Veinte familias aragonesas tienen hijos transexuales y exigen su cambio de sexo en el Registro

El Constitucional decidirá si un menor de Benasque ya puede inscribirse. La DGA acepta sus nuevos nombres en los colegios y en la tarjeta sanitaria.

Nuria con su hijo Rudiger, un niño transexual de 10 años, en el edificio de la Aljafería de Zaragoza.
Nuria con su hijo Rudiger, un niño transexual de 10 años, en el edificio de la Aljafería de Zaragoza.
Raquel Labodía

"Me llamo Nuria y tengo un niño de 10 años que es transexual. Se llama Rudiger. Desde pequeño se veía ya la situación porque con un año y medio intentaba quitarse los vestidos. En una ocasión quiso arrancarse el vestido a medida que se probaba y que debía llevar en una boda", relata la madre de este niño. Es una de las veinte familias aragonesas que pertenecen a la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis y de las casi 500 en toda España que preside Natalia Aventín, una madre de Benasque.

La batalla en la que están inmersas las familias se centra en que el Registro Civil reconozca que los menores puedan inscribir su cambio de sexo. Hasta el punto de que Natalia Aventín llevó el caso de su hijo al Tribunal Supremo hace un año y ahora decidirá el Constitucional si es legal la restricción para los menores transexuales respecto al derecho de los mayores de 18 años a poder hacerlo. "La inscripción en el DNI y en el Registro Civil nos importa mucho más que el polémico autobús de HazteOír antitransexual que se paralizó en Madrid", reconoce Aventín.

La historia de Rudiger, hijo de Nuria, revela un caso que se repite. Rudiger lloraba mucho y nunca se dejó ponerle coletas, lazos ni pasadores. Un día, con 6 años, le preguntó a su madre: "¿Los chicos pueden ser chicas y las chicas ser chicos?". "Le dije que sí y él me contestó que cuando fuera mayor se pondría pene porque es un chico", recuerda Nuria. "Es mi único hijo y me dio muchísimo vértigo al principio, sobre todo porque la sociedad no está preparada para esto".

Cuando su madre le dijo que iba a quererle igual, Rudiger le pidió ir una tienda para comprar calzoncillos y dejó de ponerse bragas. "Desde entonces, actuamos en función de su demanda. Las operaciones solo se pueden realizar a partir de los 18 años. Hay algunos transexuales que aceptan su cuerpo como es y no les hace falta esa operación", señala.

El chaval eligió su nombre, Rudiger, para cuando pueda ser oficialmente chico, pero sus amigos del colegio ya le llaman así. Procede de una película de dibujos que vio en la tele, ‘El pequeño vampiro’. "El vampiro choca contra una casa y se encuentra con un chico". No ha vivido casos de rechazo en la sociedad, salvo "algún casillo", detalla su madre y, como dice él, "basta con pasar de ellos". En el colegio concertado de monjas claretianas María Inmaculada no nos pusieron ningún problema sino que al revés, su tutora estaba muy informada y pudimos hacer el tránsito de la transexualidad infantil", relata Nuria. "Nos ayudaron muchísimo y la orientadora se ocupó de todo. Es uno más", agrega.

En Aragón, la asociación ha conseguido que se les reconozca el cambio de sexo en las cartillas médicas y en las tarjetas sanitarias, pese al DNI. También se han difundido unas instrucciones en Educación "para que sean más protegidos en las clases". Natalia Aventín apunta que no solo tienen el problema legislativo registral sino que carecen de un reglamento sancionador ante la nueva personalidad de los niños.

Encuentros y mensajes

Las familias aragonesas mantienen encuentros y comparten a menudo experiencias por whatsapp. Dentro de dos semanas celebran en Madrid otra reunión con 80 familias procedentes de toda España, que se convoca cada seis meses. Reconoce que están creciendo en asociados en las últimas semanas, pero no tienen ninguna subvención pública. "Tampoco estamos dispuestos a realizar la labor de la Administración", recalca. La presidenta de la Asociación Chrysallis advierte que "la transexualidad no se puede tratar como una enfermedad" y se debe aplicar "la despatologización" porque solo es "una corporalidad diferente".

En ese sentido, la madre de Rudiger achaca al "desconocimiento" el hecho de que su hijo fuese atendido en una ocasión en una unidad de psiquiatría infantil aquejado de una supuesta hiperactividad.

El DNI de Rudiger sigue diciendo que es niña y en cada viaje que realizan fuera del país su madre lamenta el ser foco de todas las miradas "invadiendo su intimidad. Ajeno a ello, el muchacho, como cualquier niño de su edad, sigue con normalidad sus clases y acumula ídolos. "Me gusta más el baloncesto, sobre todo Rudi, que mete muchos triples". "El chico siempre se ha educado en la diversidad", defiende Nuria.

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