Galicia

Aragoneses que limpiaron de chapapote el desastre del Prestige hace 20 años: "Vimos las rocas negras y fue inevitable llorar"

El petrolero Prestige vomitó toneladas de desolación en las costas de Galicia hace justo 20 años. Miles de voluntarios acudieron, también desde Aragón.

Los voluntarios limpiando chapapote.
Los voluntarios limpiando chapapote.
H. A.

El filósofo Thomas Hobbes tachaba de egoístas por naturaleza a los seres humanos, sin embargo, la respuesta humana en el desastre del ‘Prestige’ fue la mejor contradicción que se pudo dar. Aquel mes de noviembre de 2002 marcó un antes y un después en la conciencia ecológica y solidaria de las personas

Del cabo de Estaca de Bares hasta la punta Tariga. Y desde el cabo de Touriñán hasta el cabo de Creus. También desde fuera de España. Miles de personas procedentes de medio mundo hicieron un ‘stop’ en sus vidas para desplazarse hasta Muxia -y otros municipios de la zona- y ayudar con sus propias manos a limpiar el chapapote que tiñó de negro más de 1.000 playas, la mayoría gallegas.

El afán por ayudar se tradujo en una marea de voluntarios. Desde Aragón, se organizaron varios viajes en autobús y hay quienes decidieron acudir por su cuenta. Unos fueron solos y otros con su familia, pero no importaba ir acompañado o no. Todos consiguieron sentirse como en casa. César Rodrigo decidió, junto a su mujer y su hermana, Emma Jiménez y María José Rodrigo, aportar su granito de arena. Solo habían pasado unos días desde que el buque finalmente se hundió, sin embargo, no pudieron quedarse en casa. "Recuerdo que las juventudes del PAR estaban organizando un autobús para ir y nos animamos", relata.

Paula Figols, fue por sus propios medios: "Me impresionó verlo. Por mucho que lo había visto en la televisión, no era lo mismo"

Tras un largo trayecto, llegaron a Muxia. Todos los sentidos afloraron cuando se acercaron a la costa. "La primera vez que vimos las rocas negras fue inevitable llorar. Observar a los pájaros con las alas llenas de chapapote y muchas especies muertas fue doloroso", recuerda María José. Como consecuencia del Prestige, murieron más de 17.000 aves. Esta familia estuvo cinco días retirando fuel de las rocas. "Se metía por los huecos y recuerdo sacarlo a puñados. Después de limpiar una playa, rascabas en la arena y volvía a emerger más petróleo", asegura César.

Una piedra envuelta aún hoy en chapapote en el concello coruñés de Carnota
Una piedra envuelta aún hoy en chapapote en el concello coruñés de Carnota
Cabalar / EFE

Las 77.000 toneladas de fuel M-100, el combustible menos biodegradable de todos los derivados del petróleo, afectó a cerca de 3.000 kilómetros de costa española, francesa y portuguesa. "Hasta una plaza de Muxia estaba negra porque las olas saltaron y la tiñeron", lamenta César. Los tres recuerdan que todo el mundo se preguntaba los primeros días dónde estaba el Ejército y las empresas del Estado. "Había mucho enfado con todo lo sucedido. Fue una vergüenza", asegura María José.

Los lugañeros agradecieron la marea de solidaridad y no descansaron en semanas; no solo para limpiar chapapote, sino también para hacer que los voluntarios se sintiesen como en casa. "Muchas entidades donaron comida y fueron los propios habitantes de Muxia los que cocinaron para todos nosotros. Se portaron muy bien y estaban especialmente agradecidos de que la gente estuviese yendo para retirar el crudo", recuerda Emma.

​​César Rodrigo, viajó en el autobús de las Juventudes del PAR: "Los percebeiros estaban muy preocupados. Algunos decían que tendrían que irse con su familia a otro sitio porque habían perdido el trabajo"

Quienes con el vertido vieron cómo perdían su medio de vida, trabajaron sin descanso. "Recuerdo a los pequeños pescadores entrar en el mar con sus barcas y retirar con palas el fuel que flotaba. Muchas se estropearon", cuenta César. Algunos, impotentes por lo sucedido, se plantearon mudarse para buscar otro sustento. "Los percebeiros estaban muy preocupados. Algunos decían que tendrían que irse con su familia a otro sitio porque habían perdido el trabajo. Fue un desastre ecológico y económico", especifica. 

Esta familia regresó cerca de la zona de la catástrofe tiempo después, sin embargo, no entraron en la localidad gallega. "Tuvimos una sensación rara y no nos atrevimos a entrar", apostilla. Sí que sacan las fotos del álbum de vez en cuando para viajar en el tiempo. "Soy uno de los que sale, pero no se muy bien quién", indica al enseñar una imagen en la que aparecen decenas de voluntarios, tapados con el traje de protección, retirando crudo de las rocas.

Tan solo un mes después del ‘Prestige’, la aragonesa Paula Figols, que por entonces tenía 24 años, decidió emplear sus días libres en acercarse a Corrubedo, en las Rías Baixas, para "ayudar" y para "ver lo que había sucedido". Fue sola, sin viaje organizado. Cogió un tren nocturno de Zaragoza a La Coruña. "Dormíamos y comíamos un grupo de personas en una casa del pueblo. Recuerdo que estuve cuatro o cinco días y que pasábamos muchas horas limpiando las rocas", apunta.

