despoblación

"Si no hay trabajo es imposible que la gente se quede"

En Aliaga (Cuencas Mineras) viven unas 250 personas. Sin embargo, hay más de 500 que nacieron aquí y que viven en otras Comunidades, sin contar los que residen en Zaragoza u otros puntos de Aragón.

Una de las calles de Aliaga, esta misma semana.
Una de las calles de Aliaga, esta misma semana.
José Miguel Marco

Pedro Juan Valero tiene siete hermanos. Ninguno de ellos vive en Aliaga, donde se formó y creció su familia. Todos se quedaron en Valencia, la ciudad a la que se desplazaron sus padres cuando ya tenían cinco de sus ocho retoños. “De Aliaga para arriba, la gente se fue a Zaragoza; de Aliaga para abajo, a Valencia”, dice este vecino del pueblo.

Esta localidad de las Cuencas Mineras tiene unos 350 habitantes censados, aunque realmente viven 250. Llegó a rozar los 2.000 en los años 50 y 60. Ahora mismo, hay 523 personas nacidas aquí que tuvieron que salir de Aragón y que viven en otras provincias españolas. A estos hay que sumarles los que viven en otros puntos de la Comunidad -muchos se fueron a Zaragoza- y los que salieron al extranjero. “En verano superamos los 2.000 habitantes, porque la gente sigue siendo de aquí y vuelve siempre que puede; le tienen cariño al pueblo”, cuenta el alcalde, Sergio Uche.

El cierre de la central térmica hace casi cuatro décadas fue la puntilla para una localidad que creció al calor del carbón, pero que se quedó sin otro medio de subsistencia. A muchos de los que se tuvieron que ir, o a sus hijos, les gustaría regresar no solo en verano. El proyecto para instalar una fábrica de paneles ignífugos, que crearía unos 40 empleos, ha demostrado que si hay trabajo, la gente vuelve a Aliaga: “Dijimos a los jóvenes que han salido que los que quieran volver, tendrán prioridad para trabajar en la fábrica. Ya tenemos más de 55 currículos”, cuenta Uche, quien sentencia que “la gente que se va, generalmente es porque no tiene trabajo”.

Los hermanos Javier y David Tena, propietarios de una carpintería en Aliaga, señalan que el 80% de los trabajos que hacen son “para gente que no vive aquí”, pero que mantienen activas sus segundas residencias. De hecho, pese a la fuerte despoblación, cuentan que no es fácil encontrar una vivienda libre en el pueblo. Ellos siguen en el negocio familiar, pero la gente de su edad o los más jóvenes es difícil que se queden en el pueblo. “Aquí no tienen ningún futuro, ¿qué van a hacer aquí? El cierre de la central fue una debacle, y desde entonces hemos ido a menos, a menos… Es algo imparable, sin trabajo es imposible”, lamentan.

Luis Pérez es vecino de Zaragoza pero ahora, ya jubilado, tiene más tiempo para volver a Aliaga, donde nació hace 73 años. Con 13 años se fue a un internado de la capital aragonesa, ya que “era la única forma de estudiar”, y allí hizo su vida. Cuenta que en todo este tiempo “se ha ido mucha gente”, sobre todo tras el cierre de la central. En tiempos, un vecino buscaba suerte en alguna gran ciudad y, cuando prosperaba, llamaba a más gente. En Barcelona hay seis supermercados de vecinos de Aliaga, que en su día crearon una especie de franquicia de colmados. “En 1948 nacimos 56 niños en el pueblo. Ahora no sé cuántos pueblos tendrías que recorrer para juntar tantos niños...”, ejemplifica Pérez.

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