que generaban en mí las películas que yo quería generar eso en los demás.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?
Mi gran alegría fue aprobar COU en junio. Mi gran tristeza fue no tener otro hermanito.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?Al de mi Primera Comunión. Vestida con la túnica y los pasadores con florecitas, la comilona con mis primos, el reloj Casio y las cucañas.

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