Lo único que me gustaría a veces es tener un botón que me llevara directo a casa de mi abuela, y al pulsarlo de nuevo, de vuelta aquí", confiesa Dominique Leyva a la hora de hablar de su vida 18 años después de dejar su Albuquerque natal, en el estado de Nuevo México (Estados Unidos). Lo hizo, como tantas otras veces que se cruza el charco, guiado por al amor. Había conocido a su mujer en la universidad en la que trabajaba, y siendo ella oscense, decidieron hacer las maletas. "Llegó el momento de plantearnos qué queríamos hacer y empezamos nuestra vida en España", recuerda el inicio de lo que él denomina "su aventura europea".

Ahora, trabaja como profesor en el colegio San Vicente de Huesca, bilingüe, y lo compatibiliza con su otra gran pasión, la fotografía, para lo que ha encontrado en los paisajes altoaragoneses un gran lugar donde moverse, porque "Aragón a nivel de belleza natural, de historia y de cultura da mucho juego visual para desarrollar esa faceta vital", explica. Además de encontrar en las diferentes instituciones de la provincia un gran apoyo para mostrar sus trabajos, hasta el punto de que piensa que en su país no habría podido desarrollar su carrera artística a ese nivel.

Admite que cambiar las desérticas carreteras de la Ruta 66 por el ambiente familiar de Huesca no fue sencillo, pero ahora, se siente incapaz de elegir entre la vida en un sitio u otro. "Cada cosa tiene su punto". Sobre qué le sorprendió al llegar a España, lo reducido de la ciudad, "si vivís encima de las tiendas", bromea, pero a la vez admite que para él es un alivio que sus hijos puedan salir seguros a cualquier parte.