¿Qué balance hace de la gestión gubernamental de la pandemia?

No es el momento de alabanzas ni críticas exacerbadas. Habrá que estudiar, sacar conclusiones y pensar en cómo mejorar no solo para futuras pandemias, también para el funcionamiento del día a día de los centros.

¿Qué lecciones podemos sacar?

Muchas. Sin disminuir la capacidad de autogestión de las comunidades autónomas hay que establecer mecanismos más seguros de coordinación y colaboración en el Sistema Nacional de Salud. El Ministerio se ha descapitalizado y no cuenta ni con recursos ni con la capacidad suficiente para ejercer el liderazgo del sistema.

¿Cuál es el punto débil según su experiencia gestora de treinta años con diferentes gobiernos estatales y autonómicos?

Solo ha preocupado el gasto, el volumen de actividad y las listas de espera, ‘más por menos’. Hay que dotar de más recursos y cambiar los objetivos. Nuestro sistema tiene elementos magníficos: accesibilidad, universalidad y calidad de los profesionales. Pero somos uno de los países de la OCDE que menos gasta en sanidad. Por ejemplo, el déficit en enfermería, colectivo ejemplar en esta pandemia, es inaceptable.

¿Cree que los partidos están preparados para pactar reformas?

No soy optimista. Como ocurre con la educación cada uno quiere imponer su pseudo-modelo (privatizaciones, competencias de las comunidades autónomas, particularidades, ocurrencias…) sin buscar reformas e innovaciones en profundidad que pueden ser oportunas para todos.

¿Qué cambios radicales habría que hacer?

Muchos. Apostar de verdad por la atención primaria, que ha sufrido una descapitalización profunda desde 2008. Aplicar las posibilidades de la tecnología digital, cambiar al gobierno clínico y participativo de los centros…

¿Por qué la atención primaria es fundamental en una pandemia?

Es imprescindible para detectar los casos positivos, valorar la gravedad y garantizar el aislamiento de las personas infectadas. Con un sistema de detección correcto se hubiera sabido que desde enero se estaban atendiendo gripes, catarros… que no eran los de todos los años.

¿Qué ha pasado en las residencias?

Hay que integrar sanidad y servicios sociales. En la actualidad son dos mundos apartados con duplicidad de servicios. Hay que cambiar el modelo de residencias, muchas son hospitales de personas con enfermedades crónicas, alzhéimer o deterioro cognitivo. Debe haber una integración en atención primaria y un cambio cultural sobre el envejecimiento. El mejor lugar para un anciano es su domicilio con los servicios adecuados.

¿Falla nuestro sistema hospitalario?

Cómo combinar la accesibilidad con la calidad es el gran reto. ¿Se hacen grandes o pequeños hospitales? ¿Generales o según procesos? Son necesarios centros de investigación y tecnología punta y también hospitales para crónicos y frágiles cerca de sus localidades.

¿Hay que invertir mucho más?

Hacer bien las cosas no tiene por qué costar más dinero. Pero se necesitan más recursos, gastamos poco más del 6% del PIB cuando la media de la OCDE es del 9%. La salud es una inversión que debería priorizarse desde las administraciones.

¿La solución a la pandemia es una vacuna?

Cada día se publican cosas distintas sobre la capacidad de contagio, de inmunización... Vamos a convivir muchos meses en una situación especial si no se encuentra una vacuna. Va a afectar a todo tipo de relaciones sociales y laborales. Otra forma de vivir.

¿Habrá cambios?

Necesariamente. Pero no soluciones coyunturales. La evidencia nos muestra la necesidad de cuidar a los profesionales, cambiar la oferta, organización y gestión de los centros e, incluso, la relación con los pacientes. Por poner un ejemplo cotidiano, no creo que volvamos a ver salas de espera abarrotadas de pacientes, aunque se esté en plena epidemia de gripe.