Ana Cortés guarda algunos recuerdos de su estancia en Muxia
Ana Cortés guarda algunos recuerdos de su estancia en Muxia
Rubén Losada
Ana Cortés, organizó un autobús de CC. OO.: "Nos preguntábamos dónde nos habíamos metido. El poco trozo de piel que quedaba sin protección me picaba mucho"

"Me impresionó. Por mucho que lo había visto en la televisión, no era lo mismo. El olor del chapapote se pegaba a los trajes de protección y era imposible quitárselo", recuerda Figols, que ahora, 20 años después, le explica a sus tres hijas cómo vivió la experiencia. "Fue muy bonito el sentimiento de pertenecer a un grupo que estaba ayudando ante una catástrofe. Hace un tiempo volví con mi familia y me gustó mucho recordar todo. Yo lo vi bien, limpio, pero no soy experta como para valorar la huella que ha dejado después de tantos años", declara. La zaragozana recuerda la tarea de limpiar chapapote como "muy dura". "Tenías que estar de rodillas y era muy costoso. Pero también fue muy gratificante", asegura.

Las olas de voluntarios fueron continuas y tardaron mucho tiempo en disiparse. Cinco meses después de la catástrofe, Comisiones Obreras de Aragón llenó un autobús y puso rumbo al epicentro del desastre. "Lo vivimos por la televisión como algo muy agónico. La gestión fue muy mala y al capitán del buque le dieron diferentes órdenes cada día. Fuimos viendo a través de los televisores cómo la mancha se extendía cada vez más", recuerda Ana Cortés, técnica de medio ambiente del sindicato, que se encargó de organizar el desplazamiento.

"Después de ver la marea de voluntarios que se había desplazado hasta allí desde todo el mundo y observar cómo era imposible que el Ejército limpiase todo, decidimos ayudar aunque fuese un poco", recuerda la zaragozana, que asegura que «todos» en el autobús eran conscientes de que había sido "una catástrofe". "La gente de allí no podía disimular la tristeza", recuerda.

Cuando llegaron, con "una mochila, una muda y poco más", se instalaron en el pabellón de Muxia, al igual que César Rodrigo y su familia. Allí es donde durmió gran parte del voluntariado. "Tenía la tranquilidad de que me podía ir y nadie me iba a robar nada de la mochila. Todos estábamos allí para colaborar y el ambiente era muy familiar y cercano. Había gente de todas las edades y de muchos lugares distintos", apunta.

Esther Murillo, se desplazó en un autobús de Comisiones Obreras: "Recuerdo que fue muy duro. Por mucho que limpiabas, al día siguiente, estaba otra vez negro"
Un autobús de Comisiones Obreras se desplazó hasta el epicentro del desastre del Prestige
Un autobús de Comisiones Obreras se desplazó hasta el epicentro del desastre del Prestige
H.A.

Entretanto, en la instalación deportiva, emergía el debate sobre la gestión. "Al Gobierno solo le importaba la política y nosotros, los voluntarios, estábamos dando una muestra de que estábamos preocupados por el medio natural y que por ello estábamos tantas personas allí", denuncia.

El "miedo" a la exposición también generó "dudas". "Es verdad que nos preguntábamos, ¿dónde nos hemos metido? La realidad era que el poco trozo de piel que quedaba sin protección, en la zona de la frente, me picaba mucho", recuerda. Sin embargo, cuenta, "mereció la pena". "La zona en la que estuvimos nosotros limpiando, la playa Nuño, estaba negra, pero si levantábamos la cabeza y mirábamos la zona que le correspondía al Ejército... Era una pasada", reconoce.

"Era desolador limpiar una zona y ver al día siguiente que estaba otra vez negra. Nos animábamos entre nosotros y decíamos: ¡No pasa nada, lo que hemos quitado ya no va a estar nunca!", recuerda. En solo un año, los voluntarios y los diferentes trabajadores retiraron cerca de 100.000 toneladas de arena y crudo de la costa.

En la pequeña mochila que llevaron a Muxia se trajeron de vuelta a la capital aragonesa recuerdos de todo tipo. "Hicimos muy buenas migas. Nos llevábamos todos muy bien".

A pesar de que fue una experiencia "muy enriquecedora", esta zaragozana, que vivió el ‘Prestige’ con 35 años, también guarda en su memoria momentos menos agradables. "Un día, dando un paseo, vimos llamas y nos acercamos a ver qué pasaba. Nos dimos cuenta que estaban quemando todo el material que utilizábamos para protegernos del chapapote. Fue angustioso ver que por un lado nosotros estábamos teniendo un gesto por el medio ambiente y por otro lado se estaban quemando residuos", lamenta.

En el autocar que organizó Ana Cortés, viajó también Esther Murillo. "Recuerdo que fue muy duro. El chapapote pesaba muchísimo. Era una maseta que nunca se iba definitivamente. Por mucho que limpiabas y limpiabas, al día siguiente estaba otra vez negro. Luego veías a los peces muertos, a las gaviotas que tenían medio cuerpo negro,...", cuenta.

Con traje aislante, mascarilla y gafas, varias decenas de aragoneses se sumaron a la marea de voluntarios
Con traje aislante, mascarilla y gafas, varias decenas de aragoneses se sumaron a la marea de voluntarios
H. A.

A pesar de todo, Murillo recuerda que fue una "bonita" experiencia. "Me emociono al pensar en los momentos. Fui con una compañera de trabajo y en ese viaje conocí a una de mis mejores amigas que aún mantengo. A pesar de los años y de que se fue a Italia a vivir, seguimos manteniendo la relación", cuenta. Además de su amistad, reconoce, también guarda en el corazón la hospitalidad de los muxianos. "Por la noche hacíamos cosas típicas de la zona. El pueblo es precioso. Me encantaría volver ahora para verlo porque yo lo vi hecho polvo", reconoce.

El Prestige fue una catástrofe sin precedentes, pero también supuso una demostración de la nobleza del ser humano. Fue una muestra de solidaridad, de preocupación por el medio natural y, en definitiva, de humanidad.

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