Carlota Benedí: "El baile me ha salvado de muchos abismos y demonios"

La coreógrafa y bailarina (Zaragoza, 1972) lleva 17 años al frente de su academia de danza, que celebra su festival anual el próximo día 29 en el Teatro Principal

Carlota Benedí, bailadora flamenca / 13-06-2023 / Foto: José Miguel Marco[[[FOTOGRAFOS]]] [Original: 13062023-_MM_6979.jpg] //ZAR// Autor: MARCO, JOSÉ MIGUEL Fecha: 13/06/2023 Propietario: Heraldo de Aragón Id: 2023-1795159 [[[HA ARCHIVO]]]
La artista, fotografiada esta semana en su estudio zaragozano.
José Miguel Marco

Da la sensación de que usted nació ya con un tutú puesto...

De pequeña veía algo de danza por la tele y trataba de emularlo en mi habitación. No fui, no obstante, una niña que bailara y lo mostrara a los demás como una gracieta de aprobación. Lo hacía en la intimidad de mi cuarto y nunca imaginé que años más tarde me acabaría dedicando a ello. La primera vez que mi madre me vio bailar yo ya tenía 21 años.

Pero en su casa algo se olerían...

De pequeña daba la paliza a mis hermanos para que me pusieran el tocadiscos. Estaba en alto y, como todo lo susceptible de estropearse, solo lo manejaban los mayores. Les pedía que dieran la vuelta a la cara y bailaba todo lo que escuchaba. A veces ponía los platos en la mesa haciendo un ‘arabesque’ o un ‘demiplie’.

¿Qué discos eran esos?

Marifé de Triana, Los Tres Sudamericanos, Boney M, Police, The Cure, los T Rex, grupos punkies... Es una mezcla atómica.

En la que no asoma el flamenco...

En mi casa como mucho había alguna cinta prestada de Paco de Lucía o Camarón. En el flamenco me he formado más que en otras disciplinas por las circunstancias: asistí a cursos intensivos y, al ser mi pareja guitarrista flamenco, compartimos esa pasión.

Musicales, danza oriental, claqué, ¿le da a todos los palos?

He bailado también clásico y contemporáneo, porque me gusta probar todas las cosas: desde danza ‘kathak’ hindú al funky.

Máster en eclecticismo...

Ojalá en mi época de formación hubiera existido YouTube. Entonces yo grababa en una cinta VHS toda la danza que salía en la tele porque era la única forma de poder estudiarla. Veía ‘Fama’ y recuerdo una serie que se llamaba ‘Bailarina’ y ‘Bailarín’, en la que aparecía Nuréyev o Baryshnikov. También estaba atenta en el ballet de ‘Aplauso’ y el ‘Un, dos, tres’ a un magistral bailarín inglés que se llamaba John O’Brien y que terminó siendo mi maestro de claqué y ha venido a dar cursos a mi academia.

¿Cómo da el salto a la docencia?

A los 12 años empecé con gimnasia rítmica en el colegio, que era lo más parecido al baile. Mi entrenadora me propuso sacarme el título de técnico superior deportivo y todo lo invertí en el baile. Empecé a dar clase en 1989, pero la academia está abierta desde 2006.

¿Cuántos alumnos han pasado por ella?

En toda mi vida, habré dado clases a más de mil personas. Viene gente que parte de cero y otros que ya traen un bagaje. Muchos lo hacen por terapia, para olvidar su rutina, y otros buscan profesionalizarse.

¿La danza también le ha servido de terapia a usted?

Por supuesto. El baile me ha salvado de mucha locura, de muchos abismos y demonios. Si no hubiera bailado, creo que sería una persona muy antisocial.

¿A través del baile se puede expresar todo?

Todo, pero quizá el público no está muy acostumbrado a este lenguaje. Es un idioma y hay que estudiar y practicar para comprender. Como profesora también quiero brindar herramientas para conocer la danza, aprender el esfuerzo, la exigencia, el respeto, trabajar en equipo, empatizar...

Me dirá que es cosa de echarle sentimiento, pero hay conciertos en los que bailan hologramas.

Con el debate de la inteligencia artificial, se está perdiendo el respeto a lo artístico. Por tener una cámara en el móvil no eres un fotógrafo. Hay que valorar lo que cuesta el esfuerzo y no solo buscar un resultado inmediato, sin frustración, frío y propio de una máquina. Hay cosas que no cambian: el proceso de aprendizaje conlleva dificultades, que son las que dan tablas y te hacen superarte.

¿Qué hace cuando no baila?

Me gusta pintar, hacer mandalas, manualidades y tengo pendiente retomar el pilates.

No se sabe estar quieta.

Cuando me he lesionado o no he podido bailar –pocas veces porque soy autónoma– bailo en mi cabeza. ¡Imagino coreografías incluso con los ‘jingles’ de la tele!

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