Una granja escuela y caracoles para combatir la despoblación

Cerveruela, en el campo de Daroca, ha conseguido recuperarse tras contar con solo 2 vecinos en los años noventa.

Una granja escuela y caracoles para combatir la despoblación
Una granja escuela y caracoles para combatir la despoblación

La historia de Cerveruela es la que querrían muchos mayores para recuperar el pueblo del que un día partieron y vieron como, poco a poco, se iba quedando solo. Esta localidad del Campo de Daroca contaba en los años noventa con solo dos vecinos en sus calles.


Al borde de quedar completamente deshabitado, este municipio, que rodea el río Huerva, comenzó a cambiar su historia hace poco más de un lustro. Ahora, su censo ha crecido hasta la treintena de habitantes, la mayoría de ellos con edades inferiores a los cuarenta años.


“Yo siempre he tenido claro que quería vivir en el pueblo. Y al final tras mucho trabajar lo he conseguido”, explica María Orduna, una treintañera que en 2013 puso en marcha junto a sus hermanas, Sara y Beatriz, la granja escuela El Tío Carrascón, que además, al contar con albergue, ha multiplicado la vida del pueblo.


“Costó bastante ponerlo en marcha, pero ahora estamos muy satisfechas. Nuestro padre se ha jubilado y ha venido también al pueblo a echarnos una mano con los animales”, cuenta María, cuya familia procede del pueblo y fue la primera en volver para, años después, empezar a poner en marcha la granja escuela que ahora recibe campamentos infantiles y visitas de familias.


Su historia es similar a la de José Manuel Andrés, que llegó a Cerveruela para poner en marcha un negocio peculiar: una granja de caracoles. “Me mudé a Cerveruela principalmente porque buscaba tranquilidad. Y aquí hay toda la del mundo. El negocio de momento marcha bien, y ojalá en un tiempo pueda ofrecer un puesto de trabajo”, comenta José Manuel, natural de Zaragoza y que antes vivía en Herrera de los Navarros.


Con ellos y otros tantos jóvenes que han decidido volver al pueblo, Cerveruela ha conseguido dejar atrás los años en los que el municipio llegó a quedarse casi vacío, hasta el punto de convertirse ahora en uno de los más jóvenes de la zona. “La gente que procede del pueblo también viene más ahora porque entre todos lo hemos animado, y da mucha satisfacción conseguir algo así”, señala María, quien anima a otros jóvenes a los que les guste el medio rural a dar el paso, aunque reconoce que sin los apoyos necesarios es complicado crear un negocio de cero en pueblos tan pequeños.

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