Así resurgirá Filosofía y Letras

El edificio que sustituirá al pabellón de Filología igualará en altura al central y estará conectado con él en varios pisos. La reforma, valorada en 19 millones, respetará las zonas nobles del bloque principal y reorganizará sus espacios.



Si los muros de Filosofía y Letras hablaran, llenarían el campus de versos, cavernas de la filosofía antigua, ‘criticones’ y quijotes. Pero estas paredes llevan ya 75 años en pie; y pesan los parches, las carcomas, las goteras y, sobre todo, el hartazgo de unos 4.000 estudiantes, 428 profesores y 100 trabajadores de administración y servicios que, cada curso, acuden a clases y despachos con una mirada puesta en las grietas y otra en los libros.


Con varias décadas de retraso, y después de que la Universidad de Zaragoza y el Gobierno de Aragón firmaran una paz ligada a la financiación, el proyecto para rehabilitar la facultad ya se ha publicado, y las empresas tienen un mes para presentar sus ofertas. La consigna de una reforma que no arrancará hasta 2018 ­–pese a las críticas de la comunidad universitaria– es respetar el espíritu y la clase del edificio principal (el pabellón de Filología se rehará por completo), pero logrando la máxima funcionalidad y sin grandes pretensiones, sobre todo económicas.


La remodelación se ha cifrado en 18,9 millones (sin IVA). La cifra es inferior a la del primer proyecto que se presentó (23,5 millones sin IVA), algo que se ha logrado estudiando al detalle cada gasto y reduciendo, por ejemplo, lo proyectado en la urbanización del entorno de ambos edificios, más sobria de los planeado.


La Universidad de Zaragoza quiere que las obras se acometan a la vez en los dos edificios, pero esto exige que la inversión del Gobierno de Aragón se haga en menos tiempo del acordado (29 meses en vez de 47) o que, al menos, la institución académica pueda endeudarse y arreglar después cuentas con la DGA. Hasta que se sepa si esta alternativa es posible, algo que estará muy perfilado a final de año, sobre la mesa sigue un plan de obras por fases.


El guión actual prevé que las obras arranquen antes de junio de 2018. Esta fecha ha levantado en armas a profesores y alumnos (a finales de septiembre cayó un techo de la cuarta planta del edificio principal en un despacho) y ya se han anunciado movilizaciones. No obstante, la fase administrativa (es una obra pública y de calado) no admite una rebaja en los plazos que, a pesar de todo, se está intentando con estrategias como declarar la reforma de interés autonómico.


Lo primero será demoler el pabellón de Filología y levantar lo que ya se conoce como el "bloque departamental", que sustituirá al edificio que se proyectó en 1977 y que hoy es, según el propio pliego de obras, "una abigarrada acumulación de despachos y seminarios localizados sin criterio aparente". Aunque la empresa consultora que gane el concurso decidirá el diseño final, el ingeniero director de la Unidad Técnica de Construcciones de la UZ, Carlos González, explica que lo previsible es que se levante un edificio de planta cuadrada o levemente rectangular con patio central.


Este bloque no solo se destinará a Filología y, de hecho, está previsto que sea el nodo de grados como Periodismo. Tendrá la misma altura que el edificio principal (cuatro o cinco alturas y el sótano) y funcionará con el nivel más alto de calificación energética, letra A, lo que redundará en el consumo energético, que deberá ser casi nulo.


Además, los docentes tendrán aquí 208 despachos individuales y habrá 8 salas de trabajo, 13 seminarios, 11 aseos repartidos por las plantas, 2 vestuarios y estudios de radio y televisión (estos en las plantas baja y sótano). También habrá una sala de exposiciones.


La sala de estudio actual –conocida porque demasiados plafones del techo han caído ya sobre los alumnos– será sustituida por una biblioteca/sala de lectura de 210 metros cuadrados. Tendrá un acceso independiente, en previsión de que pueda usarse en horario nocturno en época de exámenes.


Este nuevo edificio estará conectado directamente con el central en, al menos, tres de sus plantas, por medio de un núcleo de conexión que configurará la transición entre las fachadas de los dos edificios y cuyo diseño dependerá del estudio que gane el concurso, algo que se conocerá a finales de año (el plazo para presentar ofertas expira el 15 de noviembre).


