Alega que se volvió loco al ver a su exmujer con otro para justificar por qué la cosió a cuchilladas

Juzgan por dos tentativas de asesinato al hombre que atacó a su exesposa y a un amigo en un chalé de la Fuente de la Junquera.

Un numeroso grupo de amigos y familiares de la víctima se concentraron a las puertas de la Audiencia Provincial para mostrarle su apoyo.
Un numeroso grupo de amigos y familiares de la víctima se concentraron a las puertas de la Audiencia Provincial para mostrarle su apoyo.
Raquel Labodía

Inocencio Lázaro Longares, de 58 años, ofreció este lunes al tribunal toda una retahíla de agravios y excusas para justificar por qué acuchilló a su exmujer. Los celos, la ruptura de un preacuerdo de separación, el alcoholismo, su estado mental, su preocupación por la falta de atención (en su opinión) que Anabel A. estaba prestando a sus hijos de 14 y 18 años, la muerte de su hermano, el "chamizo" al que se había visto abocado a vivir cumpliendo la orden judicial de abandonar la vivienda conyugal y su delicada situación económica...

El acusado de dos tentativas de asesinato se escudó en estas y otras cosas para explicar por qué en la madrugada del 19 de junio de 2015 casi arrebata la vida a la mujer con la que había convivido 24 años. No obstante, negó que las seis cuchilladas que asestó también a Alfonso J. M., el amigo de su exesposa, fueran intencionadas y las atribuyó a un forcejeo.

Esa noche estuvo llamando y enviando whatsapps a su mujer sin parar y utilizó al conserje de la urbanización de la Fuente de la Junquera como espía de Anabel A. para que le informara de sus movimientos cuando cenaba con amigos en el restaurante del complejo. Cuando el portero le dijo que se había ido a casa con un amigo y las luces estaban apagadas, a las 4.05 se presentó en el chalé. Tras cerciorarse de que así era, entró por el garaje, subió a la habitación y, según declaró, al ver a la mujer con otro en la cama se "volvió loco", "perdió el juicio" y la acuchilló repetidas veces. Lázaro, al que defiende el penalista Enrique Trebolle, pidió perdón y admitió que intentó matarla, pero negó que hiciera lo mismo con Alfonso J. M.: "Hubo un forcejeo y yo salí más herido que él".

Anabel A. reiteró ante el tribunal que si estaba viva era gracias a su amigo Alfonso J. M. y a su vecina, médico de profesión, que con un cojín presionó las gravísimas lesiones que le causó en el abdomen y evitó que se desangrara allí mismo. Desde aquella noche ha tenido que ser operada en cuatro ocasiones y tiene un dolor crónico que le recuerda constantemente lo ocurrido. "Los problemas y los malos tratos psicológicos empezaron el año que planteé la separación", declaró Anabel A. a preguntas de su letrado, Javier Notivoli. "Desde entonces tenía miedo de que pudiera pasar algo, que montara un escándalo o hiciera cosas como abrirme el bolso, quitarme el móvil, llamarme puta delante de los vecinos", manifestó.

Su relato de los hechos fue el siguiente: "Lo que yo puedo recordar de aquella noche es que estaba dormida en la cama, de medio lado, y se abalanzó sobre mí. Nunca lo olvidaré. Si no llega a ser por mi amigo Alfonso yo no estoy viva. Al escuchar que yo gritaba ¡no, no, no! se despertó y el otro se dirigió a él con el cuchillo",

Alfonso J. M. –que también ejerce la acusación particular a través del abogado Antonio Jorge Torrús– contó: "Me lanzó seis cuchilladas. Iban dirigidas a matar, con fuerza. Tuve que sujetarle la muñeca con las dos manos. El cuchillo cayó al suelo. Forcejeamos y al ir descalzo me resbalaba por el suelo con la sangre. Huí para salvar mi vida, avisar a los vecinos y pedir auxilio". Cuando la Policía llegó, encontró a Lázaro sentado en las escaleras fumando. "Tenía una excesiva tranquilidad", dijo un agente. Al preguntarle qué había pasado, les contestó: "Qué quieren que haga si he encontrado a mi mujer con otro".

Concentración y prohibición

El acusado fue recibido con gritos de "asesino" por un grupo de amigos y familiares de Anabel A., que se concentraron para mostrarle su apoyo. En la sala, el presidente del tribunal y de la Audiencia, Julio Arenere, por primera vez en un caso como este, prohibió a fotógrafos y cámaras de TV tomar imágenes del acusado en sala. También se opuso a que el letrado de la DGA ejerciera la acción popular en representación de la esposa, citando que la ley prevé esta figura solo cuando la mujer muere o si la víctima lo solicita.

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