"Perdí a mi padre en Gusen, me quedé solo y me salvó un preso alemán"

Elías González, de 91 años, es el último aragonés que sobrevivió en el campo nazi de Mauthausen. Otro superviviente es el barcelonés José Alcubierre, oriundo de Tardienta.

Homenaje en Ejea a siete vecinos deportados a Mauthausen.
Homenaje en Ejea a siete vecinos deportados a Mauthausen.
Ayuntamiento de Ejea

Elías González, nacido en Altorricón, y José Alcubierre, un hijo de aragonés de Tardienta y nacido en Barcelona, son los dos únicos presos de Mauthausen ligados a Aragón que quedan vivos. Los dos son nonagenarios: Elías tiene 91 y José cumplirá los mismos en mayo. Viven en Francia, donde se refugiaron tras salir de aquel calvario el 6 de mayo de 1945. Elías reside en Lazarret, cerca de Toulouse, con su mujer y una de sus dos hijas (la otra murió de cáncer) y sus nietos; mientras que José vive en Angôuleme con su esposa, el mismo lugar desde donde se lo llevaron con su familia en el tren 927 (el número de refugiados españoles que se llevaron los soldados nazis). Setenta años después todavía tienen pesadillas por aquel lustro maldito que pasaron en el campo de concentración. Solo pueden revivirlo a pequeños sorbos, incluso en el día del Holocausto (el 27 de enero).

El espíritu ‘Pochaca’

Elías González y José Alcubierre sufrieron la pérdida de sus padres después de recibir sendas palizas en el campo de Gusen, que estaba anexo al de Mauthausen. Ellos eran de los más jóvenes que entraron y formaron parte del grupo de los Pochacas, que los nazis prestaban a un constructor austriaco para trabajar en una cantera situada en el pueblo.


Pero Elías, antes de conocer el espíritu ‘Pochaca’, padeció en Gusen la muerte de su padre, al que acompañó mientras su hermano Luis se quedaba en Mauthausen. Además, en el campo de exterminio llegó a superar el tifus a pesar de las duras condiciones. "Perdí a mi padre en Gusen, me quedé solo y me salvó un preso alemán que era el jefe de la barraca. Se llamaba Walter", desvela el preso aragonés por primera vez. "Llevaba un traje a rayas como el mío, pero era emigrante. Me daba agua dulce para curarme y me repuse. Luego lo liberaron. Nunca volví a verlo", recuerda. Dentro del campo, Elías portaba para ser identificado un triángulo "azul cielo" con una S (de español) roja. Cuando se recuperó milagrosamente, Elías fue enviado a Mauthausen y lo sumaron al grupo de Pochacas porque era joven, como su amigo José Alcubierre y su hermano Luis o Jesús Tello (los aragoneses ya fallecidos, cuya desaparición lo marca día a día).


En sus salidas a la cantera escondieron en la casa de una señora austriaca las fotografías del campo de exterminio hechas por el catalán Francisco Boix. Esas instantáneas fueron pruebas en el juicio de Nuremberg. "Nunca he contado nada de todo esto en el pueblo (Lazarret) ni en Esplús (aunque nació en Altorricón, se trasladó a esta localidad vecina con su familia). Volví una vez a Esplús con mi mujer y ya no conocía a nadie".


Elías asume que es "un aragonés" porque nació aquí, pero lamenta que "nadie" le ha reconocido "nada". Su doble nacionalidad hispano-francesa le llegó como algo llovido del cielo ya que le permitió quedarse en Francia para su segunda vida. "Me preocupo de mí. Voy despacico y no salgo de casa. La vida..., día que pasa, día que se va. Mi mujer tiene 7 años menos que yo y me ayuda. Me queda poco. Ya sé han ido todos, Tello, Segura... No hablo con nadie por teléfono. Me alegro mucho de que llames", hila en una conversación dura, pero tierna. Sentado en su silla de enea mira a por la ventana hacia el huerto.


Elías González suma frases contundentes sobre su futuro y el presente porque cree que la gente no ha aprendido de lo que él vivió en Mauthausen. "No va muy bien el mundo. Habría que meter todas las armas en un cajón", sentencia, en referencia al brutal atentado de París del pasado 13 de noviembre, que dejó a su país conmocionado tras 130 muertos y 350 heridos.

El viaje a Tardienta

De los 7.532 españoles que estuvieron en Mauthausen (unos 5.000 fallecieron allí), un millar eran aragoneses. Apenas quedan una decena de supervivientes y cada día les cuesta más recordarlo. José Alcubierre todavía rememora cuando volvió a Aragón, en el homenaje que les hicieron en 2010. "La alcaldesa de Tardienta me llama muchas veces. Allí murió un hermano en la guerra y el otro en México", señala. Aunque ha regresado a Mauthausen a ver la lápida de su padre en Gusen, nunca se lo contó a sus hijos. "No nos gustaba hablar de eso. Mis hijos no supieron que su abuelo murió allí. No supe nunca dónde lo quemaron", dice por teléfono. "Estoy regular. No puedo salir. Tengo recuerdos muy malos de Mauthausen. Ahora me dan pesadillas. Un fuerte abrazo".

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