Que sea concebido como una prolongación del bloque principal es crucial, porque entre ambos acogen diez grados: Estudios Clásicos, Estudios Ingleses, Filología Hispánica, Filosofía, Geografía y Ordenación del Territorio, Historia, Historia del Arte, Información y Documentación, Lenguas Modernas y Periodismo.

Preservar las zonas nobles

No obstante, la rehabilitación del edificio central será la más delicada. Este fue el primero en llegar al campus de San Francisco (en 1941), y ha sido sometido a sucesivas ampliaciones desde entonces (dos de sus pabellones se añadieron en los años 50 y 60). Ahora, su rehabilitación integral deberá respetar al detalle su esplendor y sus zonas nobles, preservando su piel y reforzando sus forjados. El proyecto deberá incluir también según las bases del pliego técnico la habilitación del espacio bajo la cubierta, en el que se hará un nuevo forjado resistente, donde se colocarán instalaciones como el aire acondicionado (hasta ahora inexistente en el edificio) o los cuadros de electricidad.


En este edificio hay dos zonas bien diferenciadas. La primera es la que se mantiene desde su inauguración (sótano y plantas 1º y 2º), a la que luego, en los años 70, se añadieron dos alturas marcadas por la menor calidad de soluciones y materiales. Por ejemplo, las escaleras de la zona más antigua se mantendrán por su gran porte y su nobleza, mientras que las de otras zonas (obviamente, no las del acceso principal) sucumbirán a la piqueta donde sea necesario.


Sobre plano, se reflejan cuatro volúmenes a rehabilitar: la fachada principal, el pabellón de Historia, el del Aula Magna y el de Geografía. Este último es una joya arquitectónica. Su proyecto también fue redactado por Regino y José Borobio y su distribución es en forma de hall, con un hueco central limitado por un antepecho de hierro y una galería que permite la comunicación entre distintos espacios y el mobiliario, diseñado ex profeso por los arquitectos. Por todo esto, se respetará su estructura espacial original y las actuaciones serán limitadas: acabados donde sea necesario, iluminación, climatización, seguridad y accesibilidad. Solo el sótano, que no tiene el valor de las plantas superiores y debe librarse de las humedades, se tocará a fondo.


El Pabellón de Historia (cuatro alturas) tendrá por fin ascensor y se reorganizará para distribuir mejor despachos, laboratorios, talleres y aulas. En el del Aula Magna (este pabellón tiene dos alturas) se mantendrá la estructura original del estrado y el graderío, pero con importantes actuaciones a todos los niveles sobre acabados, iluminación y acondicionamiento. Bajo esta zona es necesario tratar infestaciones de termitas.


En el bloque frontal, el de la fachada, se reducirá la anchura de los pasillos, ahora excesiva, y al menos cuatro de los niveles estarán comunicados con el bloque interdepartamental que sustituirá el pabellón de Filología. En el sótano habrá aulas, salas de reuniones, cafetería y cocina. En la planta baja, la sala de juntas, el decanato y las estancias de administración. Y, por encima, aulas. La techumbre se mejorará, pero se respetarán las tejas actuales y la estructura.

Los retos

"La clave es lograr que el proyecto saque el máximo partido al espacio que tenemos, respetando el espíritu del edificio principal y usando materiales dignos pero sin grandes alardes", concreta Carlos González. Además, este inmueble está catalogado por el Ayuntamiento de Zaragoza como de Interés Arquitectónico y el proyecto deberá someterse, en unos meses, a consideración de la comisión municipal de Patrimonio. En estos casos se permite la rehabilitación si no afecta a la fachada, la puerta principal, el vestíbulo, el aula magna y el volumen total.


González destaca el beneficio que supondría rebajar en 18 meses la obra pero aclara que no solo hace falta llegar a una alternativa económica. "El reto es poder ubicar a los alumnos y a los profesores en el campus de San Francisco de una forma ordenada y adecuada en un solo movimiento que permita afrontar la obra en una sola fase", recalca. Lo lógico es dejarlos dentro de esta zona, y no recurrir a otros espacios, como el campus Río Ebro.

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